jueves, 7 de enero de 2016

DELICADEZA

De la red

Mis ojos se clavaron en tus manos, esas que muestran el paso del tiempo tan bien aprovechado con solo tocarlas.

Me traías una flor en medio de este invierno. Sonreí.

"Es una flor chiquitita y frágil como tú", dijiste. "Cuídala, es para ti".

La cogí con mucha delicadeza y me la guardé en el bolsillo del vestido azul tan vaporoso que vestía ese día.

El camino hasta casa resultó ser muy especial, de repente las nubes se esfumaron del cielo dejando solo un áspero recuerdo y un rayo de sol obstinado, tocándome en el hombro para avisarme, se empeñó en acompañarme allá donde fuera. Tuve que ponerme la mano de visera porque me iba chocando con los viandantes, curiosamente, nadie se enfadaba, todos sonreían y me dejaban pasar como si de una princesa de cuento se tratara.

Al mirar hacia atrás me di cuenta de lo que sucedía, pisara el adoquín que pisara, como por arte de magia, desaparecía. En su lugar brotaba un pequeño bosque con su flora y su fauna autóctona, un ecosistema independiente, lleno de luz, de color verde, saturado de vida.

Llegué a casa y coloqué a mi flor en un pequeño jarrón junto a la ventana, la regué con mucha agua fresca y la rodeé de detalles: jabones artesanales, cajas de música, libros esenciales y mariposas hechas de papel tan reales, tan reales, que por momentos parecía que iban a volar por el aire.

Y así se consiguió el equilibrio, era pasar y verla allí tan radiante, que me recordaba de inmediato a bosques, a sonrisas, a olores frescos y a las manos de alguien que un día la arrancaron de su tierra para que empezara a formar parte de la mía.


sábado, 2 de enero de 2016

CUENTAS

De la red

Ella removía el café, lo soplaba de vez en cuando y se distraía conscientemente con el humo que subía y dibujaba figuras imposibles antes de desaparecer.

Él retocaba su pelo, se perfumaba, se miraba en el espejo.

A Ella se le quedaba grande la casa con su ausencia, aprendió a llenar de música las estancias, a decorar las paredes con fotografías antiguas, a vivir rodeada de recuerdos, a esperar el cambio que, posiblemente, nunca llegaría.

Él llegaba tarde a casa y le daba un beso en la mejilla, durante esos segundos sentía que el pulso de Ella estaba un poquito más débil cada día. 

Poco a poco Ella fue perdiendo color, maquillaba de rojo sus labios, sus uñas y hasta su corazón, una capa de chapa y pintura que tapaba los agujeros que poco a poco se fueron haciendo por la falta de amor.

Un día Él dejó en el suelo una gran caja envuelta en papel de regalo y se fue. Al levantarse y verla los ojos de Ella se iluminaron, estaba descalza y su cuerpo delgado temblaba mientras avanzaba y se acercaba hasta su lado.

La abrió tranquilamente, sabía que dentro encontraría algo que la cambiaría. No se equivocó, debajo de una fotografía actual había una nota que decía:


"Te perdono, perdóname, deshazte de Ella, yo lo haré de Él y rehagamos de una vez NUESTRA vida"







lunes, 21 de diciembre de 2015

MENSAJES LUNARES

De la red

Esa noche algo me hizo mirar hacia la luna, estaba llena, lucía orgullosa, le hice una pregunta retórica y de repente tembló. En cuestión de segundos empezaron a desprenderse letras de las capas superficiales de su piel. 

Viajaban a velocidad de vértigo y, como si yo las atrajera con la fuerza de un imán, fueron cayendo, una a una, a mi alrededor. Algunas derraparon y formaron nubes de polvo que me hicieron toser y cerrar los ojos, de tal forma que al volverlos a abrir me encontré rodeada de cientos de palabras ininteligibles para mí.

La luna había desaparecido, se transformó en poesía desparramada por los rincones de un planeta que verdaderamente, la necesitaba.

Y mi labor fue darle forma, escuchar los gritos que se oían al fondo e ir colocando las letras para otorgar réplicas. Un trabajo con grandes dosis de responsabilidad a mi espalda, ya que quizá mis respuestas llevan mucho de mí y pierden el sentido al llegar a sus mesas.

Por lo que me esforcé mucho para ser objetiva, con paciencia vacié de mi mente toda mi vida, y sólo entonces empezó a fluir lo que buscaba: escribí cientos y cientos de poemas dirigidos a amantes furtivos, a soledades obligadas, a corazones destrozados y a esos poetas que deambulan por las calles empedradas.

