lunes, 16 de marzo de 2020

CONFINADA


De la red
Y de repente el mundo desapareció bajo tus pies y te quedaste flotando en medio de la nada, más o menos estable gracias a las fuerzas planetarias de aquellos hogares que ahora te parecían viables por la forma, pero inalcanzables por la lejanía.

Te diste cuenta de la necesidad de los abrazos, del significado de los besos, de la importancia de las palabras. Todo recobró un sentido en el mismo momento en el que ese "todo" desapareció sin decir nada.

Entraste en un estado de inconsciencia que te trasladó a un hecho puntual: el día de tu nacimiento, la primera bocanada de aire que penetró en tu cuerpo, la sensación de que un corazón nuevo se volvió loco de alegría ante tanta incertidumbre que estaba por venir. Pero sobre todo recordaste el sentir, cómo cambiaba tu piel con el tacto, los miles de nervios activados gracias a unos pocos centímetros que, así como si nada, entraban en contacto.

Allí, confinada, aprendiste el verdadero significado de esa palabra. Ahora sabes que existe el silencio, pero ese silencio que duele, el que se mete en el cerebro y rebota entre los huecos. 

Y echaste de menos, echaste muchísimo de menos tener algo que decir aunque fuera impertinente o molesto, porque te quitaron también la voz terrenal y solo emitías de vez en cuando un chillido interestelar.

No obstante, sigues esperando una respuesta, la vuelta a casa o a otro planeta. Has pensado tanto, que ahora sabes que lo importante no es el sitio, sino las personas que lo habitan y que allanan el camino.  


miércoles, 4 de marzo de 2020

ESCUPIENDO PALABRAS



Aquella gota de agua me contó, a través del aire, una serie de historias encriptadas que miradas con lupa, podrían llamarse únicas. 

Parece ser que dentro de las tuberías existe un mundo paralelo, hay animales, hay plantas, vidas mayoritariamente corrientes que pasan deprisa y acaban en muerte.

Pero lo que no sabemos es todo lo relativo a sus sentimientos. Las gotas se lloran a sí mismas, es decir, si lloran mucho, se vacían. Por eso tienen un carácter tan complicado, tienden a guardárselo todo y a engordar átomo tras átomo.

Cuando ríen no suenan carcajadas, pequeñas burbujas encadenadas comienzan formando una fila y, después de un rato, un mar de espuma aparece simulando ser la crema esponjosa de un dulce helado.

En lo que al amor se refiere tienen costumbres autóctonas: no se casan con nadie, pero si se comprometen sufren una metamorfosis tan dolorosa que se convierten en fango por un tiempo. Si logran purificarse de nuevo, ya lo tienen hecho. 

Las historias contadas pueden ser cuestionadas. Al fin y cabo las gotas no hablan, solo saben comunicarse a través del aire, como escupiendo palabras...


viernes, 31 de enero de 2020

JONÁS

De la red

Me hice un nudo un día y al intentar respirar por la boca el aire tal como entraba, salía. Al no oxigenar bien los pulmones, oía gritos internos que pedían desesperados que pusiera todo en orden. 

Intenté des-nudarme sin quitarme la ropa, me froté con aceite, me afiné en exceso y al ejecutar un brinco hacia atrás, mejor dicho, un espectacular salto mortal, mi cuerpo se liberó del nudo al que llamé Jonás. 

Jonás resultó estar repleto de miedos: pequeños bichos blanquecinos con patas que cuando se sentían a gusto se multiplicaban. 

Lo aislé en cuarentena, eso sí, le daba de comer todos los días porque observar cómo lo hacían era impresionante, cada miligramo de pánico que les administraba los hacía crecer media tonelada.

Y llegó el momento en el que no tenía espacio en casa y tuve que abrir las puertas y las ventanas. El nudo que me oprimía antes por dentro ahora lo hacía desde fuera y sin miramientos.

Por suerte un vecino amable se dio cuenta de mi problema y me puso sobre la mesa una posible tregua. Dejé de alimentar a Jonás y los miedos se fueron muriendo, era tan simple y tan llano que no había sabido verlo. 

No obstante, lo guardo en una pequeña jaula a tamaño nudo de pelo largo, porque tener un poco de miedo a veces es bueno, e incluso necesario.

lunes, 30 de diciembre de 2019

DICEN

De la red
Me dicen que aún soy pequeño para ver el mundo desde su perspectiva, sin embargo por aquí abajo observo los complots entre las plantas venenosas y las peleas entre termitas y hormigas que se saldan con patas y antenas quebradas o doloridas.

Me dicen que no tengo experiencia, pero tiendo a probarlo todo y a asumir las consecuencias. Eso sí, a escondidas, no vaya a ser que se enteren mis padres, mis vecinos y lo que es peor, los hijos de mis vecinas.

