De la red |
Raíces invisibles se enroscaron en mis tobillos, probaron mi sabor y sentenciaron su veredicto: si existe la imperfección, ya tiene nombre y apellidos.
Yo lo sospechaba desde hace tiempo y por eso me esforcé en sacar malas notas, en cagarla o en romperlo. Ser imperfecta es costoso y conlleva horas y horas de estudio. Quizá el secreto esté en los hechos, esos que nunca se hacen, se harán o se hicieron.
Imperfecta hija, imperfecta esposa, imperfecta amiga, imperfecta idiota. Luché tanto por alcanzar la imperfección que mis pesadillas eran sueños llenos de momentos perfectos, aderezados con purpurina, estrellitas amarillas y un unicornio multicolor; donde el amor me correspondía y la palabra familia era única y exclusivamente mía.
Creo que mi imperfección está a punto de alcanzar el doctorado cum laude: sin pretenderlo, me senté en un banco a tomar el sol el otro día y resulta que estaba lloviendo.
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