Cuando sólo quedaban un montón de letras cualquiera por el suelo desperdigadas, dejaron de llegar preguntas. Alcé la vista al cielo y vi que, de nuevo, una luz nocturna brillaba. Estaba un poco más pequeña que la última vez, un poco menos brillante, un poco más gastada.

Llegué a la conclusión entonces, de que la luna nos aporta calma, nos devuelve la ilusión, pone a nuestro alcance su visión privilegiada y nos ayuda a ordenar nuestro caos cuando no somos capaces de encontrarle una función.

Guardé esas letras, hago combinaciones, les busco sitio, les doy la vuelta, estoy segura de que en cualquier momento encontraré la respuesta que espero, cuando llegue: la leeré, la memorizaré, la aceptaré y hasta que aparezca el próximo dilema, trataré de vivir mucho de día y por la noche, echar sólo un vistazo a la luna, sobre todo cuando esté llena.



martes, 8 de diciembre de 2015

ENREDO

De la red

He hecho un nudo a mi cuerpo y lo he rodeado de mucho pelo para que no se vea el enredo.

Lo cepillo cada mañana, coloco los mechones estratégicamente, corto las puntas abiertas o tiño las canas incipientes. A cambio me aporta calor y privacidad, sólo tengo que salir a la calle cerrando los ojos, sintiéndome bella, segura y capaz.

Los jóvenes me miran de reojo y como si de un reflejo se tratara, sacan su teléfono ya preparado y me hacen fotos sin permiso. Se esfuerzan en pillar el encuadre correcto, porque lo importante para ellos no es la cara, es salir con morritos de selfie junto a ese extraño y peludo cuerpo.

Si supieran lo que arrastro...  toda una vida de recuerdos...

Con fichas de un puzzle aún inacabado voy creando mi historia, cada día un nuevo hallazgo. Pero en un momento dado no coloqué una pieza en el sitio correcto, y en vez de enmendar el error, lo intenté disimular aplastándolo con mis zapatos nuevos. Aunque yo sentía una molestia lo achacaba a lo normal, ya sabéis: al reuma, a la edad, a los nervios o al exceso de Prozac.

Y resultó ser precisamente un nudo, de piezas de puzzle mal ordenadas con pelo liado en medio de ese enredo... como una joroba sin agua dentro, que me daba un aspecto de dromedario hembra yendo directita al desierto.

Cuando fui consciente de ello, cogí el teléfono, pedí cita en el fisio y después en el peluquero.

Y aquí estoy, sentada en la sala de espera ¿de quién? No sabría decirlo, las paredes son blancas, hay carteles con sonrisas, pero ¡debe ser el peluquero! Es cierto, lo estoy notando, mi pelo tiembla, se encoge, se estira, se hace trenzas, mira al fondo de la sala y después se agarra más que nunca a mi cuerpo. 

En el fondo lo entiendo, son muchos años juntos, ya nos tenemos cariño y pensándolo bien, me acabo de enterar de que se llevan de nuevo los flequillos este invierno. Me decido por una puesta a punto, un corte asimétrico, un color llamativo y mucha mascarilla aceitosa para deshacer el enredo.


domingo, 29 de noviembre de 2015

PIRULETAS


El aire se había vuelto espeso a nuestro alrededor, era como si nos moviéramos debajo del agua, los músculos de las piernas se esforzaban para llevarnos hasta nuestro destino, pero acabaron agotados y sin ganas de nada.

De repente recibimos un golpe seco en la cabeza y notamos que se endulzaba nuestro interior. Miramos hacia arriba y nos sorprendieron cientos y cientos de aviones que lanzaban piruletas de corazón desde sus bodegas. A la vez observamos cómo las pupilas de los ojos de todo aquel que alzaba la mirada cambiaban de forma y parecían palpitar al compás de un bolero de Machín.

Me dio la impresión de que desde el cielo nos mandaban partículas microscópicas de auténtica felicidad, y resulta que yo ando escasa últimamente de eso en casa. Mi frigorífico no conserva por mucho tiempo los tupper que llené hace ya meses, los vecinos no prestan ya ni la sal, las noticias de los telediarios matutinos no dejan de llenar de color negro los huecos que nos quedan por aquí y por allá...

Así que urdí un plan para llenarme los bolsillos: los vacié de todo eso que me pesaba tanto y de lo que hasta ese momento parecía que no me podía separar y los rellené con dulces piruletas de sabor a fresa y sin pizca de sal. 

