lunes, 30 de diciembre de 2019

DICEN

De la red
Me dicen que aún soy pequeño para ver el mundo desde su perspectiva, sin embargo por aquí abajo observo los complots entre las plantas venenosas y las peleas entre termitas y hormigas que se saldan con patas y antenas quebradas o doloridas.

Me dicen que no tengo experiencia, pero tiendo a probarlo todo y a asumir las consecuencias. Eso sí, a escondidas, no vaya a ser que se enteren mis padres, mis vecinos y lo que es peor, los hijos de mis vecinas.

Dicen que mis orejas son excesivamente grandes, que debería reducírmelas en una clínica de cirugía estética, yo les contesto que las necesito enormes para filtrar los dobles sentidos, las verdades, las mentiras y las sutilezas.

Van diciendo por ahí que estoy un poco famélico. Mirándome a un espejo me doy cuenta de que si se me nota la columna vertebral tiene que ser porque el tocino no se acumula en la parte de atrás.

Dicen que mi trompa tiende hacia la derecha. Pero desde mis ojos veo que cuelga hacia la izquierda. Entonces quién tiene la razón, ¿el que ve o el que mira? ¿la cabeza o el corazón?

Me dicen muy exaltados una y otra vez que un elefante no puede montarse en un columpio infantil, entonces yo voy, me siento y con mucha calma y paciencia escucho a los otros "decir, decir y decir".


viernes, 22 de noviembre de 2019

LA SILLA MASCULINA


Soy una silla masculina sentada en medio de un huerto italiano. Cuando me presento así a los turistas, los rábanos y las escarolas me miran extrañados.

Llegué aquí hace ya unos cuantos otoños, debieron inducirme el sueño con algún tipo de narcótico porque de un momento a otro pasé de pisar madera pulida a posar mis cuatro patas sobre piedras removidas.

Las noches son terroríficas, no dejo de tener pesadillas con las personas que me tocan la rabadilla a lo largo del día. Echo de menos un buen culo, una espalda recta o torcida, un cuerpo que resguarde esta estructura mía tan desprotegida.

Además me estoy quedando en los hierros de tanto comer verdura sin sal o condimentos. Son vegetales salvajes que a veces intentan pedir ayuda a base de gritos, jaleos y hasta disputas. Cuando llegan a mi cuerpo están agriados, nerviosos y la digestión se hace imposible. Por eso suplico clemencia: ¡plantad árboles frutales y que las frutas dulces caigan en mi regazo! Ya me encargaré yo de darles un buen sillabrazo.

Por cierto, hace días que siento una presencia femenina a mi derecha. Así, de lejos, se parece a una tía abuela mía que vivía con mis primos en una casa de las afueras. Pero quiero ilusionarme un poco y pensar que tal vez es una joven silla que ha venido a conocerme porque me vio en alguna foto. Puede que sea famoso y puede que sea mi sitio. Quizás de otra forma nunca me hubieran dedicado un escrito.

lunes, 14 de octubre de 2019

HILANDO

De la red
Soy la mano que mueve los hilos, suelo practicar por las noches modificando el camino por el que transitan tus sueños, quitando las piedras, cerrando tus párpados o equilibrando nuestros desequilibrios.

Con el dedo índice dibujo un trayecto y sin atisbo de dudas o dudando, pero sin miedo, comienzas a dar pasos adelante a la vez que se borran los traspiés que te resultaban agobiantes. El secreto pasa por no escucharlos: cuando comienzan a gritar pidiendo auxilio, voy yo y embotello esos alaridos.

Adornar el escenario es otra forma de cuidar lo querido. Pongo lunas llenas entre los ramajes y cascadas caudalosas en lo alto del paraje. Con las hojas de los árboles hago magia de la buena, cada vez que tocas una se convierte en alimento, desde una rica anchoa hasta un centollo suculento.

Algunos días me apetece tocar el piano y según salen las notas siento que estoy dentro del sueño. Los Do camuflan tus sentidos, mientras que los Fa los junta con los míos. Las teclas blancas se mezclan con las negras y en esos grises descubrimos algo más que la materia.

