viernes, 1 de febrero de 2019

PALABROPELEAS

De la red
Chillan las palabras, voy andando por la calle a toda prisa y las siento protestar en los bolsillos. Creo que por momentos se pelean entre ellas, porque cuando escucho una voz grave dándolo todo, de repente una vocecilla aguda cambia el discurso, el acento y hasta la entonación con la que la oigo.

A veces las pierdo por el camino, lanzan cuerdas hasta el suelo y se deslizan hacia abajo haciendo rápel. Cuando las cazo al vuelo observo que tienen magnesio en sus deditos y arneses ajustados, lo que me hace pensar que planean sus escapadas y que posiblemente alguien se las financia.

El caso es que el tiempo va pasando para todos. Algunas se reproducen, imagino que el amor para ellas también tiene sentido. El problema es que por las noches, las palabritas lloran a pleno pulmón y me desvelan. Bebo leche, leo libros, hago yoga y nada las calla. Como último recurso comienzo a cantarle nanas serenas, esto hace que vayan saliendo de mi boca cientos de palabras nuevas. Se unen a ellas y por la mañana lo noto, cada vez me pesan más los bolsillos, tengo tantos tipos de letras como de colores, de tamaños y de estilos.

Por lo que he decidido unirme al enemigo, las he seleccionado por idiomas y las he repartido por todo el cuerpo. He notado que si las utilizo desaparecen por momentos, eso sí, cuando leo libros vuelve un repunte que me niebla hasta la vista, así que la solución es compartirlas, ya sean dichas o escritas. 

Que no quede nada por decir, las palabras que se guardan en los bolsillos terminan desarrollando malos modales. Estaréis conmigo en que decir un "te quiero" a gritos suena diferente a cuando se dice suavemente al oído. He dicho.