Los rellené tanto, que cambió la perspectiva que los demás tenían de mí. Tanto, tanto, que la persona que caminaba a mi lado se volvió loca buscando a la antigua María que portaba un halo gris.

Y así como por arte de magia, el aire espeso se evaporó, surgió de la nada una ligereza indescriptible que rápidamente me envolvió. 

Rodéate de dulce a menudo y regálale tus lametazos más sinceros a las piruletas. Comparte con los demás las conclusiones que saques cuando el efecto del azúcar aún esté en tu cuerpo. Alza la mirada a menudo y busca entre las nubes o las estrellas, allí arriba hay tesoros esperando a ser descubiertos, y del tamaño de tus pupilas depende que los veas o queden para siempre olvidados en el tiempo.


jueves, 19 de noviembre de 2015

ATADURAS


Cuando me compré aquellos zapatos, el dependiente me informó sobre sus cualidades: "son flexibles, transpirables, cómodos y además llevan cordones hechos con fibras de algodón".

...y me los puse aquel primer día. De repente noté que veía el mundo unos tres centímetros más arriba, la perspectiva había cambiado: por primera vez pude distinguir en los escaparates los precios de los pasteles en las baldas de arriba sin tener que ponerme de puntillas, empecé a mirar de frente a las coronillas sin pelo que abundaban por las calles ¡muchas más de las que creía!, y resultó cierto que me costaba mucho menos ir corriendo a todas partes, sin sufrir calambres, dolores o rozaduras incómodas o malignas.

Me acomodé tanto a ellos que al dormir, los pies me los pedían. Llegué a tener sueños extraños, donde me abordaban por las calles sandalias de tiras, bambas vulgares o zapatillas. Se ponían en pie y formaban una cadena inabarcable, se empeñaban en calzarme y después de varios intentos fallidos, al mirar hacia abajo, observaba con asombro cómo mis pies salían corriendo y a mí me dejaban con el problema.

Una mañana, a eso de las ocho y media, pude observar en la calle que mis extraordinarios zapatos dejaban las mismas huellas que los cientos y cientos de pisadas que ya habían pasado antes por allí. 

Intenté alejarme un poco del camino y no fue posible. Creo que es probable que los zapateros introduzcan una especie de imán que se adhiere a unos carriles subterráneos que nos llevan a todos al mismo sitio.

Así que sólo tuve que agacharme para comprobarlo, deshacer con un simple movimiento de los dedos el nudo de los cordones hechos con fibras de algodón, flexionar los pies y hacer el gesto de sacarlos, atreverme a posarlos sobre la tierra sin protegerlos y decidir en cuestión de segundos, el camino que deseaba tomar.

Allí quedaron, en medio del asfalto, sólo espero que nadie caiga en el engaño y que por muy atrayentes que parezcan, no vuelvan a tener dueño fijo, dejadlos que vayan solos por los carriles, que salgan vacíos por las mañanas y procurad por vuestro bien, que regresen por las noches sin compañía.


martes, 10 de noviembre de 2015

PÁJAROS EN LA CABEZA


"Dale pienso una vez al día y con eso bastará" -dijo el entendido en estos temas.

Y así lo hice, pero resulta que en mi cabeza habitaba más de un ave, alguna doméstica, pero muchas salvajes mezcladas entre exóticas, zancudas y rapaces.

Empezaron a pasar hambre y tenían que pelear por cada grano de alpiste. Yo notaba algo extraño por ahí dentro y decidí pensar y pensar, con ello tapaba los ruidos que hacían con sus patas pero mi "pienso" los hizo engordar. Total, que en vez de mejorar, fui para atrás.

Tener tantos pájaros en la cabeza me produjo un despunte artístico, una fama inmerecida, me llenaron de galones, de medallas, me pedían autógrafos, querían mis fotografías y, curiosamente, en éstas últimas fue donde observé que los demás sí, pero yo, nunca sonreía. 

El remedio fue drástico, introducir jaulas con cebo para ir cazando uno por uno, después dejarlos en libertad e intentar empezar de cero.

No está siendo fácil, con los pájaros volaron recuerdos, sensaciones, "eriza pelos", me quedé vacía en emociones, me faltan estímulos externos, me limito a programar una rutina y a no salirme del camino derecho.

¿Y ahora, sonrío? 

Yo diría que no. Curiosamente sólo lo hago cuando alzo la mirada y reconozco volando a alguna de mis aves alimentadas con mi pienso. Observo como me guiñan sus ojos sin pestañas y reconozco entonces que las echo de menos. Ahora se me presenta otro problema: resulta que me sobra alpiste y no tengo donde meterlo.