viernes, 30 de diciembre de 2016

VIDAS

De la red

Iba paseando tranquilamente por aquella calle poco transitada cuando de repente caí por una alcantarilla que sorprendentemente estaba abierta al mundo a esa hora tan intempestiva. ¡Para un día que iba mirando al cielo buscando rayos de sol que cegaran mi vista, resulta que el agujero estaba debajo y no lo vi venir!

La corriente de agua que por allí pasaba me hizo transitar por un laberinto de calles subterráneas sin tiempo para mirar escaparates o comprar el pan.

De repente un chorro del tamaño de un pequeño edificio en construcción me elevó y de nuevo caí, pero esta vez enfrente del nombre de una calle que me hizo pensar que quizá todo lo sucedido no tenía por qué ser casualidad.

...y fue poner un pie en el suelo y cambió mi color de piel. Fue poner el otro, y mi estatura creció y mi cuerpo adelgazó. Fue girarme a la izquierda y me dieron ganas de votar a los de derechas, por lo que me volteé a la derecha y se me quitaron las ganas de votar y de volver a girar.

Di un primer paso y ya no era logopeda ni maestra, ahora era artista: pintaba y escribía. Al segundo paso me quedé soltera, la alianza desapareció de mi dedo y dejó una huella blanca que se notaba demasiado en mi nueva piel color canela.

Al tercero resultó que comencé a hacer la mudanza, dejé de vivir con frío y me trasladé a disfrutar de la playa.

Por momentos me dieron ganas de volver por donde había venido y seguir con mi rutina, pero al llegar a una esquina me reflejé en un espejo y vi como la sombra de lo que fui salía despavorida, por lo que no lo dudé y decidí vivir sin miedo en la Calle De Los Cambios, asumiendo el riesgo de que podría ser diferente al despertar cada mañana, pero sabiendo que sería un poquito más grande en experiencias pasadas.

sábado, 26 de noviembre de 2016

CAFÉ SIN LECHE


La taza de café había ido envejeciendo a un ritmo demasiado acelerado, en su interior se sentía joven, pero las pequeñas grietas que empezaban a estropear su belleza infantil dejaban al descubierto el paso de los años.

Algunas mañanas gemía en la más estricta intimidad, sobre todo cuando estaba guardada en aquella alacena y veía como los humanos elegían otros modelos más modernos para desayunar. No podía evitar hacer una comparación, las nuevas no tenían curvas y eran simples a primera vista; ella, sin embargo, poseía un sinfín de carreteras y ochos enredados que dibujaban figuras inventadas por alguna mente inquieta que no se conformó con ser uno más. Esa persona, simplemente, debió de ser especial.

Además tenía un secreto, poseía un diario en el que escribía cada vez que dejaban en su fondo posos de café. En él plasmaba sus sueños, sus anhelos, sus miedos y sus ganas de no crecer...

En una de sus páginas podía leerse una historia que podría parecer inventada pero era real, se notaba que le temblaba la mano cuando la escribió: había pequeños borrones de color marrón intercalados con gotas de agua secas, esa era la prueba más clara de que no estaba sola en ese momento, porque en mi mundo, las tazas escriben y sienten, pero lágrimas no fabrican, sus cuerpos son de cerámica y el agua no se impregna, simplemente resbala y después se seca.

Contaba que algunas noches la despertaba el frío de unas gotas de lluvia y que al mirar hacia arriba se veían relámpagos y centellas. Le costó entender el motivo de esa visita tan continua, pero logró encontrarle un sentido: la lluvia llenaba todo su espacio como antaño la leche lo hacía y los pequeños granizos que de vez en cuando caían le proporcionaban el placer recurrente que hace años el azúcar le producía.

Y parece ser que fue así como la taza encontró la manera de llenar su vacío y el nubarrón de vaciar su desbordante vida.



viernes, 11 de noviembre de 2016

EL CAPITÁN AMÉRICO & LA PRINCIPITA



La Principita estaba sentada en su mesa favorita, era viernes y durante el último mes había adoptado la costumbre de salir a cenar sola cada fin de semana puesto que estaba a punto de despedirse de aquella pequeña ciudad que la había acogido con los brazos abiertos. Deseaba esa soledad elegida, aprovechaba esos momentos para observar a su alrededor, sonreía si notaba bondad y se afligía ante la maldad.

El Capitán Américo apareció ya pasadas las once de la noche. Echó un vistazo rápido al salón y, sin pensárselo, se dirigió hacia la silla vacía que estaba junto a La Principita. La miró directamente a los ojos y supo que sí, que ella aceptaría su acompañamiento, que ella lo comprendería, que ella era diferente. Lo supo sin tener que utilizar sus poderes, tan solo por cómo miraba y por cómo vestía.

El Capitán se deshizo de su escudo, el trayecto que este siguió sólo lo supo interpretar La Principita, como todo el mundo sabe ella mantenía su visión de cuando era niña, y vio muy claramente cómo proyectó en el aire una interrogación muy enroscada, de esas que guardan las preguntas que nunca han sido contestadas.

Le sirvieron el primer plato a él cuando ella ya iba por el postre. Aun así su rapidez a la hora de vivir y la lentitud de La Principita, hizo que se juntaran las mousse de chocolate blanco con guinda incluida.
Y resulta que a ella no le gustaban los frutos rojos, pero nunca había encontrado la forma de deshacerse de ellos en medio de tanto gentío. Él lo intuyó y le acercó su plato: todo lo que a ella le sobraba, él lo quería.

No pidieron café, se les echó el tiempo encima contándose detalles de sus interesantes vidas: los viajes de ella, las luchas de él, el por qué de la ropa holgada de La Principita y el por qué del ajuste de la del Capitán Américo, el motivo de su soledad en ambos casos, los planes de futuro, los hechos del ayer.

