sábado, 12 de diciembre de 2020

GRIETAS

De la red

 

Me deslizo como una culebrilla ciega reptando sobre vaselina hacia esa grieta tan profunda que emite sonidos agudos y emana olores químicos. Los sucesos que acontecen durante el deslizamiento son tan extraordinarios que podrían ser contados como una historia épica o quizá como un cuento atrevido.


Tomo la decisión de ir hasta allí patinando, no quiero ser la dueña de mis actos. Ellos me transportan a velocidad de crucero mientras que yo me evado oyendo cantar a ruiseñores y a otros pájaros.


Por el camino me topo con varias grietas incipientes: son sinuosas, negruzcas, pegajosas y atrayentes. Dicen que son familiares lejanas de la abertura más famosa del lugar, esa de la que nadie habla, de la que no se sabe el nombre, la que se intenta olvidar. 


Al llegar me asomo al precipicio y soy capaz de vislumbrar trozos partidos de recuerdos malignos. Han ido acumulándose al cabo de los años y después, ulcerados, han acabado afectando a algunos órganos que hasta entonces estaban sanos. 


Estoy pensando coser la grieta, quizá tirarle una bomba. No sé si será preferible tapar los recuerdos a base de hilo y de aguja o si será mejor volarlos por los aires y que patinen hasta que pierdan la cordura.