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De la red |
Te diste cuenta de la necesidad de los abrazos, del significado de los besos, de la importancia de las palabras. Todo recobró un sentido en el mismo momento en el que ese "todo" desapareció sin decir nada.
Entraste en un estado de inconsciencia que te trasladó a un hecho puntual: el día de tu nacimiento, la primera bocanada de aire que penetró en tu cuerpo, la sensación de que un corazón nuevo se volvió loco de alegría ante tanta incertidumbre que estaba por venir. Pero sobre todo recordaste el sentir, cómo cambiaba tu piel con el tacto, los miles de nervios activados gracias a unos pocos centímetros que, así como si nada, entraban en contacto.
Allí, confinada, aprendiste el verdadero significado de esa palabra. Ahora sabes que existe el silencio, pero ese silencio que duele, el que se mete en el cerebro y rebota entre los huecos.
Y echaste de menos, echaste muchísimo de menos tener algo que decir aunque fuera impertinente o molesto, porque te quitaron también la voz terrenal y solo emitías de vez en cuando un chillido interestelar.
No obstante, sigues esperando una respuesta, la vuelta a casa o a otro planeta. Has pensado tanto, que ahora sabes que lo importante no es el sitio, sino las personas que lo habitan y que allanan el camino.