Los hilos que maneja mi mano están trenzados con mucho cuidado, cada día los lavo, cada tarde los cepillo, cada noche los animo antes de comenzar a trabajar, principalmente porque sé que de ellos depende gran parte de nuestro bienestar.

viernes, 16 de agosto de 2019

ME GUSTA(S)

De la red
Me gusta que despliegues las alas cada vez que te pido un momento. Abiertas se parecen a las velas de un barco que pudiendo haber naufragado acaba acercándose a buen puerto. 

Me gusta que des voz a mis noches cuando tengo miedo al silencio. Las palabras verbalizadas a oscuras alimentan mi valentía que, presa y con hambre, sufría.

Me gusta que desgastes tu energía cuando te arrastras y vienes a contracorriente. Sé que a veces estoy rodeada de borrascas que provocan estragos a todo ser viviente. 

Me gusta que se te vayan de las manos miles de caricias hasta mi cuerpo. Yo las hago mías y las clasifico gustosamente por orden descendente.

Me gusta que recolectes las lágrimas que vierto cuando duele. Ya tenemos reservas si la tan temida sequía se presenta antes de que se traspapele.

Me gusta que guises lentamente las prisas del día a día. El olor en la cocina provoca que vaya saciándome lentamente sin darme cuenta de que no comía.


Me gusta que me gustes. 

Gustosamente,

María Con Zancos y de Puntillas.

viernes, 2 de agosto de 2019

PREGUNTÁNDOME


Inspirar y dejarse llevar. Sentir que flotas en el aire, convertirte en molécula y disfrutar de la redondez y liviandad. Sin esquinas donde esconder viejos miedos ni pesadez que te limite andar. 

Me pregunto cómo será eso de ser una cosa, un espacio ocupado con tu no vida y tus no sentimientos, pero un algo al fin y al cabo.

No te herirán las críticas ajenas ni serás dueño de un nombre propio, jamás alcanzarás grandes metas ni serás el ganador o el perdedor y, pase lo que pase, nunca tendrás derecho a réplica ya que, por desgracia, no posees labios, boca, voz, ni sistema fonador.

Vivirás sin límites, experimentarás el no dolor, viajarás de incógnito y aprenderás sin ton ni son. Serás ninguneado o respetado al máximo, según de dónde sea tu procedencia o tu sobre/infravalorada condición.

Notarás en tus no carnes el frío del invierno y el sol abrasador, evitarás sufrir sarpullidos o escalofríos pero, lamentablemente, nunca se oirá el latir de tu corazón. 

Y eso, querida pregunta, no lo cambio yo. Porque la cadencia de la sangre según pasa por las venas me señala el camino, me da una razón, me recuerda que estoy viva, que no soy cosa, que debo alicatar mis esquinas y seguir gritando mientras tenga voz.

jueves, 11 de julio de 2019

PRINCESA



Creo que soy una princesa, o eso es lo que siempre me han dicho. Vivo rodeada de oro y terciopelo, tengo el cabello largo, zapatos de cristal y, como mínimo, cuatrocientos treinta y cinco vestidos.

Paso la mayor parte del tiempo esperando en mis aposentos. Después de mi baño templado, de enmascarar los defectos, de leer algunos clásicos o de tocar el piano, tiendo a mirar entre las rendijas que separan la calle de mi rellano. No sabía de ese otro mundo y se ha vuelto adictivo.

De primeras oí pasar a personas que hablaban un lenguaje extraño. Yo, que domino varios idiomas, no identifiqué ciertas expresiones, por lo que ordené al escriba de la corte un estudio completo y un porqué de todo ello.

Otro día intenté llamar la atención sacando el pelo por la ventana. Es lo que había visto hacer a Rapunzel y que queréis que os diga, tanto esperar aburre hasta a la más divertida. Lo curioso de todo esto es que a los diez minutos noté un tironcito y escuché a una plebeya diciendo algo así como: "estreno extensiones". Ni que decir tiene que ahora luzco un trasquilado importante, más dudas y muchas cuestiones.

