jueves, 11 de julio de 2019

PRINCESA



Creo que soy una princesa, o eso es lo que siempre me han dicho. Vivo rodeada de oro y terciopelo, tengo el cabello largo, zapatos de cristal y, como mínimo, cuatrocientos treinta y cinco vestidos.

Paso la mayor parte del tiempo esperando en mis aposentos. Después de mi baño templado, de enmascarar los defectos, de leer algunos clásicos o de tocar el piano, tiendo a mirar entre las rendijas que separan la calle de mi rellano. No sabía de ese otro mundo y se ha vuelto adictivo.

De primeras oí pasar a personas que hablaban un lenguaje extraño. Yo, que domino varios idiomas, no identifiqué ciertas expresiones, por lo que ordené al escriba de la corte un estudio completo y un porqué de todo ello.

Otro día intenté llamar la atención sacando el pelo por la ventana. Es lo que había visto hacer a Rapunzel y que queréis que os diga, tanto esperar aburre hasta a la más divertida. Lo curioso de todo esto es que a los diez minutos noté un tironcito y escuché a una plebeya diciendo algo así como: "estreno extensiones". Ni que decir tiene que ahora luzco un trasquilado importante, más dudas y muchas cuestiones.

Por otro lado, mis damas me hablaron de una nueva aplicación donde puedes vender ropa usada, mobiliario, libros viejos o pompas de jabón. Con la idea de hacer un poco de sitio, decidí vender a precio de saldo mis zapatos de cristal, la verdad es que los usé una noche y no los volveré a usar. Pues recibí cientos de mensajes que contenían la palabra "cosificar", y al buscar su significado terminé cosificando a la aplicación y al personal.

Creía que era una princesa, o eso es lo que siempre me habían dicho. Vivo rodeada de oro y terciopelo, tengo el cabello trasquilado, zapatos de cristal cosificados, cuatrocientos treinta y cinco vestidos y he llegado a la conclusión de que hablo un idioma extinguido.