sábado, 26 de noviembre de 2016

CAFÉ SIN LECHE


La taza de café había ido envejeciendo a un ritmo demasiado acelerado, en su interior se sentía joven, pero las pequeñas grietas que empezaban a estropear su belleza infantil dejaban al descubierto el paso de los años.

Algunas mañanas gemía en la más estricta intimidad, sobre todo cuando estaba guardada en aquella alacena y veía como los humanos elegían otros modelos más modernos para desayunar. No podía evitar hacer una comparación, las nuevas no tenían curvas y eran simples a primera vista; ella, sin embargo, poseía un sinfín de carreteras y ochos enredados que dibujaban figuras inventadas por alguna mente inquieta que no se conformó con ser uno más. Esa persona, simplemente, debió de ser especial.

Además tenía un secreto, poseía un diario en el que escribía cada vez que dejaban en su fondo posos de café. En él plasmaba sus sueños, sus anhelos, sus miedos y sus ganas de no crecer...

En una de sus páginas podía leerse una historia que podría parecer inventada pero era real, se notaba que le temblaba la mano cuando la escribió: había pequeños borrones de color marrón intercalados con gotas de agua secas, esa era la prueba más clara de que no estaba sola en ese momento, porque en mi mundo, las tazas escriben y sienten, pero lágrimas no fabrican, sus cuerpos son de cerámica y el agua no se impregna, simplemente resbala y después se seca.

Contaba que algunas noches la despertaba el frío de unas gotas de lluvia y que al mirar hacia arriba se veían relámpagos y centellas. Le costó entender el motivo de esa visita tan continua, pero logró encontrarle un sentido: la lluvia llenaba todo su espacio como antaño la leche lo hacía y los pequeños granizos que de vez en cuando caían le proporcionaban el placer recurrente que hace años el azúcar le producía.

Y parece ser que fue así como la taza encontró la manera de llenar su vacío y el nubarrón de vaciar su desbordante vida.



16 comentarios:

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

hasta para ser taza debemos tener suerte, esa de que nos sigan queriendo, de que a pesar de los años nos conserven y no nos dejen en el último estante, ese del olvido... te cambio el café por un té...
besos.

Sbm dijo...

A riesgo de equivocarme, alguien tiró la taza al exterior. Y ya no hubo café ni con leche ni sin leche. En todo caso, el agua es vida. Bonito escrito :-) Un beso

ana dijo...

Que escritos más lindos y profundos (para mí, será que leo entre líneas) A mi también me gustaría ser taza de esas que las cuidan generación tras generación. En otra vida, porque en esta creo que también saldré al exterior. Un abrazo

Noelplebeyo dijo...

las tazas que dan enormes zascas a lo inoportuno de la vida

eso sí, el café con leche

que con agua, de lluvia, a lo sumo el té

besos

Liliana dijo...

Me ha gustado tu historia, me ha dado pena la taza pero es cierto que las vamos dejando y usando las más nuevas.....he recordado que yo tengo 3 tazas y una de ellas hace mucho que no la uso, ahora mismo voy a por café!!!! :D

Besos María =))))

María dijo...

Cierto, la suerte tiene mucho que ver para acabar siendo la primera o la última.

Venga ese té! Besos

María dijo...

Mientras haya agua, habrá vida y posibilidades.

Gracias, besos.

María dijo...

Saber leer entre líneas es el requisito indispensable para ser una taza bien cuidada y admirada.

Abrazazo.

María dijo...

Nada más que añadir.

Con leche entonces, tomo nota.

Besos.

María dijo...

Qué feliz habrás hecho a esa taza!

Muchos besos.

A. dijo...

Todo por servir, se acaba. Y acaba por no servir.

Ley de vida. :)

Un abrazo.

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Muy hermoso. Yo me apego mucho a mis objetos, soy un melancólico sin remedio.

María dijo...

Así es, no obstante, quedará en el recuerdo.

Abrazazo.

María dijo...

Cuídalos mucho, ellos se lo merecen.

Un beso.

Manuel Díaz dijo...

Café
Ardiente,
Frío.
Estoy
Sediento,
Inquieto.
No tengo
Leche.
Encuentro
Café.
Hermosa
Entrada.

María dijo...

Bienvenido y bonito comentario.

:)