Por otro lado, mis damas me hablaron de una nueva aplicación donde puedes vender ropa usada, mobiliario, libros viejos o pompas de jabón. Con la idea de hacer un poco de sitio, decidí vender a precio de saldo mis zapatos de cristal, la verdad es que los usé una noche y no los volveré a usar. Pues recibí cientos de mensajes que contenían la palabra "cosificar", y al buscar su significado terminé cosificando a la aplicación y al personal.

Creía que era una princesa, o eso es lo que siempre me habían dicho. Vivo rodeada de oro y terciopelo, tengo el cabello trasquilado, zapatos de cristal cosificados, cuatrocientos treinta y cinco vestidos y he llegado a la conclusión de que hablo un idioma extinguido.


viernes, 7 de junio de 2019

DREAMS

De la red

Soñé que era pequeñita en edad, como ayer. Regresé a la ilusión por defecto, solo tenía que mirarme los pies descalzos y comenzar a moverlos.

Y ese movimiento te llevaba a cualquier sitio, desde a bosques encantados hasta a viajes submarinos. Lo que pasa es que decidí dar un rodeo para comprobar si había algún camino por los extrarradios más desfavorecidos. Siempre he tenido pies rebeldes, son capaces de lesionarse si no están cómodos o comienzan a oler en los momentos más inoportunos como verdaderos demonios.

Pero así, con su carácter prepotente, hemos ido caminando, saltando piedras, dando patadas y perdiendo uñas. A estas últimas, habitualmente, las reparo y las maquillo. Les encanta ser femeninas a ratos, me han confesado por lo bajini que se sienten orgullosas de los triunfos obtenidos y yo les contesto a gritos que el sentimiento de orgullo es mutuo y merecido.

Seguiremos soñando sueños infantiles, apostaremos al caballo perdedor, seremos pocos y quizá seniles, al fin y al cabo, no somos más que seres humanos buscando nuestra canción. 



miércoles, 17 de abril de 2019

DESGASTADOS

De la red
Entré en el quirófano con media vida y no precisamente por tener afectado gravemente algún órgano, sino porque ya había gastado las reservas acumuladas en la infancia que servían para mantener intacta la esperanza y la alegría.

El cirujano me extirpó un tumorcillo sospechoso. Parece ser que era el causante de la imaginación tan desbordante que convertía mis días en cuentos de irrealidad y fantasía. A partir de ahora, -me dijo con la voz entrecortada, lo que veas será verdad, casi todo lo que comas será natural, parte de lo que toques te escocerá y todo lo que sientas te dolerá.

Se supone que ese es el precio a pagar por recuperar la complejidad de la vida. Y no sé por qué, pero desde entonces me siento vacía. 

Me niego a creer que las manchas de la piel son solo el resultado del paso del tiempo. Prefiero pensar que alguien en alguna parte está usándonos como lienzo. 

Para mí las arrugas son un GPS personalizado, las profundas son carreteras recorridas varias veces al día y las moderadas son caminos que aún no han sido explorados. 

Y el latir de mi corazón, ese que poco a poco se va reduciendo, está causado por soportar la presión, durante tanto tiempo, de compartir la misma sangre intentando ser uno frente a dos cuerpos. 

lunes, 1 de abril de 2019

CON LUPA

De la red

Soy la mota de suciedad acumulada en la esquina más escondida de tu ventana. Te veo llegar por las noches y salir por las mañanas. Al irte te noto tensa, nunca sabes si volverás como te fuiste, con más carga o menos plena. Sin embargo cuando entras en casa tienes cara de aliviada, te sientas en el sofá, me miras y piensas que en algún momento tendrás que limpiar esa sucia ventana.

Soy la pelusa de polvo escondida debajo de tu cama. Empecé siendo pequeña, después mediana y ahora soy tan grandota, que podría fabricarme cuatro pezuñas y hacerme pasar por tu mascota.
Oigo tus miedos durante la noche, vislumbro tus sueños y entiendo tus gritos. Solo siento pánico cuando se te caen las monedas y al agacharte piensas que deberías barrer más a menudo, porque parece que hay vida ahí abajo y yo, a veces, hasta lo dudo.

