martes, 5 de septiembre de 2017

LA ARAÑA QUE LLEVO DENTRO

De la red

Me adentro cada noche en la oscuridad de mis pensamientos y ellos me llevan de viaje a lugares inesperados, adopto forma de animales o seres fantásticos, hablo idiomas que no se escriben o escribo palabras que nunca digo.

Recuerdo aquella vez, no tan lejana en el tiempo, en la que me encontré de repente tejiendo una tela de araña con mis ocho patas bien ocupadas. Se veía que tenía experiencia, pues esa agilidad que presentaba no se consigue de la noche a la mañana. Debo haber sido viuda negra o tarántula en el inconsciente, porque conscientemente nunca hubiera elegido habitar en el cuerpo de ese artrópodo tan repelente.

Pero como siempre intento buscar el lado positivo, empecé a indagar en el fondo oscuro y encontré un montón de trofeos con mi nombre. Parece ser que los tenía guardados en el olvido, creo que por alguna causa que no recuerdo un día debieron dejar de tener sentido.

Poseía el título de Tejedora en Espiral, una especialidad muy cotizada dentro del mundo arácnido, porque exigía una capacidad innata para torcer la seda armoniosamente sin que se quebrara o creciera una baba inesperada.

Otro diploma que llevaba mi nombre era la del récord Guinness que gané por ser la primera en cruzar la meta en aquella locura de carrera. Se trataba de ponerse en las ocho patitas zapatos de tacón de aguja y correr a toda pastilla sin poder doblar ninguna rodilla.

Pero la capacidad que más echo de menos como humana y que poseo cuando pienso que soy una araña es la de ver periféricamente la vida diaria. Desearía no perderme ni un instante de cada día y por las noches, si he de competir corriendo, que sea con zancos y de puntillas.