Él tan grande y corpulento, ella tan pequeña y efímera, coincidieron una noche entre el gentío y ese día tejieron un hilo rojo que, aún en la distancia, les unirá toda la vida. Sólo tienen que cuidarlo y seguir tejiendo un poquito cada día. 

Los opuestos se atraen, eso decían. Sin embargo no lo eran tanto, en el fondo se parecían; La Principita llevaba toda su vida buscando estrellas y El Capitán llevaba una tatuada en su escudo que lo cuidaba y lo protegía. El Capitán, sin embargo, buscaba salvar a gente de los monstruos de la vida. Desde que la vio por primera vez se dio cuenta de que a ella le perseguía uno constantemente, monstruo que desapareció desde el momento en que supo que él siempre la protegería.






lunes, 24 de octubre de 2016

LUNA

De la red
La noche en la que la luna empezó a desparramarse sin motivo empezaron a sucederse hechos extraños aquí en La Tierra. Las mareas dejaron de marearse y comenzaron a viajar sin tener que tomar pastillas, las sirenas comenzaron a andar y perdieron sus escamas como quien pierde a la lotería, las medusas cesaron de picar y empezó a hacerlo un sencillo calamar que acabaría metido en una lata con una espesa salsa amarilla.

Los caracoles con orejas del pasado empezaron a tener sentido, necesitaban dónde sujetar sus lentes, ya que perdieron vista, olfato y hasta oído.

Las flores dejaron de tener color y se proyectaron en el espacio como un holograma predeterminado, estaban pero no eran, eran pero no estaban. Los amados dejaron de ser románticos, porque no había con qué elaborar los ramos. Las palabras dejaron de tener sentido y los besos junto a los abrazos, quedaron muy devaluados.

La lluvia empezó a caer hacia arriba, se formaban nubes submarinas que provocaban borrascas que entraban por el este y anticiclones anclados en el norte. A su vez, el sur y el oeste sufrieron inviernos gélidos y veranos fríos, respectivamente.

El sol empezó a tener problemas de autoestima, el espejo en el que se reflejaba dejó de mostrarle su cara cada día. Dejó de maquillarse, dejó de pulir su estela, empezó a crecerle pelo y a La Tierra cada vez llegaban más y más sombras sin sentido que sumieron a la población en un letargo absoluto por las mañanas y a la actividad frenética cuando daban las tantas.

Los niños se hicieron adultos y los adultos se hicieron niños. Las niñas se volvieron más niñas y las mujeres abuelitas. Dejaron, por lo tanto de haber madres o personas en cinta, el mundo se libró de los llantos y las cigüeñas, sin trabajo, pasaron a ser pájaros no de tercera, sino de quinta.

Los lobos ya no aullaban desesperados a la luna, se sentaron en las colinas a observar el espectáculo que desde allí se veía, y entre ellos cuchicheaban, gritaban, se decían lo que era un secreto a voces y ellos ya sabían: la luna no soportó más las vistas y prefirió derretirse y convertirse en gas, antes de seguir alumbrando las noches de nuestro hogar. 

viernes, 14 de octubre de 2016

PARCELAS ROSAS

De la red
Sentada cómodamente mirando al infinito percibí un ligero movimiento ondulatorio al fondo y agudicé la vista para intentar descifrar quién era el desconocido que me observaba a escondidas, sin mostrar su rostro, sin decir su nombre, sin silbar al viento o cantar al sol.

Se me hizo el mundo muy pequeñito desde entonces, ese en el que estábamos solos él y yo. Una parcela de tierra pintada de color rosa, en la que a cada paso que dábamos crecía una flor. Esa flor daba olor, ese olor atraía a las abejas, las abejas fabricaban miel y la miel nos servía para hidratarnos la piel y que estuviera suave en el momento de las caricias. 

Un día cayó una tromba de agua y el color rosa se volvió azul. Fue así como nos dimos cuenta de que cualquier agente extraño que entrara en nuestra parcela cambiaría las cosas. Las flores se blindaron de espinas y dejaron de emitir olor, los caracoles subieron por sus tallos llenándolos de babas y apagando su brillo y su color. Nuestra piel empezó a resquebrajarse, al tocarnos sentíamos picores, teníamos rojeces y supimos, al instante, que eso era lo que se llamaba dolor. 

Pensamos entonces qué hacer con él, ponerle uno o dos apellidos y llamarlo de usted, sacarlo a la calle a pasear hasta que le sangraran los tentáculos o meterlo en la cama y darle ibuprofeno.

Al final premeditamos un asesinato con alevosía y nocturnidad: lo metimos en una bolsa mientras dormía y lo soltamos envuelto en hojas de lechuga en la parcela azul. Las babosas y los caracoles hicieron su trabajo y al amanecer el dolor no existía, era solo un hueco en nuestras vidas.

Volvió la parcela rosa, los atardeceres furtivos, las miradas perdidas, volví a percibir el movimiento ondulatorio y sonreí al desconocido. Construí colmenas para las abejas y alejé a los caracoles tirándoles de las orejas. 



viernes, 30 de septiembre de 2016

CORAZA




Hace unos días fui consciente de que perdí la llave que daba acceso a mi interior. Creo recordar que cerré el candado con dos vueltas enérgicas una noche entre sueños descolocados. Después salí de fiesta con otros seres oníricos perdidos, ¡teníamos tanto en común!, y, como sucede en las películas con final feliz, acabé despertándome en cama ajena.

Yo no estaba acostumbrada a llevar las puertas cerradas, y en vez de mostrar una leve sonrisa y contar alguna promesa que sería incumplida para salir cuanto antes de allí resulta que de mi voz brotó un rotundo "adiós" que no dejaba un atisbo de esperanza ni un mínimo gesto de buena intención.

