domingo, 31 de enero de 2016

DIARIO DE UNA CERILLA

De la red


Hoy me ha dado por recordar mi infancia, cuando no era más que una vulgar astilla que formaba parte, junto a otras miles de astillas, de aquel pino que se alzaba orgulloso en el bosque de la parte de atrás.

Las conversaciones allí se volvieron monótonas, fueron 102 años hablando sobre plagas, humedades o el destino que nos esperaba a la vuelta de la colina.

Las más osadas aspiraban a adornar algún palacio de la Corte Real, sin ser conscientes del todo de que nunca serían libres porque para ser una cómoda de esa categoría la madera estaría prensada, lacada o barnizada. Además, en esos casos, se corre el riesgo de que te toque el lugar situado en la esquina más escondida del cajón: serías para siempre la astilla artificial que sostiene al tirante de un sujetador.

Las que no se esforzaban en los estudios, sabían que solo podían aspirar a ser palillos. Pulidos al milímetro, con puntiagudas formas en sus extremos que harán imposible eso de andar. Su labor será sencilla: pinchar, soltar, tirar.

Las aventureras soñaban con llegar hasta las ferias, formar parte del palo largo y grueso de las manzanas caramelizadas era encontrarle el sentido a todas las noches de lluvias, granizos, vientos, babas de caracoles o peludas patas de arañas.

Sin embargo yo era una incomprendida, evitaban mirarme a los ojos cuando decía que solo quería ser una cerilla. Lo conseguí y ahora lo puedo afirmar: fue la mejor decisión que pude tomar, todo mi ser lo conforma una sola astilla y me aportaron un cerebro artificial que además de adornar, me ha servido para valorar en su justa medida la vida. 

Hoy, solo quedamos tú y yo en esta caja de cartón y la habitación que nos rodea está llena de velas esperando a que llegue el amor. Abrázame, fundámonos, antes de ese momento quiero sentirlo yo. Sólo después podremos preparar nuestros cuerpos para dejar de ser de una vez simples astillas y empezar a sentirnos libres como lo son las cenizas.

lunes, 25 de enero de 2016

MI ESCONDITE

De la red

Tengo un escondite secreto donde las voces ajenas no llegan, donde el silencio ocupa todo el espacio, donde me limito a mirar a la nada y a sentir la no presencia.

Allí no existe el miedo, las angustias o los imposibles, resulta ser el sitio adecuado para expresarte y saber que eres escuchado sin que te juzguen, empiezo a pensar que los oyentes de ese tipo deben de ser de otro planeta, porque aquí no conozco a nadie que no te mire y no te plante la etiqueta.

Suelo ir por las noches, así es más fácil moverse por las carreteras. Además, la luz de la luna me ilumina y durante unos minutos adopta la función de guía que tanto le gusta y le motiva.

Es curioso, pero al llegar noto que mi sangre deja de circular, es como si muriera por un instante, como si allí fuera todo tan fácil que sobra hasta respirar. También he descubierto que las lágrimas se convierten en diamantes, por lo que estoy rodeada de brillo natural.

De repente mi boca se mueve, hablo, cuento, relato, narro, voy entonando los sonidos y en ocasiones desafino, un nudo en la garganta se me ha formado. Pero muevo la cabeza de un lado a otro y como por arte de magia, trago y resulta que se ha esfumado.

Me atrae mi escondite porque nada malo puede pasar, porque allí el dolor es efímero, porque lo feo nunca llegará, porque allí estoy sola queriéndolo estar, porque el silencio es tan profundo que por momentos me siento como si estuviera en el fondo del mar.

domingo, 17 de enero de 2016

AGUA

De la red

Soy unos metros de tierra infértil en medio de La Huerta murciana, soy el color rosa en las fotos en blanco y negro, soy alta para los niños, soy pobre para los ricos.

Tengo ganas de tener sueños, de vivirlos en primera persona y tocarlos con los dedos. Quiero SENTIR hasta quedarme en los huesos, de esa forma tan romántica que ya se ha olvidado y en la que yo me instalé hace tiempo.

