martes, 1 de agosto de 2017

DESVIRTUAR


De la red

Me cubriste los ojos con una lente de aumento para que todo lo que enfocaran mis cristalinos tuviera una importancia más que relevante. Y me creí que el mundo era así de bonito.

Pasear agarrados de la mano se ha convertido en mi pasatiempo preferido, noto cómo las pieles se rozan y el equilibrio natural de la vida compensa nuestras temperaturas. Así ninguno de los dos está expuesto a pasar mucho calor o demasiado frío.

Me niego a creer que algún día, quizá próximo, quizá lejano, desearé quedarme con mi calor corporal y no compartirlo. Yo, que sufro desmayos cuando me baja la tensión a los suelos, necesito cada cierto tiempo mi droga de invierno poético. 

Tampoco quiero pensar que tú, que portas una gran corazón de hielo, renuncies a mis veranos tropicales que te salvan de terminar alojado en el congelador de un restaurante noruego. 


La lente de aumento también me provoca que mi visión del futuro sea, a pesar de las previsiones negativas, maravillosa.

Tendremos un hogar sin ruidos donde nos alojaremos fines de semana alternos, uno lo pasaremos con la gente sin lentes, porque necesitamos nuestra dosis de personas corrientes, y otro aislados de todos los peligros, aunque correremos el riesgo de quedarnos eternamente dormidos.


lunes, 17 de julio de 2017

HUESOS

De la red

Quiero desnudarte. Te he visto tantas veces sin ropa que ya va siendo hora de que cubras un poco tu cuerpo. Pudiera parecer una incongruencia unida a reproche, pero solo es un lamento matutino que pretende alcanzar un determinado objetivo.

Y es que desabotonarte la camisa nunca fue especialmente difícil, pero yo no buscaba eso. Yo desnudo con calma, quitando capas y capas hasta tocar primero músculo y después hueso.

Tardé muchos meses en desprenderte de tu armadura cargada de celos. Te pesaba tanto que cuando me mirabas no veías lo inservible que iba a ser ella conmigo. No soy tuya, no soy suya, no somos propiedades privadas ni pretendo tener tus ojos clavados siempre en la parte baja de mi espalda o en mi ombligo.

Creo que gané a pulso deshacerme de aquella gran masa de desconfianza. Por las noches cuando dormías cogía mi cincel y el martillo y poco a poco conseguí quitarle los nudos y darle forma de piel bronceada, con sus pecas y sus arrugas estudiadas. Resulta curioso comprobar que desde entonces vivimos nuestros días de forma relajada, tú no desconfías y yo duermo del tirón casi hasta mediodía.

Ahora estoy atareada con tu capa de miedo, he intentado casi todo para ahuyentarla, desde asustarla con arañas peludas a ponerme una sábana blanca...pero esos animales no te dan pánico y a los fantasmas, lamentablemente, estás acostumbrado.

Reitero, yo seguiré desnudándote hasta llegar a tus huesos, quiero comprobar si los dos tenemos la misma fuerza de voluntad, idénticas tibias y semejantes heridas y fragmentos.


miércoles, 5 de julio de 2017

SABIAS TEMPESTADES

De la red


Estaba sentada mirando al infinito e intentando ordenarlo de arriba abajo cuando la tormenta se acercó. Por suerte tenía un paraguas a mano de mi color favorito y como me tapó lo imprescindible sin quejarse por el mal tiempo, yo lo sujeté con orgullo y tesón.

De repente el infinito dejó de existir y ante mí se mostró el "aquí y ahora", el "momento", el "soy yo". A una distancia de tres metros en línea recta se acababa el espacio, pero si intentabas llegar hasta el fondo, un precipicio muy hondo te lo impedía de inmediato.

Tan cerca y tan lejos, tan tú y tan yo.

Empezaron a sonar truenos y a verse relámpagos por todas partes, las aves huían volando como podían, los roedores se metieron en diferentes agujeros, los insectos dejaron de picarme y, acobardados, se escondieron.

