domingo, 25 de enero de 2009

RO & JU



Como si de una novela famosísima se tratara, de esas de amor, de mucho amor, de tanto y tan fuerte que se podría llegar a morir por su causa...
¡Ay!, todos y todas quisiéramos ser protagonistas, o al menos realizar un "cameo" en algún capítulo y sentir en persona lo que parece ser exclusivo de los demás.
Hombres que son capaces de llenarte los oídos con sonidos que forman palabras, palabras que forman frases, frases que forman nubes en tu cerebro y que distorsionan de forma natural la realidad, hasta el punto de ver lo que quieres ver y de hacer lo que nunca antes pensaste hacer.
El Don de la palabra, por otra parte bastante escaso hoy en día, tiende a ejercer una fuerza entre dos cuerpos que ya Newton bautizó con el nombre de Gravedad.
Y si te descuidas y crees a pies juntillas todo lo que te dicen, puedes experimentar esa sensación y terminar padeciendo un grave trastorno de Gravedad.
Lo curioso es que los pocos que poseen la habilidad de embaucarte nunca suelen hacer caso de sus propias palabras, y son capaces de decirte, escribirte e incluso pregonar a diestro y siniestro el profundo amor que te profesan de una forma tan original, que te ves viviendo como Romeo y Julieta el resto de tus días, pero con un final menos trágico.
Pues así como lo dicen lo deshacen, no digo yo que no lo crean cuando lo publican, pero ellos mismos caen en su propia trampa y ven que se les hace imposible cumplir sus predicciones.
Y como no vivimos en el siglo XIV, ni nuestra vida depende del hombre al que nos unamos, tan sólo pedimos un poco de romanticismo, sí, pero con los pies en la tierra, que digo yo que debe de haber alguna forma de llamar por otro nombre a la lacra de las relaciones de hoy en día, que suene mejor, que nos regale los oídos, pero que se diga la verdad.

domingo, 11 de enero de 2009

GLAMOUR





Navidades en París: retrasos en los vuelos, frío, mucha gente esperando subir a una torre, frío, a entrar en un museo, frío, a sacarse una foto en el famoso arco o en el moulin rouge, más frío..., aún así no quiero congelar, más aún, al personal contando mi heladora experiencia que comenzó con la genial idea que me dio un día de querer pasar una Nochevieja diferente, dicho y hecho, así fue.



Me quedo con el glamour que se respira en esa ciudad, que conste que estuve hace años y no percibí esa ola de elegancia que baña a todos y cada uno de sus habitantes. Claro está, que hace años una iba de viaje de fin de curso y la mente y la vista estaban puestas en otros menesteres.


Un color, el negro: abrigos, pantalones, botas, bufandas, guantes, gorros, una uniformidad que por momentos te hacía sentir totalmente fuera de lugar al ir vestida de marrón o con vaqueros, ¡ya lo creo que parecíamos guiris!!.

Al tercer día me integré y salí a la calle de luto riguroso, lo más sorprendente es que no fue una decisión meditada, sino que debió formarse durante la noche al juntarse las imágenes del día y el subconsciente, y salí a pasear con el look típico de francesa treinteañera viviendo en París.

Lo que no conseguí por razones obvias, fue acatar costumbres típicas en tan breve período de tiempo, más que nada porque no me interesaba cambiar el ritual de las uvas por un beso a un desconocido, como es costumbre allí, de esos con la bocaza y a tornillo a poder ser, que una vez al año y anteponiendo la excusa de la tradición hay que aprovechar la máximo.

Y ante el riesgo de que cualquier personajillo desdentado me tocará por azar, perdí la oportunidad de que un morenazo guapetón de esos que abundan por allí me agarrara cual princesa recién rescatada de la torre del castillo y me plantara un beso de película de esos que ya no se dan.

Creo que fui justa con mi media naranja, puesto que si nos hubiéramos arriesgado los dos y lo veo besando a otra, mediando, como no, la tradición, igual se cambia a partir del año que viene, el dar un beso por dar un puñetazo en el ojo a un desconocido/a, y le damos la vuelta a la tortilla, pero a la española, no a la francesa.

Y es que la vena racial es fuerte estés donde estés, y te pongas lo que te pongas.