Salir a la calle se convirtió en una actividad autómata, en la que miraba únicamente de frente y no me paraba a auxiliar a abuelitas en apuros o a niños con pies enredados en los columpios.

Supe sacar ventaja a los no sentimientos y empecé a ver los telediarios enteros, me alimentaba del drama ajeno y dejé de comer sano. Por esta razón, dijo el doctor, me dio una tarde de sábado un cólico nefrítico y me ordenó beber agua mineral durante siete días para filtrar impurezas, piedras y arenillas.

Una tarde pasé por una cerrajería, yo no lo notaba, pero mis pisadas eran exageradamente marcadas, iba dejando huellas en las baldosas, estaba acumulando tanto dentro que pesaba mil kilos a pesar de poseer un cuerpo delgado y fino. El cerrajero me llamó, hizo un gesto con la mirada, pasé hasta el fondo y allí estaban: cientos de moldes para llaves personales. Si la elegía, volvería a sentir y todo el peso que llevaba encima se evaporaría, si la dejaba, estaría protegida del dolor de por vida, pero ¿a eso de verdad se le puede llamar VIDA?


domingo, 18 de septiembre de 2016

POSITIVA

De la red
Admiro a las personas que arriesgan, a las que sólo les hace falta una mochila medio llena para tener un motivo por el que andar.

Tanta rutina y tanto planear anula al ser humano, lo acomoda en un mullido sofá y desde allí ve pasar los años mientras que siente que vive la vida que le va proyectando la televisión: ese mundo tan irreal que vamos montándonos a falta del real del que nos vamos olvidando.

Adoro la energía que desprenden algunas almas, aquellas que te incitan a seguir sus pasos como abducidos por su estela, que son capaces de derrotar tu cuerpo si se plantan frente a ti con altivez. Por momentos me siento libre siendo su esclava y de repente lo hago mi esclavo al ofrecerle total libertad. 

Me gusta tocar las palmas de las manos, vislumbrar a través del tacto la historia personal inacabada del ser que me abre esa puerta sin saber que no podrá volver a cerrarla. Escribir con hechos cuentos para adultos con finales felices, de esos con más miradas sinceras y menos cenas copiosas con perdices.

Deseo empezar de cero, borrar de la memoria los momentos con neblina y organizar cada día una fiesta por el mero hecho de estar viva, celebrar con bailes inventados cada agarrón de manos y proyectar fuegos artificiales cuando los abrazos sean tan profundos que provoquen en mí pólvora prensada con una larga y sinuosa mecha. 

Un día de estos cogeré mi mochila, la vaciaré de rutina y la llenaré de energía, recopilaré historias que están por escribir y festejaré cada minuto de vida con relativo alboroto y mucha alegría.


jueves, 25 de agosto de 2016

PIEDRAS

De la red

Necesito la sencillez a mi alrededor tanto como respirar, sin embargo lo complejo va por dentro. Cuestión de equilibrio.

A menudo imagino cómo debe ser la vida de las piedras desde el momento inicial en el que adquieren esa categoría y empiezan a tener nombre.

Esta nació en el fondo de un océano, pesó casi cinco kilos y sus primeros años se la veía redondita, rosada, rodaba al compás que marcaban las mareas, se divertía deslizándose a través de las olas y consiguió hacerse entender con la fauna marina a pesar de poseer una voz grave que asustaba a los caballitos de mar y provocaba escapes de tinta en algún que otro calamar.

Tras un tsunami inesperado y tras la consabida pérdida de conciencia provocada por la situación, despertó en la colina de una montaña donde descubrió lo ardiente que podía llegar a ser el sol en los meses de verano y lo agresivo que era el viento cuando se juntaba con la lluvia durante los largos inviernos y las temporadas de monzón.

La erosión hizo su trabajo y el tiempo, como si de un experto contorsionista se tratara, la moldeó a placer. Ambos decidieron la forma que adoptaría una noche hablando entre secretos, restaron centímetros de aquí y de allí, pulieron las esquinas y dejaron al descubierto su escondido corazón.

La sencillez apareció debajo de tantas capas de piedra caliza, solo hizo falta tiempo, rodaje, experiencias y exponerse a la vida para irse desprendiendo de lo que sobraba y para cambiar el artículo indeterminado: una piedra, por el determinado y con mayúsculas: La Piedra.

martes, 9 de agosto de 2016

LECCIÓN DE VIDA


De la red

Subí tan alto que conseguí tocar las nubes con la punta de los dedos y estaban tan frías que se me congeló el sentido del tacto. Desde entonces no se producen cambios en mi cuerpo cuando acaricio, cuando rozo o cuando señalo con el dedo índice a un señor que lleva pantalones rosas y morados.

Comencé a perder el gusto un día al comer marisco, mi estómago me pedía carne y al defraudarlo o intentar engañarlo, cogió sus maletas y se fue a vivir al sótano de un restaurante vegetariano.

Mi tacto y mi gusto coincidieron una noche en un callejón oscuro. Tacto iba dejando un rastro de piel y gusto una baba gelatinosa, al juntarse formaron una especie de charco que comenzó a agrandarse ayudado por la lluvia que caía y empezó a inundar las calles, se vertió por las alcantarillas y se quedó esperando tranquilamente en la mayor parte de las tuberías.

Desperté esa mañana con un ligera sensación de melancolía, me dolían las neuronas, los glóbulos rojos, las hormonas arrastraban sus axones y no se conectaban cuando yo se lo pedía. 

Bajé a los infiernos y allí permanecí unos días a oscuras. Hasta que un famoso terremoto sacudió los cimientos de las casas y las gotas empezaron a salir de las cañerías, se esparcieron por todo mi cuerpo y recuperé las dosis que necesitaba y no tenía.