Aguanté el chaparrón y después admiré el paisaje que ante mí se mostró: cientos y cientos de gotas formando nubes negras que se golpeaban unas a otras intentando hacerse un hueco entre la poblada selva.

Y entonces lo vi claro: en la espesura de lo denso no es posible crear nada estable. Los relámpagos te despiertan de los sueños y con los truenos dormir de nuevo no es viable. El aleteo de los pájaros te llena de plumas la cabeza y poseer un paraguas rojo implica tener que encontrar uno azul para completar el equilibrio que haga que la tempestad desaparezca.


lunes, 26 de junio de 2017

BE WATER

De la red

Siempre he tenido miedo al agua, aunque domino el arte de desenvolverme entre lo mojado y lo profundo. 

Nunca nadé entre peces de colores ni vi arrecifes de coral in situ. He imaginado su textura y sus destellos, he soñado que buceaba sin compañía y que durante los minutos que duraba el descenso yo sentía, nada más y nada menos, simplemente sentía.

Y de tanto sentir cuando estaba dentro, dejé de sentir afuera. No sé si me explico: no notaba el frío del viento, no sabía si comía dulce o salado, no me importaba pisar ascuas o bailar al revés, era solo vivir por vivir, sin pelos de punta ante un descubrimiento, ni juegos nocturnos de manos y pies.

Deseaba quedarme dormida para descarnarme en vida y volver a latir, con cada metro que avanzaba mis piernas crecían, el pelo se ondulaba y mis ojos vidriosos se aclaraban y limpiaban. Es lo que tiene el agua, que se cuela por la boca y es capaz de llegar hasta las entrañas.

Un día limpiando un armario como he dicho antes, sin sentir, apareció mi hada madrina justo a mi lado. Tenía el ceño fruncido, cruzaba las piernas y las movía, porque llevaba allí sentada días y días, eso me dijo, sin que yo hubiera reparado en su presencia. No estaba acostumbrada a ese tipo de recibimiento, es más, como castigo me suprimió dos deseos y sólo me propuso que se me cumpliera a medias el que pidiera, hasta que tomara cartas en el asunto y solucionara lo del sentir aquí en la tierra.

Me quedé dos noches despierta intentando recobrar lo perdido, pero ni con pellizcos en las mejillas despertaba yo de mi mundo onírico. A la mañana siguiente pedí ser una sirena y, como ella me había dicho, se cumplió pero a medias.

Ahora no puedo vivir fuera del agua, pero sigo teniendo piernas.

lunes, 19 de junio de 2017

SILENCIOSOS REGALOS

De la red


Valoro los detalles pequeñitos más que cualquier otra cosa en el mundo. Adoro los minutos dedicados, esos en los que te miras a los ojos y de tanto mirarte, hasta quedas grabado.

Respiro a pleno pulmón cuando le dedican un piropo a tu pequeño y secreto don, ese en el que destacas por las noches, cuando la ausencia de ruido del entorno te hace hueco y lo tomas como el mayor privilegio de estar vivo: poder oír el sonido del silencio y ser capaz de ponerle letra a la música que vaga huérfana y borracha por las esquinas.

Recuerdo el momento preciso en el que me regalaste el derecho, por mera coincidencia en el tiempo, de ser el cuerpo de apoyo para aquella mariquita desamparada. La traspasaste de tu mano a la mía y ante el cambio de textura quiso salir volando, pero decidió inspeccionar el terreno pisándome con sus pequeñas patas aunque iba cojeando.

Su color tan rojo, sus manchas en las alas, su frágil cuerpo redondo, pero sus ansias de vivirlo todo... Creo que me recordó a mí misma hace unos años, cuando estaba tan desvalida que me sentía minúscula e insectívora. Hasta que alguien me prestó su brazo como apoyo y empecé a descubrir el terreno nuevo, tierras extensas con caminos angostos en las que llevo ya unos años viviendo. 