Soy una pequeña telaraña que lleva un mes colgada en tu lámpara. Busco arácnido que me alquile y mientras tanto te observo con lupa. He conseguido ver el movimiento de tus pensamientos, tus descargas neuronales, esa cana incipiente y algunos deseos prohibidos. De repente alzas la vista y piensas que podrías comprarte un plumero o bien adoptar una tarántula paracaidista. 

La mota de suciedad, la pelusa de polvo y la pequeña telaraña han creado un sindicato para evitar ser eliminadas. Tú las observas desde lejos y, una vez más, piensas que ahora mismo no podrías estar mejor acompañada.

domingo, 24 de marzo de 2019

POSIBILIDADES

De la red
El día en que perdí adrede la consciencia fui cogida con pinzas y tendida a secar. Desde entonces estoy a merced del viento, subo, bajo, me enredo y hago piruetas sin ningún esfuerzo, físico o mental.

Los rayos del sol me están poniendo amarilla, la ropa está hecha jirones, las uñas largas, los labios se van agrietando y mi pelo ha adquirido textura de escobilla. Estoy planteándome seriamente dedicarme a la espantapajararería, esa profesión tan olvidada que ahuyentaba con su sola presencia a todo pájaro agresivo o hambriento que acechaba el cultivo. Puede que no sea una mala idea después de todo, porque pajarracos amenazantes haberlos hay y necesidad de ahuyentarlos, por desgracia, también.

Sin embargo por las noches me apetece cambiar de profesión futura y me dan ganas de probar suerte en el mundo de la papiroflexia. Poder convertirme en avión de papel y viajar por el mundo sin necesidad de repostar, dejarme dirigir por las corrientes de aire y acabar en un bosque sin tener que aprender a aterrizar...

Los días de lluvia quisiera ser paraguas, los de tormentas, pararrayos, en verano quiero ser playa y en invierno sopa de rábanos. Si te veo cerca quiero ser persona, pero cuando oigo tu voz a lo lejos, tan solo deseo ser ese último beso.

Es la libertad que te ofrece estar tendida por pinzas, que puedes inventarte tus vidas mientras esperas a estar seca y ser recogida. 

viernes, 1 de febrero de 2019

PALABROPELEAS

De la red
Chillan las palabras, voy andando por la calle a toda prisa y las siento protestar en los bolsillos. Creo que por momentos se pelean entre ellas, porque cuando escucho una voz grave dándolo todo, de repente una vocecilla aguda cambia el discurso, el acento y hasta la entonación con la que la oigo.

A veces las pierdo por el camino, lanzan cuerdas hasta el suelo y se deslizan hacia abajo haciendo rápel. Cuando las cazo al vuelo observo que tienen magnesio en sus deditos y arneses ajustados, lo que me hace pensar que planean sus escapadas y que posiblemente alguien se las financia.

El caso es que el tiempo va pasando para todos. Algunas se reproducen, imagino que el amor para ellas también tiene sentido. El problema es que por las noches, las palabritas lloran a pleno pulmón y me desvelan. Bebo leche, leo libros, hago yoga y nada las calla. Como último recurso comienzo a cantarle nanas serenas, esto hace que vayan saliendo de mi boca cientos de palabras nuevas. Se unen a ellas y por la mañana lo noto, cada vez me pesan más los bolsillos, tengo tantos tipos de letras como de colores, de tamaños y de estilos.

Por lo que he decidido unirme al enemigo, las he seleccionado por idiomas y las he repartido por todo el cuerpo. He notado que si las utilizo desaparecen por momentos, eso sí, cuando leo libros vuelve un repunte que me niebla hasta la vista, así que la solución es compartirlas, ya sean dichas o escritas. 

Que no quede nada por decir, las palabras que se guardan en los bolsillos terminan desarrollando malos modales. Estaréis conmigo en que decir un "te quiero" a gritos suena diferente a cuando se dice suavemente al oído. He dicho.