Fue así como aprendí que los temblores provocan catástrofes en la superficie, pero asientan y regulan los interiores de pequeños y mayores.



lunes, 25 de julio de 2016

HUMEDAD


Existe el riesgo de perderte en el camino. Cuando uno empieza a andar tienes la sensación de que ves el final, pero está lejos, muy lejos y así a simple vista, no se perciben curvas peligrosas ni pedruscos insalvables en medio de la senda.

Pero una cosa es la perspectiva y otra la realidad. En la realidad hay agujeros muy profundos, caminos paralelos que crean confusión, fieras acechando tras los árboles, frío, aguaceros, soledad, dolor...

Cuando la lluvia arrecia podemos correr, si elegimos esta opción además de llegar a casa cansados corremos el riesgo de pillar un profundo resfriado que nos obligará a pasar en cama unos preciados días.

Si optamos por abrir nuestro paraguas, la cabeza permanecerá seca pero quedaremos aislados del exterior y el ruido de las gotas nos producirá, casi fijo, un terrible y molesto jaquecón.

Por el contrario, si nos paramos, levantamos la barbilla, cerramos los ojos y respiramos con calma, el agua llegará contenta, nos empapará suavemente y se fundirá bajo nuestra piel para nutrir todas esas células que están enfermas, todas las dolencias del corazón, todos los problemas que nos rodean, las penas, la niebla, en definitiva, nos devolverá fulgor.


jueves, 7 de julio de 2016

COSQUILLEANDO

De la red

Siento cosquillas por dentro, ¿quién me descosquillará?, el descosquillador que me descosquille, como mínimo un ojo morado se llevará.

Alguien me regaló un día cientos de instantes inolvidables disfrazados en forma de abrazos, besos, mimos, caricias profundas y cosquillas superficiales.

Los abrazos me produjeron dependencia, ahí me ves a mí, buscando brazos que quieran arquearse alrededor de mi cuerpo, ejerciendo una presión precisa que no ahogue y que no deje caer el misterio.

Los besos son diferentes, aquellos eran libres, me buscaban de improviso, de la misma forma que los dedos tocan a las teclas del piano cuando el músico se concentra en hacerlo bonito.

De repente veo mimos por todos los rincones: gestos, signos, movimientos, que quieren decirme algo... ¡y yo no los entiendo! Los mimos que yo conocía eran diferentes, eran la mano cogida, era retirar el pelo, era pasear desnuda y sentir tu deseo. 

Las caricias se volvieron superficiales y las cosquillas profundas. Las primeras las llevo tatuadas en la piel y echo mano de ellas si es que las necesito. Las últimas, sin embargo, se colaron dentro y ahí las tengo, provocándome cólicos de risa de vez en cuando, gustito a la hora de dormir y dulces espasmos cuando me baño.

Reitero, el descosquillador que me descosquille, un ojo morado se llevará.


domingo, 26 de junio de 2016

HELADO DE FLORES

De la red

Quise esa tarde tan calurosa preparar un helado casero bien fresquito, y en vez de eso voy y cocino un ramo de flores viajero. De esos que se envían a cientos de kilómetros con tarjeta, lazos de colores, firma con dedicatoria y un montón de motivos escondidos.

Metí los tallos en un cucurucho de oblea salmantina, así estaban seguros, nutridos y le aportaban al ramo un aspecto de crujiente y dulce galleta suave y fina.

Avisé al cartero de que era material frágil, dentro de ese montón de flores iban mi afecto, mi cariño, mi recuerdo, algunas lágrimas saladas y un montón de dulces besos. Todo ello cubierto de hielo picado, que se sujetaba a duras penas entre un sinfín de espigados pistilos, miles de estambres y verdes sépalos.

Pasaron varias noches con sus días, el calor no me dejaba dormir bien y tenía una y otra vez recurrentes pesadillas que me obligaban a escribir relatos incongruentes, obras de teatro chiquititas, haikus y poemas variados que empezaron a empapelar los recuerdos de mi corta vida.

Cuando menos lo esperaba llegó la respuesta, el timbre sonó y allí estaba, ante ella, un ramo enorme de flores que tenía escarcha por fuera.


Alguien, en alguna parte del mundo hablaba su mismo idioma, ese en el que no hay reglas gramaticales, de ortografía o acentuación. Ese en el que los pálpitos te hacen creer en imposibles o ser mejores. Ese en el que al intentar hacer un sencillo helado, te sale un complejo ramo de flores.


lunes, 20 de junio de 2016

CITA PROHIBIDA

De la red
Pongámonos el disfraz de señora y señor y vámonos corriendo a perdernos entre la multitud...

...aunque igual nuestros andares nos delatan y resulta que vamos perdiendo piezas que no son nuestras a la vez que pegamos saltitos. Quizá queden nuestros ojos al descubierto y entonces ya no podremos esconderlo.


Es posible que sea más adecuado usar un disfraz que obligue a ponerse gafas de sol, a saber: viudos desconsolados, actriz - actor, recién operados de la esclerótica, fotofobia, detectives privados o anciano y ciego camaleón...

...pero entonces no podría mirarte en carne y hueso, vería siempre un fotograma que solo se pondría en movimiento cuando los espectadores estuvieran preparados y se apagara la luz. Me sentiría celosa porque muchos disfrutarían de la película que nos pertenece solo a los dos y no soportaría un final feliz si yo no soy la protagonista, o un trágico desenlace donde muere el actor. 


Vistámonos entonces de fantasmas, de superhéroes, de espaguetis a la carbonara, de buzón de correos o de papeleta electoral. Todos ellos tienen que estar a la fuerza acompañados: de la bruja, de la chica que necesita ayuda, del bacon, de la carta de amor y de la casilla en blanco que espera tener encima un gran borrón.