Dicen que mis orejas son excesivamente grandes, que debería reducírmelas en una clínica de cirugía estética, yo les contesto que las necesito enormes para filtrar los dobles sentidos, las verdades, las mentiras y las sutilezas.

Van diciendo por ahí que estoy un poco famélico. Mirándome a un espejo me doy cuenta de que si se me nota la columna vertebral tiene que ser porque el tocino no se acumula en la parte de atrás.

Dicen que mi trompa tiende hacia la derecha. Pero desde mis ojos veo que cuelga hacia la izquierda. Entonces quién tiene la razón, ¿el que ve o el que mira? ¿la cabeza o el corazón?

Me dicen muy exaltados una y otra vez que un elefante no puede montarse en un columpio infantil, entonces yo voy, me siento y con mucha calma y paciencia escucho a los otros "decir, decir y decir".


viernes, 22 de noviembre de 2019

LA SILLA MASCULINA


Soy una silla masculina sentada en medio de un huerto italiano. Cuando me presento así a los turistas, los rábanos y las escarolas me miran extrañados.

Llegué aquí hace ya unos cuantos otoños, debieron inducirme el sueño con algún tipo de narcótico porque de un momento a otro pasé de pisar madera pulida a posar mis cuatro patas sobre piedras removidas.

Las noches son terroríficas, no dejo de tener pesadillas con las personas que me tocan la rabadilla a lo largo del día. Echo de menos un buen culo, una espalda recta o torcida, un cuerpo que resguarde esta estructura mía tan desprotegida.

Además me estoy quedando en los hierros de tanto comer verdura sin sal o condimentos. Son vegetales salvajes que a veces intentan pedir ayuda a base de gritos, jaleos y hasta disputas. Cuando llegan a mi cuerpo están agriados, nerviosos y la digestión se hace imposible. Por eso suplico clemencia: ¡plantad árboles frutales y que las frutas dulces caigan en mi regazo! Ya me encargaré yo de darles un buen sillabrazo.

Por cierto, hace días que siento una presencia femenina a mi derecha. Así, de lejos, se parece a una tía abuela mía que vivía con mis primos en una casa de las afueras. Pero quiero ilusionarme un poco y pensar que tal vez es una joven silla que ha venido a conocerme porque me vio en alguna foto. Puede que sea famoso y puede que sea mi sitio. Quizás de otra forma nunca me hubieran dedicado un escrito.

lunes, 14 de octubre de 2019

HILANDO

De la red
Soy la mano que mueve los hilos, suelo practicar por las noches modificando el camino por el que transitan tus sueños, quitando las piedras, cerrando tus párpados o equilibrando nuestros desequilibrios.

Con el dedo índice dibujo un trayecto y sin atisbo de dudas o dudando, pero sin miedo, comienzas a dar pasos adelante a la vez que se borran los traspiés que te resultaban agobiantes. El secreto pasa por no escucharlos: cuando comienzan a gritar pidiendo auxilio, voy yo y embotello esos alaridos.

Adornar el escenario es otra forma de cuidar lo querido. Pongo lunas llenas entre los ramajes y cascadas caudalosas en lo alto del paraje. Con las hojas de los árboles hago magia de la buena, cada vez que tocas una se convierte en alimento, desde una rica anchoa hasta un centollo suculento.

Algunos días me apetece tocar el piano y según salen las notas siento que estoy dentro del sueño. Los Do camuflan tus sentidos, mientras que los Fa los junta con los míos. Las teclas blancas se mezclan con las negras y en esos grises descubrimos algo más que la materia.

Los hilos que maneja mi mano están trenzados con mucho cuidado, cada día los lavo, cada tarde los cepillo, cada noche los animo antes de comenzar a trabajar, principalmente porque sé que de ellos depende gran parte de nuestro bienestar.

viernes, 16 de agosto de 2019

ME GUSTA(S)

De la red
Me gusta que despliegues las alas cada vez que te pido un momento. Abiertas se parecen a las velas de un barco que pudiendo haber naufragado acaba acercándose a buen puerto. 

Me gusta que des voz a mis noches cuando tengo miedo al silencio. Las palabras verbalizadas a oscuras alimentan mi valentía que, presa y con hambre, sufría.

Me gusta que desgastes tu energía cuando te arrastras y vienes a contracorriente. Sé que a veces estoy rodeada de borrascas que provocan estragos a todo ser viviente. 

Me gusta que se te vayan de las manos miles de caricias hasta mi cuerpo. Yo las hago mías y las clasifico gustosamente por orden descendente.

Me gusta que recolectes las lágrimas que vierto cuando duele. Ya tenemos reservas si la tan temida sequía se presenta antes de que se traspapele.

Me gusta que guises lentamente las prisas del día a día. El olor en la cocina provoca que vaya saciándome lentamente sin darme cuenta de que no comía.


Me gusta que me gustes. 

Gustosamente,

María Con Zancos y de Puntillas.