sábado, 30 de diciembre de 2017

CENIZA


De la red
Me prendieron fuego una madrugada, yendo por la calle sola en busca de agua. Y gracias a ese agua que había buscado, apagué las llamas que me habían quemado.

Hallé unas horas después un cúmulo de cenizas en mi bolsillo trasero, lo soplé con fuerza y se me cayó todo el pelo. Así, calva y somnolienta, maquillé mi rostro que daba la vuelta y sin querer o queriendo pinté cuatro ojos, dos labios y me pegué un mechón de pelo sintético.

Cuando la gente me veía, me preguntaban dónde había quedado la antigua María, aquella que actuaba, la que bien vestía, la escritora anónima, esa que ayudaba al prójimo antes que a su propia "personajilla".

Y es que María se transformó en MARÍA, un ser mucho más metódico consigo misma. Dejó el entorno a un lado y comenzó a cavar su camino entre las piedras y el barro. Como era un trabajo duro, le dedicaba muchas horas al día, se ensuciaba las manos, sus uñas se le rompían. Nunca fue cómodo su lugar de faena, pero estaba segura de que lo que encontraría al fondo merecería la pena.

Hoy en día su búsqueda continúa, no obstante cuando salta de emoción y de alegría, montones de ceniza le salen de las heridas, ceniza que le recuerda a la hoguera, ceniza que la transporta al agua, ceniza que le remueve la conciencia y si la dejas, hasta las tripas.

lunes, 11 de diciembre de 2017

MI GRANITO DE ARENA


De la red
Cuando mis ojos no soportaron más lágrimas y mi mente empezó a naufragar recordé que una vez cuando era pequeña me quedé ensimismada mirando el camino que tomó aquel globo de colores extraños que se soltó de mi mano por lo que consideré mi torpeza. Hoy entiendo que peleó y ganó sin que yo me diera cuenta.

Y es que alejarse, tomar distancia, ampliar el horizonte, dejar que el silencio se meta en las entrañas, son buenas opciones para que la vista reaccione y de repente lo que ves es lo que sueñas o lo que sueñas es lo que ves, vete tú a saber.

Imaginé lo que mi globo vería, lo que sí noté es que se había desprendido de toda la publicidad dañina que nos ahoga hoy en día. Con esa ventaja y con la de ser ya madurita, me dejé llevar por los vientos alisios y acabé observando con mucho detalle los granos de arena de una playa cualquiera, por ponerle nombre llamémosla "Vida".

En "Vida" había granos saltarines, esos que ante una pisada enérgica se hacían notar para demostrar su valía. También había granos perezosos, esos que tendían a meterse hacia abajo porque hasta los rayos del sol le provocaban antojos. Había granos alargados y granos rechonchos, algunos trabajadores y otros estudiosos.

Había también en "Vida" familias de granos viviendo entre los espigones: granos solteros, granos casados, granos viudos y granos divorciados. No llegué a saber cómo diferenciarlos a simple vista, era su actitud ante las olas la que me dio más de una pista.

Entre todos ellos hubo uno que me llamó mucho la atención. Era un granito más bien pequeño, que dudaba mucho pero con razón, su interior estaba formado por corales extintos que se transparentaban excesivamente hacia el exterior.
Su look atraía a cangrejos hambrientos y a gaviotas avaras, estaban convencidos de que sería un buen aderezo para las ensaladas de algas. Pero él se defendía a la perfección, nunca necesitó granos guardaespaldas o disfraces para cambiar de color.

"Mi granito de arena", así lo llamé yo. Un nombre único en la playa de la "Vida" aunque a simple vista parezca una generalización.