Al final optamos por mimetizarnos con la naturaleza, tú serás una hoja de castaño con los ojos marrones pardo, y yo una de abedul con ojos verdes y mirada felina. Quedaremos entre el césped de ese parque que tanto nos gusta, el viento se encargará de trasladarnos y dejarnos a solas un rato. Yo llevo el vino, tú la dulzura.


viernes, 10 de junio de 2016

POR QUÉ

De la red

Así sí, junta tu piel con la mía y convirtámonos durante unos segundos en un solo ser. Te echaba de menos.

¿Sabes? Tenté la opción de coger el camino que llevaba directo a esa parcela de tierra aislada que provoca en quien la pisa una epidemia que está afectando al ser humano hoy en día y que se llama soledad.

Pero justo cuando estaba a punto de dar el primer paso me tocaste el hombro por detrás, di un respingo y tú, para protegerme del susto, me abrazaste con uno de esos abrazos tuyos que sin demasiado esfuerzo siempre han conseguido transportarme durante un instante dentro de ti.

¡Se está tan a gusto visitando tu interior! 

Me deslizo por el pasillo que me va mostrando la dirección con carteles luminosos que señalan las áreas más sonrosadas. Pero nunca he sido una mujer convencional y me atrevo a investigar qué se guarda detrás de esa puerta cerrada con llave, con dos candados oxidados que muestran la herrumbre como tarjeta de visita pero que si te fijas bien, descubres que la acompaña un ligero latir junto a un sonido apagado que compone algo así como un "bum bum, bum bum".

Con un gesto casi premeditado, me quito una horquilla y se deshace parcialmente mi recogido, un mechón de pelo me cae delante de los ojos y no puedo ver cómo consigo abrir todos los estorbos que nos separaban a ti y a mí. Pero lo hago.

Abrí la puerta y entonces lo vi, su corazón estaba hecho de piedra, con las medidas exactas y la forma precisa, era un órgano digno de exposición, pero sonaba hueco y estaba frío. ¿Cómo podía un ser humano tan perfecto carecer de corazón, pero dar tanto cariño?

Entonces volteé mi cara, hurgué en mi pecho, llegué hasta él y me recorrió un escalofrío: yo también estaba hecha de piedra, era una simple estatua que pasa calor o frío.

Éramos iguales, a simple vista dos piezas separadas, pero por dentro unidas de por vida.

Ahora entiendo por qué nos queremos tanto, ahora sé que siempre será así.  



viernes, 13 de mayo de 2016

PALABRAS

De la red

Pueden llegar a sonar como una bella melodía que fue compuesta en exclusividad aquella tarde lluviosa mientras observabas, sin perder detalle, las curvas que dibujaba mi cuerpo cuando dormía junto a ti.

Pueden pasar de largo, comenzar a existir sin un ápice de energía y terminar perdiéndose en el poblado cementerio de las "palabras sin decir".

Pueden nacer para rellenar vacíos, en cenas familiares, ratos de sofá, encuentros fortuitos, cientos y cientos de palabras encadenadas, sin paréntesis, comas, con muchas interrogaciones y pocas haches intercaladas.

Luego están las que llegan a este mundo para herir. Unidas al tono correspondiente, se las adorna con mentiras y se les administra red bull para que además de piernas desarrollen alas. Esas son las que más rápido se propagan, las que hacen más daño, las que cambian tu forma de ver a las personas. No obstante, queda el consuelo de que son fáciles de descubrir, solo están construidas de cartón y silicona.

La mayor parte de las mías llegan a este mundo dibujadas en papel, palabras en una dimensión y con una única dirección que seguir. Para algunos serán pocas, para otros demasiadas, pero de lo que sí estoy segura es de que siempre son sinceras y sobre todo cautas.

Mientras la tormenta dure lo aconsejable es aplicarse a uno mismo el famoso dicho: "Guarda silencio cuando no tengas nada que decir".

He dicho.
  



domingo, 24 de abril de 2016

TEJIENDO

De la red

Llevo meses tejiendo en soledad un montón de retales que voy encontrando cada día según hago mi camino matutino.

Sin querer quedó con forma de corazón, creo que el inconsciente me jugó una mala pasada y mandó órdenes precisas y exactas sin que yo supiera su finalidad.

Lo acabé y lo cargué en mis hombros como si de una mochila enorme se tratara. Lo curioso es que debe tener GPS incluido, porque él mismo me iba guiando, me llevó hasta personas que necesitaban recambios.

La primera mujer que me encontré estaba sentada en un banco, no se sorprendió al verme, susurró que me estaba esperando. Su corazón llevaba años dándole punzadas, calambres y espasmos, me contó entre líneas que un gran amor así la había dejado, que él se llevó un trocito de aurícula izquierda sin su permiso y nunca más volvió a funcionar a buen ritmo.
Descosí el retal adecuado y se lo dejé con aguja e hilo, planchadito y bien doblado. Seguí mi camino.

Empezaron a venir nubes desde el oeste y comenzaron a gritarme, yo no entendía su dialecto pero prestando atención empecé a comprender que querían su parte proporcional de corazón partido.
Entre vientos huracanados me contaron que están hartas de no tener formas definidas, que la gente cree ver caras, animales o hadas madrinas, pero que son casualidades, siluetas que duran unos segundos y pasan a ser borrones sin sentido. Querían ser corazones, latir con fuerza y ser retratadas en los cuadros de los mejores pintores. Llegué a un acuerdo con ellas.

Al retomar el camino pensé que sería una buena idea verter lo que me quedaba por los ríos, así todos los seres, inertes y vivos, tendrían su trocito de corazón sin tener que pedirlo.

