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De la red |
Aquella noche se fue la luz. De repente la oscuridad lo era todo y tuvimos que hablar más de la cuenta para poder situarnos en ese espacio desconocido, sin recovecos o esquinas donde escondernos.
Lo que empezó con un grito, acabó con besos en la boca. No existía la necesidad de cerrar los ojos, pero sin querer, ellos lo hacían. Siempre he mantenido la certeza de que así se diferencia el amor del deseo, el amor se siente por dentro, el deseo sólo llega a las afueras.
Los sonidos se amplificaron y las palabras que me decías las imaginaba como nubes de algodón flotando por el aire dándose la mano y comiendo golosinas. ¡Sonaban tan bonitas!
Pero la luz volvió, y con ella la realidad. Esa rutina que nos ciega la mirada y no nos deja palpar la piel o ponerle el acento a la sílaba adecuada.
Voy a sustituir las bombillas por piñatas, así cuando anochezca, la penumbra nos ayudará a romperlas. Cogeremos lo que se desparrame por el suelo y llenaremos hasta los bordes nuestros cofres de pequeños tesoros con derecho a compartirlos.
Las mañanas serán así más luminosas, los ojos sufrirán dolores extremos, pero el corazón latirá desbocado al descubrir que lo que se vivió por la noche fue realidad, no sólo un sueño.