jueves, 26 de febrero de 2015

ALTOS Y ESPIGADOS

De la red

Con zancos, porque hay temporadas en la vida en las que dar pasos adelante se presenta complicado.

De puntillas, si eres una elegante bailarina luce, pero si te obligan a permanecer en esa postura duele.

Con zancos y de puntillas, porque si añadimos lo que parece un simple movimiento al caminar con zancos, el transitar normal de nuestros días se vuelve casi imposible.

Nací para expresar lo que llevaba dentro, comencé tímido, sencillo. Poco a poco he ido encontrando las palabras adecuadas a cada momento vivido.

Hay días en los que parece que bajo en picado hasta el centro de La Tierra, que en el descenso me araño los brazos con las piedras que encuentro por el camino, que mi piel se quema según me acerco al núcleo, que mi vista se nubla por no llevar los ojos protegidos.

Otros sin embargo, me elevo hasta las nubes y doy largos paseos respirando aire puro, la calma me invade, la soledad me alivia, el color azul tan intenso del cielo provoca que las lágrimas que guardo en el bolsillo de la felicidad broten porque no quieren perderse ni ellas ese espectáculo tan brutal.

En todo este tiempo he aprendido que lo verdaderamente importante es intentar disfrutar también del camino. Del que nos lleva al mismísimo infierno, porque de él volveremos renovados, cansados sí, pero con kilos y kilos de aprendizaje y conocimientos. Y del que nos envía al cielo, ese que produce vértigo según se sube y del que bajamos gruñendo porque no queremos.

Voy a barnizar una vez más los zancos y quizá le pinte flores, notas musicales y animalillos. Me los pondré cada mañana para practicar en cuestas o subir bordillos. Quiero llevarlos puestos cuando suba o cuando baje y deseo que sus desventuras dejen su firma en privado o en público, pero en un público reducido.

jueves, 19 de febrero de 2015

ACURRÚCATE




Psss, psss, eh tú! Ven, ven que te voy a contar un cuento. 

Acomódate encima de los cojines, cruza las piernas y estira la espalda, o mejor, acurrúcate entre mis brazos, pero cierra los ojos e imagina las escenas.

Te prometo adornar los episodios con purpurina, pintaré a mano dibujos que engrandezcan los sucesos, apretaré tu mano con fuerza cuando asome el morro del lobo por detrás de algún árbol, limpiaré la lagrimita que caiga de tus ojos cuando den las 12 de la noche en la fiesta.

Intentaré explicarte con palabras sencillas la complejidad del amor, dos personas que un día desearon estar juntas y que por diversas razones terminan caminando en sentido opuesto. La mayoría de las veces la causa es la misma, me lo dijo un pajarito al oído: "no cuidamos".

Yo añadiría: "no valoramos".

La presencia de las brujas o los magos no son más que los inconvenientes que de vez en cuando se nos plantan delante, vemos sus sombras reflejadas en la pared que aumentan el tamaño real y tiemblan amenazadoras, pero resultan ser nada más que una ilusión óptica, si le lanzamos una pócima compuesta por ancas de rana y pelos de tarántula, empequeñecen. Podremos entonces mirarlas a los ojos y destruirlas con la fuerza de nuestra mirada.

Las perdices... mira como vuelan, dejaron de ser el plato fuerte del convite, resultó ser que no permitían hacer bien la digestión a los novios y que dejaban la cocina repleta de plumas sueltas, provocando así caídas tontas, estornudos y otras lindezas.

Pero los amigos son reales, los paisajes existen, las miradas son auténticas, los deseos...invencibles.


Teniendo en cuenta todo esto, relájate y descansa la mirada, va a empezar el relato de tu vida, con cupidos, dragones, enanos o Reyes Midas, todo lo que sucede en tu día a día, pero dándole a los pequeños detalles la importancia que se merecen. Porque ¿sabes?, a veces hasta el simple vuelo de una mosca permite modificar la posición de nuestra cabeza y con ello conseguimos ver desde otra perspectiva, más limpia, más objetiva.

"Érase una vez que se era..."


viernes, 13 de febrero de 2015

EL FARO DE LA SIRENA




La mayor fortuna de las sirenas es que son dueñas de su libertad.

