domingo, 26 de abril de 2015

REVOLUCIÓN

De la red
Sucedió una noche, en medio de una revolución de estrellas, la líder se subió al estrado, dio un golpe seco con la punta de su mano y dejó claro que las cosas habían cambiado a partir de ya.

Desde la Tierra les llegaban miles y miles de miradas tristes, voces que imploraban ser dueños de una de ellas, las etiquetaban y les ponían nombres terrestres, les pintaban coloretes, pelo, pestañas y sonrisas.  

Cada noche, a la hora de ponerse en fila para distribuirse y empezar a brillar, se armaba un motín entre bambalinas, porque todas querían llevar puestos sus complementos: sus pelucas, sus pinturas, sus mini uñas postizas y no podía faltarles su pin serigrafiado donde se leía su nombre.
Exigían ponerse siempre en el mismo sitio para que sus dueños pudieran observarlas y mandarles sus misivas.

Se habían humanizado y ahora sentían el miedo, la angustia, la emoción y la alegría.

Como albergar emociones sólo causaba problemas, la líder del grupo tomó una decisión Salomónica: a partir de ese día todas vestirían de uniforme y saldrían a trabajar agarradas de la mano.
Pero a cambio les ofreció un don que hasta entonces había estado infravalorado: que llegada cierta hora de la noche todas juntas empezaran a girar muy rápido, desprendiendo luz y color a la vez que garabatean mensajes de aliento para todas aquellas personas que lo necesitaban para calmar su corazón.

Mientras dormimos cada noche, miles de palabras se escriben en el cielo con tinta de estrellas. Algunas serán para nosotros y sin leerlas se deshacen en la madrugada como los nudos en las zapatillas nuevas.

Los que tienen la suerte de descifrar sus mensajes, portan grandes ojeras en sus rostros arrugados, pero albergan esa paz interior que todos y cada uno de nosotros estamos buscando.


sábado, 18 de abril de 2015

OCHENTA Y OCHOS

De la red

Hoy me imagino las historias de amor como ochos enrevesados que se unen entre sí al juntarse casualmente un día.

Algo cambia en tu interior, dejas de ser un ser egocéntrico y comienzas a dejar hueco para que las emociones, las ilusiones, los proyectos y los deseos puedan acomodarse entre tus muchos miedos repartidos por toda tu anatomía.

Voy a hacerlo sencillo:

Ya eres un 88. Despertarse tarde, acompañada en la cama, con los cuerpos enredados después de haber compartido escenas de sueños, como por ejemplo, que los dos estábamos escapando de los malos, nos perseguían, nos amenazaban... y llegado el momento, tú me abrazaste para protegerme de las balas que caían, y yo, como soy chiquitita y poco más podía hacer, intentaba escuchar los latidos de tu corazón para regalarte palabras de ánimo si notaba que las necesitabas.

Compartir los detalles de los sueños y reírnos un rato. ¡Oye, qué tenemos el pelo desordenado, legañas en los ojos y la boca espesa después de tanto kilómetro andado!

Desayuno tranquilo, con el ruido de los cacharros de fondo y el olor a café que inunda los sentidos.

El cielo está de un azul ceruleo que no se puede dejar de mirar, nos sentamos en las hamacas e inventamos palabras nuevas para los nombres de los colores que puedan describir los tonos que nuestras pupilas alcanzan a observar. A la vez, nos tapamos con una manta de pelo largo, y por debajo, nos damos la mano.

Después escribo durante un ratito y te lo leo con miedo ¿estará bien? ¿estará mal? Opinas que valgo para esto y que la sala de teatro lo va a petar. Sonrío por tu confianza, soy novata y no aspiro a ganar premios, soy tan feliz sólo con crearlo...

Comemos sin la tele puesta, aunque casi no hace falta comer, sólo con mirarnos nos alimentamos. Celebramos con un chín chín bien sonoro haber creado un plato de macarrones tan rico con nuestras cuatro manos.

El sueño nos vence en el sofá, duermes mientras te acaricio el pelo, duermo mientras me besas y me preguntas con los ojos semicerrados ¿cómo estás?

Preparo a escondidas un baño caliente y espumoso, notas el olor de esencia de vainilla que desprende mi cuerpo, yo te cojo de las manos, te desnudo despacito, nos acomodamos como dos ochos torcidos que ahora somos. La música que suena de fondo nos traslada a mundos escondidos.

Queremos ver una película que nos ayude a entender este enredo nuestro, pero buscamos y buscamos y resulta que a nadie se le ha ocurrido darle vida animada a ochos sueltos que vagan perdidos, para que se amen, se unan y después tengan muchos ochitos.