Y ahora cada vez que bebo agua noto en el lado izquierdo de mi pecho cómo se produce un pequeño salto y unos cuantos brincos. Se ve que yo también lo necesitaba, percibo que todos estamos lesionados o incompletos, es cuestión primaria buscar la cura o el trozo, el retal o el medicamento.

jueves, 14 de abril de 2016

DOS Y MEDIA

De la red

Alguien que me conoce muy bien ha dejado caer que soy afortunada porque mientras que a la mayoría de los mortales se le asigna solo una vida, yo ya voy gastando la segunda y media...

...y no soy gato!

Me identifico más como pez. Pez pequeño, independiente, sin ataduras mentales, con numerosas escamas que me protegen de los dientes afilados del enemigo, con visión periscópica que me hace prever lo que va a suceder, con una habilidad sorprendente para correr y desaparecer cuando las olas van picadas, con la fortuna de poner huevos y olvidarme de ellos hasta volverlos a poner.

En mi primera vida aprendí a nadar mirando siempre al frente, formaba parte de un banco de peces dorados. Íbamos todos juntos a todos los lados, yo en el medio, terminé sintiéndome en una lata, peor que mis amigas las sardinas, pues yo no iba a ser comida.

Comencé la segunda nadando a braza a contracorriente, creo que alcancé aguas revueltas, el color no era el mismo, azul marino mucho más oscuro de lo normal y allí no se podía ver bien. Aprendí a reconocer las siluetas según se acercaban, el riesgo más grande era encontrarte a un pulpo gigante actuando como comediante. Te fiabas, te reías y cuando menos te lo esperabas, soltaba su chorro negro de tinta y te devoraba en ensalada, como si fueras un simple tomate.

Y la media que queda, esta que ya llevo gastada, está resultando ser de lo más tranquila y gratificante. Una mañana me pescaron en un descuido, con el susto yo me desmayé. Al abrir los ojos me encontré entre cristales, no había olas, no había peces, no podía huir, pero de repente vi un gato desvirtuado que me miraba con unos ojos de deseo como nunca antes nadie lo hizo por mí. 

Entonces, solo entonces me di cuenta de que por primera vez era feliz. Se acabaron los peligros, se acabaron las corrientes, le atraía a otro ser vivo aunque, seguramente, nunca llegaremos a sentirnos. Pero gracias a mi memoria de pez, albergo cada mañana la esperanza de un encuentro fortuito que se desvanece cada noche cuando me pongo el antifaz para dejar de ver. 

Dos vidas y media, y solo soy un pez.

viernes, 1 de abril de 2016

SÍNDROME DE PURPURINA

De la red

Llevaba un tiempo sintiéndose mareada, a ratos el mundo que ella veía daba vueltas, lo que antes estaba arriba ahora estaba abajo y como curiosidad destacar que últimamente, cuando descansaba, lo hacía en posición de ovillo, y descubrió que estaba de un calentito...

Comía poco, bebía agua, tenía sueños repetitivos en los que volaba. De repente le crecían unas alas inmensas con colores chillones que le costaba dominar al principio. Pero a eso de las cuatro de la madrugada ya planeaba, no proyectos futuros, sino que sentía cómo el aire la sujetaba con sumo cuidado, besaba su boca y limpiaba su alma.

Su malestar aumentó, fue consciente de quién lo producía una mañana al cruzarse con él cuando salía de la cafetería. Su corazón empezó a propinarle martillazos a su pecho, se ahogaba por momentos y un pinchazo muy certero aparecía en medio del pendiente de su ombligo, obligándola a curvarse hacía el suelo, sin poder levantar la vista para grabar en su mente el color de sus ojos prohibidos.

Decidió ir al doctor, la examinó con paciencia y le preguntó el motivo de su ligera levitación.

¡Ella ni siquiera lo había notado! ¡Era cierto, no pisaba el suelo, ahora entendía las miradas curiosas cuando bajaba las escaleras velozmente sin dar ningún respingo!

"Todo empeora cuando me cruzo con él", fue decir estas palabras y el Dr lo tuvo claro, le mandó hacer una radiografía y aguardar un ratito en una sala de espera que tenía las paredes en colores claros.

Diagnóstico: Síndrome de purpurina.

Entonces las vió, cientos de mariposas volaban dentro de ella. Por eso levitaba, por eso se mareaba, por eso tenía sueños en los que planeaba, por eso no podía mirarlo a los ojos aunque su deseo era grande, resulta que sin haberlo buscado estaba enfermizamente enamorada.



domingo, 6 de marzo de 2016

TITIRITERA


De la red

Cuéntame una vez más la historia de la niña que soñaba con ser poeta. De cómo escribía en las paredes de su casa dejando desde muy pequeña su huella y su firma. De cómo le ataron las manos a la espalda para que dedicara su tiempo libre a otras cosas más provechosas, de cómo la apartaron de sus sueños y fantasías y la plantaron a la fuerza en medio de un mundo que ella no entendía.

Se movía con pies de plomo entre el bullicio y las malas caras matutinas, los días se le hacían grandes y las noches muy pequeñitas. Ese no era su sitio y ella lo sabía.

Una tarde aprovechó un descuido y se fugó, después de pasar muchas horas sentada en un banco mirando a la gente empezó a comprenderlo: su labor era estar arriba, mirar sin ser vista, aportar sin recibir sueldo o pensión, dedicarse a imaginar su mundo perfecto lejos del caos y de la imperfección.

Se mudó a las nubes, construyó una cabaña, por el día cerraba las puertas y ventanas y al llegar la noche, después de cenar ligero, se sentaba a pescar estrellas varadas. Llegaban hasta ella brillando con dificultad, las auscultaba, las pulía, vendaba sus picos heridos y, con mucho mimo, curaba sus heridas y les daba jarabe para la tos lunar.

Después de unos días de reposo las convencía para volver a lucir. Ella sabía que tenían miedo pero las empujaba con un ligero toque en su espalda sin que se dieran cuenta y en cuestión de segundos empezaban de nuevo a brillar.