Sentirte unos minutos u horas a salvo y tener que volver al jardín o a las malas hierbas del campo. Estoy segura de que aquella, nuestra mariquita, quería seguir contando dedos. Me apuesto una de sus antenas a que era, como mínimo, diplomada en magisterio y que sabía leer y escribir los números romanos, que sumaba cifras elevadas y restaba lo sobrante, que te nombraba a Calderón de la Barca, te recitaba poemas de Neruda y que tenía, como mínimo, memoria de elefante.

Me quedo con el maravilloso instante de haberla compartido. Algo que a ojos ajenos pudiera no tener importancia, pero que desde los míos adquirió mucha relevancia.

lunes, 12 de junio de 2017

PERSPECTIVA

De la red

Aquella mañana desperté siendo gigante, mi cuerpo se salía de la cama, el techo me oprimía las costillas, mis dedos se atoraban en las ventanas. Tuve que derribar puertas y bajar de dos saltos las escaleras, vivir en un quinto piso nunca fue tan cómodo para mis enclenques piernas.

Con la primera bocanada de aire fresco me limpié la garganta, intenté pedir ayuda pero nadie me escuchaba. Pasaba desapercibida siendo tan grande y voluminosa, así que aproveché para darme un baño matutino en el embalse, otro por la tarde en el río y acabé tan cansada de agua, que el nocturno lo cambié por comer al aire libre cerezas de los árboles y membrillos maduros caídos.

Observé que con cada zancada que daba mi tamaño crecía, empecé a salirme de la ciudad y terminé por meter la pata en el país vecino, si no controlaba mis movimientos provocaría terremotos catastróficos, mareas alocadas o tsunamis históricos. 

Por lo que opté por el destierro planetario. Con la vista tan privilegiada que tenía del universo elegí el planeta deshabitado más grande que pudiera soportar mi peso y mi tamaño, allí eché raíces y rehíce mi vida con ciertas limitaciones. Eso sí, nunca perdí el contacto con La Tierra...

Resulta que por las noches oía sus ruidos y por las mañanas sus lamentos. Me fui dando cuenta con el paso de los meses que todos cuando andamos vamos creciendo. Y resulta que en ese crecimiento también cuentan los sueños.

La noche previa a despertar como una mujer gigante, soñé tan profundo y tan bonito que crecí de golpe sin previo aviso ni remedio curativo. Al andar en esas circunstancias tan especiales multipliqué el efecto en cantidades industriales. Por lo que mi castigo fue tener el privilegio de cambiar la perspectiva desde donde os veo, el tamaño del planeta y hasta el motivo de mis sueños.


viernes, 12 de mayo de 2017

ARTISTA

De la red


Hace ya un tiempo decidí aislarme del mundo extraño que habita allí abajo, donde las obligaciones físicas y mentales me convirtieron en uno de ellos. Rompí las normas, fui estigmatizada y sin el rabo entre las piernas, huí por caminos cruzando arroyos llenos de piedras.

Arriba no se respiraba bien, pero empecé a encontrarle el lado bueno a la falta de oxígeno: dormía más horas y soñaba infinito, adquirí un tono azulado que me daba un aspecto bohemio poco afeminado. A ratos mi visión se nublaba dando paso a alucinaciones que me asustaban un poco al principio, pero después supe controlarlas y llegué a sacarle cuantiosos beneficios.

Había pocos alimentos por lo que tuve que comerme el miedo, la ansiedad y la angustia. Fueron agotándose poco a poco y aunque al inicio eran un poco indigestos, al final me alimentaban lo justito para mantenerme con vida sin tener que tomar ningún caro suplemento.

Como no dejaba de ver bonitos paisajes, la inspiración llegó. Comencé a pintar escenas complejas sobre las rocas, a escribir poemas con rimas asonantes, ornamenté el tronco de un árbol con piedras y purpurina, me maquillé tan delicadamente que me quité diez años de encima y, como por arte de magia, volví a ser una niña.

Y así fue como elegí ser artista, habiendo ido hacia delante buscando mezclada entre la manada, y habiendo tenido la oportunidad de volver atrás en soledad hallando lo que en ese otro mundo no encontraba.