Vivió con esa sensación hasta que el amor llamó a la puerta, de la noche a la mañana se instauró dentro de ella una frontera que acortaba sus brazadas debajo de mar. Perdió la esencia de lo que un día fue y abandonó la idea de realizar esas excursiones en solitario que le servían para descubrir nuevos lugares donde sentarse a admirar todo lo que ella anhelaba conocer.

El faro se lo contaba noche tras noche. Ella salía a la superficie y tapaba el frío de sus hombros con su pelo largo y abundante, colocaba cuidadosamente la cola para no perder ninguna escama, era tremendamente presumida, y esperaba hasta que subía la marea.
Entonces el faro se iluminaba, su luz iba y venía y con ello logró crear un lenguaje único que sólo su sirena sabía interpretar.

Creía ella, gracias a su ingenuidad, que a ratos le guiñaba un ojo, por lo que todo lo que venía detrás lo leía como entrecomillado, dándole después el toque de humor necesario para acabar la jornada esbozando cada día, un nueva y gran sonrisa.

Y caía rendida al amanecer, se dejaba arrastrar por las olas más caprichosas que la empujaban con suavidad hasta lo más profundo del océano, para que una vez allí, pudiera elaborar los sueños a la medida de sus necesidades.

Pasó el tiempo y su mirada se iba apagando, notó que los mensajes que recibía cada noche comenzaban a repetirse, las promesas no llegaban, los proyectos se desvanecían, su pelo perdió brillo y las escamas de la cola se resquebrajaban cuando la rozaban unas simples gambas o los tentáculos de una medusa.

Dejó de acudir a su cita diaria, durante esas horas derramaba litros y litros de lágrimas, lágrimas que al nutrirse de la sal condensada en esas aguas convirtieron al océano en una gran superficie de tonos plateados, en la que la sirena consiguió recordar que no le asusta desgastarse, porque es eterna y sabe que lo que hoy luce semiapagado, mañana brillará, que lo descolocado, se colocará y que las heridas abiertas, terminarán por cerrar.

viernes, 6 de febrero de 2015

PICNIC


Cierro los ojos, los vuelvo a abrir y ya es primavera. Dejo aparcadas en un rincón las botas oscuras y visto a mis pies con las zapatillas más cómodas y bonitas que tengo guardadas en la memoria.

Preparo una cesta de picnic y decido ir andando hasta la orilla del río. Extiendo el mantel cuadriculado y comienzo a colocar encima el pan, los patés, el jamón, un rico bizcocho de yogur como postre y vino tinto para disfrutarlo con los cinco sentidos.

Primer bocado, queso fresco a las finas hierbas y se presentan ante mí los DESEOS más anhelados: la unión de nuestras manos, los besos que no se dieron, las sonrisas satisfechas, tu felicidad reflejada en el agua, los días de descanso sin necesidad de palabras, ese amanecer enredados entre mantas y sábanas medio mojadas.

Con el segundo llegan los MIEDOS: sentir el corazón desbocado, sobrepasar límites insospechados, dar pasos en falso o descubrir mentiras, ver como de mis manos brotan escritos macabros o pinturas prohibidas.

Al probar el paté de pimienta, vino hasta mí lo INVENTADO: el relleno que le ponemos a nuestra vida para adornarla y verla así más bonita. Palabras, gestos, detalles, momentos, recuerdos a los que les cambiamos el color, sucesos que no sucedieron y que nos empeñamos en buscarle un hueco aunque sea a base de calzador.

Con el postre llegaron los HECHOS: la realidad más dulce, la verdad más amarga, esa mezcla tan habitual en la repostería moderna, pero que cuesta digerirla cuando forma parte de tu día a día.

La tarde resultó provechosa, ordené el caos, tomé vitaminas, alimenté mi cuerpo sin pensar en las calorías, me limité a ser yo, con las uñas pintadas porque le aportan a mis manos un toque de fantasía, con mis piernas cruzadas, que me aseguran una óptima caída, con mi pelo largo que llegado el momento tapa el rubor que provocan tus caricias.