Las organizó en una constelación especial, una tras otra, a una distancia predeterminada y sabiendo que todas eran antiguas estrellas varadas que hoy en día centelleaban más que nunca porque tenían unos hilos invisibles que las protegían de los agujeros negros y de las supernovas despistadas.

La niña que un día quiso ser poeta, terminó siendo titiritera de estrellas, de las que están lisiadas, de las que tienen traumas, de las que cuentan historias, de las que nunca se apagan.


viernes, 26 de febrero de 2016

LUZ

De la red


Aquella noche se fue la luz. De repente la oscuridad lo era todo y tuvimos que hablar más de la cuenta para poder situarnos en ese espacio desconocido, sin recovecos o esquinas donde escondernos.

Lo que empezó con un grito, acabó con besos en la boca. No existía la necesidad de cerrar los ojos, pero sin querer, ellos lo hacían. Siempre he mantenido la certeza de que así se diferencia el amor del deseo, el amor se siente por dentro, el deseo sólo llega a las afueras.

Los sonidos se amplificaron y las palabras que me decías las imaginaba como nubes de algodón flotando por el aire dándose la mano y comiendo golosinas. ¡Sonaban tan bonitas!

Pero la luz volvió, y con ella la realidad. Esa rutina que nos ciega la mirada y no nos deja palpar la piel o ponerle el acento a la sílaba adecuada.

Voy a sustituir las bombillas por piñatas, así cuando anochezca, la penumbra nos ayudará a romperlas. Cogeremos lo que se desparrame por el suelo y llenaremos hasta los bordes nuestros cofres de pequeños tesoros con derecho a compartirlos.

Las mañanas serán así más luminosas, los ojos sufrirán dolores extremos, pero el corazón latirá desbocado al descubrir que lo que se vivió por la noche fue realidad, no sólo un sueño.


martes, 9 de febrero de 2016

COSQUILLAS

De la red

Si las ovejas supieran que la lana que alguien esquila de sus cuerpos cada primavera está destinada a formar ovillos, cargarían con el peso de su cabello hecho rastas y fumando sustancias ilegales, mientras que sus conversaciones banales no pasarían de beees en español e inglés.

Si las moscas pudieran comprender que nos hacen cosquillas al posarse sobre nuestra piel, irían volando a comprarse zapatos con tacones muy altos, a ver si así notamos más sus pisadas y las espantamos a puñetazos con un motivo serio entre las manos.

Si la vida pudiera ser leída de antemano, se evitarían muchos disgustos, muchas riñas y muchos infartos. Pero dejarían de verse las caras de sorpresa ante lo inesperado, el brillo de los ojos de los niños frente a los regalos y la palabra adrenalina desaparecería de nuestro vocabulario.

Si las cuerdas perdieran de repente la capacidad de hacer nudos a diestro y siniestro, podrían servir para unir sin ataduras, el mejor de los compromisos, la de estar juntos porque se quiere, sin papeles ni banquetes.

¿Y si las ovejas pudieran volar como las moscas, y las moscas supieran de su breve vida, y la vida se dejara de ataduras y de cuerdas y las cuerdas estuvieran hechas de lana blanca y fina?

Pues las ovejas nos harían cosquillas con sus patitas y reiríamos a carcajadas, las moscas fumarían nuestros cigarros y beberían nuestro alcohol, las cuerdas dejarían de ser cuerdas y se volverían hilos de hilvanar y la vida sería mucho más alegre, pero sobre todo, mucho más sencilla y en ocasiones, más banal.


domingo, 31 de enero de 2016

DIARIO DE UNA CERILLA

De la red


Hoy me ha dado por recordar mi infancia, cuando no era más que una vulgar astilla que formaba parte, junto a otras miles de astillas, de aquel pino que se alzaba orgulloso en el bosque de la parte de atrás.

Las conversaciones allí se volvieron monótonas, fueron 102 años hablando sobre plagas, humedades o el destino que nos esperaba a la vuelta de la colina.

Las más osadas aspiraban a adornar algún palacio de la Corte Real, sin ser conscientes del todo de que nunca serían libres porque para ser una cómoda de esa categoría la madera estaría prensada, lacada o barnizada. Además, en esos casos, se corre el riesgo de que te toque el lugar situado en la esquina más escondida del cajón: serías para siempre la astilla artificial que sostiene al tirante de un sujetador.

Las que no se esforzaban en los estudios, sabían que solo podían aspirar a ser palillos. Pulidos al milímetro, con puntiagudas formas en sus extremos que harán imposible eso de andar. Su labor será sencilla: pinchar, soltar, tirar.

Las aventureras soñaban con llegar hasta las ferias, formar parte del palo largo y grueso de las manzanas caramelizadas era encontrarle el sentido a todas las noches de lluvias, granizos, vientos, babas de caracoles o peludas patas de arañas.

Sin embargo yo era una incomprendida, evitaban mirarme a los ojos cuando decía que solo quería ser una cerilla. Lo conseguí y ahora lo puedo afirmar: fue la mejor decisión que pude tomar, todo mi ser lo conforma una sola astilla y me aportaron un cerebro artificial que además de adornar, me ha servido para valorar en su justa medida la vida. 

Hoy, solo quedamos tú y yo en esta caja de cartón y la habitación que nos rodea está llena de velas esperando a que llegue el amor. Abrázame, fundámonos, antes de ese momento quiero sentirlo yo. Sólo después podremos preparar nuestros cuerpos para dejar de ser de una vez simples astillas y empezar a sentirnos libres como lo son las cenizas.

lunes, 25 de enero de 2016

MI ESCONDITE

De la red

Tengo un escondite secreto donde las voces ajenas no llegan, donde el silencio ocupa todo el espacio, donde me limito a mirar a la nada y a sentir la no presencia.