Así que decidimos que como estamos rodeados de libros, películas, música y teatro, mejor montamos nuestra propia obra maestra: esa que aún no se ha inventado, la que nunca nadie ha visto, la que pocos imaginan y ni mucho menos, nadie ha escrito.


viernes, 10 de abril de 2015

ALIANZAS

De la red

A Caperucita le habían enseñado que el bosque era un sitio lúgubre, feo y peligroso. Vivió su infancia rodeándolo una y otra vez. Algunos días se acercaba lo suficiente como para meter la cabeza entre las hojas de aquel viejo árbol centenario y creía ver color, observar el vuelo de las mariposas más bellas del lugar y escuchar cantos armoniosos que provenían de gargantas desconocidas.

Creció, Caperucita perdió la inocencia y un día primaveral del mes de mayo, decidió ir a coger frutas de temporada. Pensó que ya era hora de buscar nuevas especies dentro del bosque, y aunque le temblaban las piernas, se armó de coraje y empezó a andar.

La luz se colaba entre las ramas de los árboles, que proyectaban figuras imposibles en el suelo lleno de barro y helechos verdes. 

De repente, sus ojos sufrieron una transformación y por arte de magia ante ella se mostró: era el lobo del que hablaba la gente, ese animal peludo que se comía a las personas que osaban cruzarse en su camino, ese que utilizaba los huesos más finos para hacer en sus ratos libres miles y miles de palillos, ese que tenía unas garras tan afiladas que partía la carne sin esfuerzo y que si quería, podía bordarla.

Ella no lo percibió así, ella vio tan sólo a un ser vivo, cuya mirada le decía que necesitaba intercambiar unas palabras, que quería explicarse y compartir lo que llevaba dentro, que lo habían juzgado un día sin preguntarle ni conocerlo.

Desde entonces y hasta hoy en día, cada tarde pasan un rato juntos. Caperucita descubrió que el lobo no construía palillos, que era vegetariano y que tenía poco pelo, pero muy suave y acondicionado. 
Pudo conocer el bosque bien a fondo y se bañó en aguas cristalinas, observó de cerca el vuelo de las libélulas, comió bayas dulces y nutritivas...

"La mayoría de la gente está ciega y vive equivocada" -dijo un día el lobo, "transmiten sus miedos y su propia mirada a sus hijos, sin ofrecerle la amplitud de caminos que tenemos ante nosotros".

Esa tarde una lágrima cálida brotó de sus ojos, por fin tenía una aliada en ese difícil mundo que él había elegido: el bosque que desde fuera se veía triste y oscuro, pero que dentro tenía más vida que en la mayoría de edificios repletos de mujeres, niños y maridos.


sábado, 4 de abril de 2015

MI POETA


Poetas... desearía vivir dentro de la habitación desde la que trabaja alguno de ellos, ser nada más que una palabra elegida al azar, pero una de las que se necesitan a menudo, esa a la que se recurre cuando la rima no brota, cuando la cabeza duele, cuando el bloqueo visita el bar.

Quiero sentir cómo ese lapicero tan especial me va creando, dirigido por unas manos firmes que en ocasiones tiemblan al percibir que van a ser cómplices del nacimiento de una poesía única, dedicada, dirigida a alguien con nombre y apellidos.

Los trazos curvos se combinan con los rectos, cierro los ojos y disfruto de ese vértigo agradable, pero acaba con un final inesperado: una lágrima cae junto a mi "m" tan bien caligrafiada, ¡es tan sensible mi poeta!

Cuando se van completando los versos que componen el soneto, una sombra oscura visita la estancia. El trabajo está hecho, el mensaje ha brotado, dentro de su pecho queda un vacío inmenso, necesita salir a la calle y observar el entorno, empaparse de la realidad enmohecida por la escasez de empatía, vuelve a casa cabizbajo e intenta encontrar motivos entre la música antigua, esa que antes lo removía.

Piensa un poco y llega al convencimiento de que necesita que le rompan el corazón, que sólo cuando se sumerge en ese estado nacen las palabras más bonitas, las rimas consonantes, las sinalefas sin ton ni son. Es capaz de crear entonces romances que recitarán miles y miles de aficionados en lugares elegidos por su ambiente y su decoración, los blancos rotos de las paredes combinados con láminas pintadas a mano que te ayudan a sumergirte de lleno entre las letras y la musicalidad de las que sólo los poemas son propietarios.