¿Dónde se fueron las historias de cuento? Esas que contaban lo que alimenta al ser humano: el cariño, los "te quiero", las pompas de jabón volando por el cielo, las manos entrelazadas, los silencios que lo dicen todo, los abrazos rompecostillas, los besos a diestro y siniestro...

Necesito volver atrás, borrar los últimos capítulos de mi historia y rehacerlos. Creo que a la protagonista le voy a cambiar la ropa y a teñirle de azul el pelo. Así será más consciente de que importa a mucha gente, de que le ofrecen amor, sólo debe estirar la mano y recogerlo.

Hoy puedo decirlo: si la necesitas, te daré agua, aún en medio del desierto. Pero tendrás que arrastrarte por la ardiente arena hasta llegar a mis manos, si lo único que quieres es saciar tu deseo.

jueves, 7 de enero de 2016

DELICADEZA

De la red

Mis ojos se clavaron en tus manos, esas que muestran el paso del tiempo tan bien aprovechado con solo tocarlas.

Me traías una flor en medio de este invierno. Sonreí.

"Es una flor chiquitita y frágil como tú", dijiste. "Cuídala, es para ti".

La cogí con mucha delicadeza y me la guardé en el bolsillo del vestido azul tan vaporoso que vestía ese día.

El camino hasta casa resultó ser muy especial, de repente las nubes se esfumaron del cielo dejando solo un áspero recuerdo y un rayo de sol obstinado, tocándome en el hombro para avisarme, se empeñó en acompañarme allá donde fuera. Tuve que ponerme la mano de visera porque me iba chocando con los viandantes, curiosamente, nadie se enfadaba, todos sonreían y me dejaban pasar como si de una princesa de cuento se tratara.

Al mirar hacia atrás me di cuenta de lo que sucedía, pisara el adoquín que pisara, como por arte de magia, desaparecía. En su lugar brotaba un pequeño bosque con su flora y su fauna autóctona, un ecosistema independiente, lleno de luz, de color verde, saturado de vida.

Llegué a casa y coloqué a mi flor en un pequeño jarrón junto a la ventana, la regué con mucha agua fresca y la rodeé de detalles: jabones artesanales, cajas de música, libros esenciales y mariposas hechas de papel tan reales, tan reales, que por momentos parecía que iban a volar por el aire.

Y así se consiguió el equilibrio, era pasar y verla allí tan radiante, que me recordaba de inmediato a bosques, a sonrisas, a olores frescos y a las manos de alguien que un día la arrancaron de su tierra para que empezara a formar parte de la mía.


sábado, 2 de enero de 2016

CUENTAS

De la red

Ella removía el café, lo soplaba de vez en cuando y se distraía conscientemente con el humo que subía y dibujaba figuras imposibles antes de desaparecer.

Él retocaba su pelo, se perfumaba, se miraba en el espejo.

A Ella se le quedaba grande la casa con su ausencia, aprendió a llenar de música las estancias, a decorar las paredes con fotografías antiguas, a vivir rodeada de recuerdos, a esperar el cambio que, posiblemente, nunca llegaría.

Él llegaba tarde a casa y le daba un beso en la mejilla, durante esos segundos sentía que el pulso de Ella estaba un poquito más débil cada día. 

Poco a poco Ella fue perdiendo color, maquillaba de rojo sus labios, sus uñas y hasta su corazón, una capa de chapa y pintura que tapaba los agujeros que poco a poco se fueron haciendo por la falta de amor.

Un día Él dejó en el suelo una gran caja envuelta en papel de regalo y se fue. Al levantarse y verla los ojos de Ella se iluminaron, estaba descalza y su cuerpo delgado temblaba mientras avanzaba y se acercaba hasta su lado.

La abrió tranquilamente, sabía que dentro encontraría algo que la cambiaría. No se equivocó, debajo de una fotografía actual había una nota que decía:


"Te perdono, perdóname, deshazte de Ella, yo lo haré de Él y rehagamos de una vez NUESTRA vida"