miércoles, 15 de abril de 2020

AMIGANTES





Ni ellos mismos recuerdan cómo llegaron a ser amigantes, pasaron de ser líneas rectas a ondulaciones simétricas acompasadas como notas musicales con el paso del tiempo o quizá por el exceso de movimiento, quién sabe.

Él no tiene casa, es como el humo que detectas a distancia, se mete en tus pulmones y juega al veo veo en cada uno de tus rincones. De esta forma ha ido encontrando objetos perdidos, les ha puesto edad, estado civil, precio, nombre y apellidos.

Ella es como un río que se sabe dónde nace y dónde muere, de esos que forman meandros, dejan sedimentos y crean afluentes. Le gusta enraizarse sin quedarse, por eso necesita que las puertas tengan siempre las ventanas abiertas. 

El humo se sublima una vez al día, el río se solidifica cuando él la avisa, juntos forman un pastel de chocolate y nata crujiente al que todos los ojos lo desean pero no se le puede hincar el diente. 

No se sabe el por qué, qué los impulsa a ello o cuál es el fin. Los amigantes son parejas extrañas que normalmente no veis, pero por si tenéis curiosidad estad atentos, se sabe que el suceso siempre pasa a las seis y dieciséis. 

lunes, 6 de abril de 2020

ÁNGULO MUERTO

De la red

Recuerdo que me situé allí después de llegar volando, posándome muy despacito sobre los escombros que alguien había tirado. Mis pies sufrían y echaban de menos el asfalto, pero eran mis ojos los que lloraban a gritos por no poder ver lo simple, lo cotidiano.

Y es que desde aquel punto de vista todo era diferente: los cuerpos no eran de carne, los coches no tenían ruedas, los perros iban sin collares y los sentimientos tenían forma y piernas.

Pude diferenciar fácilmente a la angustia pasajera, que distaba bastante de la que se incrusta y no te deja. Su silueta se parecía a una mancha de café esparcida, con bordes asimétricos, interior oscuro y un poder extra que le permitía pegarse a las espaldas descubiertas. Eso sí, la angustia pasajera no es fiable, tiende a taparte los ojos y a presionarte el pecho y cuando te vas acostumbrando te deja y se va con otro tipejo. 

La tristeza arrastraba su cuerpo e iba dejando un rastro de baba con el que escribía mensajes subliminales. Quien tenía la mala suerte de resbalarse y empaparse se sumía en un estado de subliminitis cuyo principal síntoma era un llorar parecido al que te provocan las peores conjuntivitis.

Pude ver que la alegría andaba por ahí bailando y saltando. A cada paso que daba angustia que despegaba, a cada brinco que hacía subliminitis que desaparecía. 

Y por último vi al amor. Lejos de lo que yo imaginaba resultó ser un cuerpo lleno de cuerpitos que se dispersaban y llegaban a todas partes, porque el amor es silencioso, tranquilo, tapa huecos y llena vacíos. 


Entendí entonces la simpleza de lo trivial, todo son mensajes encriptados para decirnos que quizá estar en el ángulo muerto debiera ser nuestro estado natural.