jueves, 27 de noviembre de 2014

LIMPIEZA



Olvidé el paraguas en el armario y al salir a pasear, un nubarrón compacto y enrevesado se posó sobre mí.

Mis ojos alzaron la vista y si no hubiera sido porque no creo en el más allá, juraría que se mostró ante mí una cara, no obstante, desconocida. Su gesto era de persona seria, su entrecejo estaba fruncido, las arrugas en su piel dibujaban ríos serpenteantes infinitos.

Comencé a notar que caían gotas a mi alrededor, gotas gordas, con tal cantidad de agua como para llenar una cuchara de las de comer sopa. La primera que me alcanzó cayó en la cabeza, era fuerte, salió de mí un ¡ay! e instintivamente busqué refugio con la mirada.

Pero empecé a sentir una especie de adormecimiento interior que me paralizó y me obligó a quedarme quieta. La voz de una gota, suave, fina, tranquila, me transmitió el siguiente mensaje: "lo que ves está maquillado, coge el algodón y limpia".

Mi cara debía de ser un poema. Pero no pude pararme a pensar porque inmediatamente cayó la segunda: "Puedes, con esto y con más".

¿A qué se refería?.

 La tercera: "No estás sola"

Y siguió un chaparrón durante el cual cientos y cientos de vocecillas hablaban, se mezclaban diferentes timbres de voz, tonos más graves o más agudos, palabras encadenadas que no conseguía descifrar, pero me quedé con lo importante: transmitían un mensaje optimista, la certeza de que encima de esas nubes, las gotas por las mañanas al despertar, aún sabiendo que su vida acabará en cuestión de horas, tienen la buena costumbre de sonreír y de guiñarle un ojo al sol.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

CINCO CONTRASENTIDOS


Si mis ojos pudieran saborear lo que ven, llorarían lágrimas con la acidez del limón, estarían saturados de ver tanta persona quemada porque mires donde pruebes está la manzana podrida, esa que al catarla, provoca un escalofrío en la puntita del lagrimal, en este caso.

Si mi nariz pudiera oír lo que huele, fabricaría mucosidad con cada alarido en voz alta que se oye, estornudaría cantidades medidas en litros de insultos, improperios o frases malsonantes que son escuchadas por todos lados varias veces al día.

Si mi boca pudiera tocar lo que come, estaría abierta las veinticuatro horas del día para no dejar de sentir el tacto de tu piel, recorrería cada centímetro de tu cuerpo y saborearía el toque dulzón de esas zonas que sólo conocemos tú y yo.

Si mi piel pudiera ver lo que siente, necesitaría cientos y cientos de minilentillas graduadas, para poder percibir lo que le llega por los cuatro costados con total precisión, valorar con rojeces el rubor o con sarpullidos picajosos el rechazo, la oposición.

Si mis oídos pudieran oler lo que oyen, pedirían llevar puestos los auriculares constantemente, vivir inmersos en un mundo de ruidos armoniosos donde se elige la canción que mejor huele cuando el perfume de mi vida se esfuma, emanando olor de rosas a cada paso dado.


Contrasentido incoherente, pero con mensaje incluido.

sábado, 8 de noviembre de 2014

ALGO BONITO


Cuando esta mañana desperté olía la habitación a gominolas, estiré la mano hacia la izquierda y me topé con un saco repleto de regalices rojos, moras, corazones picantes, tiburones sin dientes y sandías refrescantes.

Mi pijama se había transformado en un traje gris de rayas y se pegaba a mi cuerpo con intención de asfixiarme para evitar que me levantara y me hiciera con el tesoro allí encontrado.

Pero venció el color, venció el azúcar, rompí a base de tirones la tela que me cubría y así, desnuda, alcé el saco al hombro y me fui a descubrir lo que había dentro.

Él y yo en una pequeña estancia decorada con un gusto exquisito por unas manos desconocidas, para que fuera capaz de valorar y disfrutar cada minuto que me esperaba por delante:

Piruletas de corazón: que endulzan los paladares y a la vez te dicen que alguien te quiere un poquito, así, sin grandes alborotos, sin esperar respuesta, sólo porque es precioso decir y hacer cosas bonitas.

Escalofríos: que provocan que tu piel cambie de aspecto, sólo un buen abrazo sincero y apretado conseguirá restablecer la normalidad.

Ladrillos de regaliz: que simbolizan los cimientos de tu vida. Sólidos y numerosos: madurez, blandos y escasos: juventud.

Picotas: que en cuanto las saboreas te trasladan de golpe a la primavera, a esos campos floridos con las abejas revoloteando a tu alrededor. 

Ositos de colores: evocan a la niñez, apretujar peluches las noches de tormenta, contarle secretos, sentirse segura.

Troncos de chocolate: que te devuelven la energía perdida cuando el día ha sido duro y consiguen pintar de nuevo tu sonrisa.


Desconozco quién notó que necesitaba un regalo así y fue capaz de elegir con detalle cada gominola, quién desea mandarme mensajes ocultos entre azúcares y colorantes, quién se arriesgó a ser descubierto al colocarla al lado de mi cama, sólo y ni más ni menos que, para sorprenderme gratamente al despertar esta mañana.

domingo, 2 de noviembre de 2014

NI LUCES, NI CÁMARA, NI ACCIÓN...


Se abre el telón, los actores preparados, meses y meses de ensayos, nervios ante el estreno, pérdida de kilos y noches sin dormir pensando en el momento, ese preciso momento en el que se encuentran ahora. Nunca lo imaginaron así, las butacas vacías, los acomodadores de brazos cruzados, nada de bullicio o sonidos tecnológicos inadecuados para un teatro.

Se une todo el elenco y deciden salir a la calle, con sus trajes de época un poco raídos y sus maquillajes pálidos pintándole las caras.

Primavera tardía, a esas horas hace fresco para estar cómodo en la calle, aún así se ven las terrazas llenas, cervezas, coca colas, patatas bravas, pinchos de tortilla.

Todos los ojos se centran en la pantalla, miles de miradas mirando al mismo balónobjetivo, bien pudiera ser un trabalenguas, mas no hubo suerte y era lo real.

Reflexionaron entonces los actores y llegaron a una conclusión: el teatro no interesa a las masas, sólo a un pequeño grupo de aficionados y casualmente allí estaban todos, ellos mismos, juntos, agrupados.

"Quizá si los diálogos de redujeran a pitidos o a monosílabos... quizá si se permitiera insultar al que pisa el escenario y viste de negro...quizá si se dejara comer bocadillos...quizá si no se tratara de hacer pensar, de mostrar la vida desde otra perspectiva, de aflorar emociones, de contar historias como nunca nadie lo haría..."

Ellos, ese pequeño círculo que aún conservaba la mirada dirigida hacia la ilusión, agarraron sus vestidos, sus sombreros, sus pelucas, entraron en el camerino que les devolvió sus caras con arrugas, su pelo con canas, sus ojeras violeta y amarillas.

Echaron el cierre y guardándose la llave con cuidado, prometieron no perder esa vena creativa, ese estilo de vida, ese jugar con los sueños, ese encontrarle sentido a lo que sale por la boca, ese acompasar los movimientos con la cadencia de los versos, ese respirar, ese vivir, por y para la fantasía.