Allí no existe el miedo, las angustias o los imposibles, resulta ser el sitio adecuado para expresarte y saber que eres escuchado sin que te juzguen, empiezo a pensar que los oyentes de ese tipo deben de ser de otro planeta, porque aquí no conozco a nadie que no te mire y no te plante la etiqueta.

Suelo ir por las noches, así es más fácil moverse por las carreteras. Además, la luz de la luna me ilumina y durante unos minutos adopta la función de guía que tanto le gusta y le motiva.

Es curioso, pero al llegar noto que mi sangre deja de circular, es como si muriera por un instante, como si allí fuera todo tan fácil que sobra hasta respirar. También he descubierto que las lágrimas se convierten en diamantes, por lo que estoy rodeada de brillo natural.

De repente mi boca se mueve, hablo, cuento, relato, narro, voy entonando los sonidos y en ocasiones desafino, un nudo en la garganta se me ha formado. Pero muevo la cabeza de un lado a otro y como por arte de magia, trago y resulta que se ha esfumado.

Me atrae mi escondite porque nada malo puede pasar, porque allí el dolor es efímero, porque lo feo nunca llegará, porque allí estoy sola queriéndolo estar, porque el silencio es tan profundo que por momentos me siento como si estuviera en el fondo del mar.

domingo, 17 de enero de 2016

AGUA

De la red

Soy unos metros de tierra infértil en medio de La Huerta murciana, soy el color rosa en las fotos en blanco y negro, soy alta para los niños, soy pobre para los ricos.

Tengo ganas de tener sueños, de vivirlos en primera persona y tocarlos con los dedos. Quiero SENTIR hasta quedarme en los huesos, de esa forma tan romántica que ya se ha olvidado y en la que yo me instalé hace tiempo.

¿Dónde se fueron las historias de cuento? Esas que contaban lo que alimenta al ser humano: el cariño, los "te quiero", las pompas de jabón volando por el cielo, las manos entrelazadas, los silencios que lo dicen todo, los abrazos rompecostillas, los besos a diestro y siniestro...

Necesito volver atrás, borrar los últimos capítulos de mi historia y rehacerlos. Creo que a la protagonista le voy a cambiar la ropa y a teñirle de azul el pelo. Así será más consciente de que importa a mucha gente, de que le ofrecen amor, sólo debe estirar la mano y recogerlo.

Hoy puedo decirlo: si la necesitas, te daré agua, aún en medio del desierto. Pero tendrás que arrastrarte por la ardiente arena hasta llegar a mis manos, si lo único que quieres es saciar tu deseo.

jueves, 7 de enero de 2016

DELICADEZA

De la red

Mis ojos se clavaron en tus manos, esas que muestran el paso del tiempo tan bien aprovechado con solo tocarlas.

Me traías una flor en medio de este invierno. Sonreí.

"Es una flor chiquitita y frágil como tú", dijiste. "Cuídala, es para ti".

La cogí con mucha delicadeza y me la guardé en el bolsillo del vestido azul tan vaporoso que vestía ese día.

El camino hasta casa resultó ser muy especial, de repente las nubes se esfumaron del cielo dejando solo un áspero recuerdo y un rayo de sol obstinado, tocándome en el hombro para avisarme, se empeñó en acompañarme allá donde fuera. Tuve que ponerme la mano de visera porque me iba chocando con los viandantes, curiosamente, nadie se enfadaba, todos sonreían y me dejaban pasar como si de una princesa de cuento se tratara.

Al mirar hacia atrás me di cuenta de lo que sucedía, pisara el adoquín que pisara, como por arte de magia, desaparecía. En su lugar brotaba un pequeño bosque con su flora y su fauna autóctona, un ecosistema independiente, lleno de luz, de color verde, saturado de vida.

Llegué a casa y coloqué a mi flor en un pequeño jarrón junto a la ventana, la regué con mucha agua fresca y la rodeé de detalles: jabones artesanales, cajas de música, libros esenciales y mariposas hechas de papel tan reales, tan reales, que por momentos parecía que iban a volar por el aire.

Y así se consiguió el equilibrio, era pasar y verla allí tan radiante, que me recordaba de inmediato a bosques, a sonrisas, a olores frescos y a las manos de alguien que un día la arrancaron de su tierra para que empezara a formar parte de la mía.


sábado, 2 de enero de 2016

CUENTAS

De la red

Ella removía el café, lo soplaba de vez en cuando y se distraía conscientemente con el humo que subía y dibujaba figuras imposibles antes de desaparecer.

Él retocaba su pelo, se perfumaba, se miraba en el espejo.

A Ella se le quedaba grande la casa con su ausencia, aprendió a llenar de música las estancias, a decorar las paredes con fotografías antiguas, a vivir rodeada de recuerdos, a esperar el cambio que, posiblemente, nunca llegaría.

Él llegaba tarde a casa y le daba un beso en la mejilla, durante esos segundos sentía que el pulso de Ella estaba un poquito más débil cada día. 

Poco a poco Ella fue perdiendo color, maquillaba de rojo sus labios, sus uñas y hasta su corazón, una capa de chapa y pintura que tapaba los agujeros que poco a poco se fueron haciendo por la falta de amor.

Un día Él dejó en el suelo una gran caja envuelta en papel de regalo y se fue. Al levantarse y verla los ojos de Ella se iluminaron, estaba descalza y su cuerpo delgado temblaba mientras avanzaba y se acercaba hasta su lado.

La abrió tranquilamente, sabía que dentro encontraría algo que la cambiaría. No se equivocó, debajo de una fotografía actual había una nota que decía:


"Te perdono, perdóname, deshazte de Ella, yo lo haré de Él y rehagamos de una vez NUESTRA vida"