
jueves, 28 de mayo de 2009
LO QUE NO SE VE

sábado, 16 de mayo de 2009
SUPER ándonos

domingo, 25 de enero de 2009
RO & JU

domingo, 11 de enero de 2009
GLAMOUR

Navidades en París: retrasos en los vuelos, frío, mucha gente esperando subir a una torre, frío, a entrar en un museo, frío, a sacarse una foto en el famoso arco o en el moulin rouge, más frío..., aún así no quiero congelar, más aún, al personal contando mi heladora experiencia que comenzó con la genial idea que me dio un día de querer pasar una Nochevieja diferente, dicho y hecho, así fue.
Me quedo con el glamour que se respira en esa ciudad, que conste que estuve hace años y no percibí esa ola de elegancia que baña a todos y cada uno de sus habitantes. Claro está, que hace años una iba de viaje de fin de curso y la mente y la vista estaban puestas en otros menesteres.
Un color, el negro: abrigos, pantalones, botas, bufandas, guantes, gorros, una uniformidad que por momentos te hacía sentir totalmente fuera de lugar al ir vestida de marrón o con vaqueros, ¡ya lo creo que parecíamos guiris!!.
Al tercer día me integré y salí a la calle de luto riguroso, lo más sorprendente es que no fue una decisión meditada, sino que debió formarse durante la noche al juntarse las imágenes del día y el subconsciente, y salí a pasear con el look típico de francesa treinteañera viviendo en París.
Lo que no conseguí por razones obvias, fue acatar costumbres típicas en tan breve período de tiempo, más que nada porque no me interesaba cambiar el ritual de las uvas por un beso a un desconocido, como es costumbre allí, de esos con la bocaza y a tornillo a poder ser, que una vez al año y anteponiendo la excusa de la tradición hay que aprovechar la máximo.
Y ante el riesgo de que cualquier personajillo desdentado me tocará por azar, perdí la oportunidad de que un morenazo guapetón de esos que abundan por allí me agarrara cual princesa recién rescatada de la torre del castillo y me plantara un beso de película de esos que ya no se dan.
Creo que fui justa con mi media naranja, puesto que si nos hubiéramos arriesgado los dos y lo veo besando a otra, mediando, como no, la tradición, igual se cambia a partir del año que viene, el dar un beso por dar un puñetazo en el ojo a un desconocido/a, y le damos la vuelta a la tortilla, pero a la española, no a la francesa.
Y es que la vena racial es fuerte estés donde estés, y te pongas lo que te pongas.
domingo, 14 de diciembre de 2008
¿Fantasía o realidad?

domingo, 30 de noviembre de 2008
Ya llegó
viernes, 31 de octubre de 2008
Y OLÉ
Estaba yo tan tranquilita descansando frente a la televisión encendida, sin prestarle demasiada atención, cuando absorta en mis pensamientos me di cuenta de que si quisiera hoy en día poner una sevillana típica spanish encima de la caja tonta no podría, la tele es tan fina que no habría ley física posible que consiguiera que se sujetase con cierta estabilidad.
Me dije que esa reflexión tan extraña a esas horas de un viernes fin de mes merecía, por lo menos, un post en el blog.
Y me doy cuenta de lo que han cambiado las cosas en poco tiempo, se ha pasado de la decoración excesiva al minimalismo exagerado, del colorido y la sin razón de aquellas paredes de los años 80 a los tonos pasteles y la uniformidad de las casas de hoy en día. En ocasiones, cuando veo fotos de mi infancia me cuesta encontrarme en la habitación entre tanto cuadrado-rombo-círculo-rojo-naranja-marrón, uff, cómo podría pegar ojo por las noches, diríase que podría calificarse de cuasi sacrilegio al feng shui tan de moda hoy en día.
Quizá de ahí me venga esa obsesión por las líneas rectas, los colores suaves y la sencillez de mi casa, acepto regalos de todo tipo excepto decorativos sin haberlos elegido previamente, no soporto las figuritas o los recuerdos de Benidorm, mucho menos los adornos de las comuniones o bodas o bautizos...
Llegados a este punto debo explicar para la gente de otros países que durante los años 70-80 se impuso casi de forma general que toda casa pudiente tuviera una sevillana como la de la foto encima de la televisión y a poder ser con un tapete de ganchillo elaborado por la abuela debajo.
También había cientos de hogares con una especie de tapiz o alfombra en la pared con la imagen de unos ciervos en el bosque, que debieron de agotarse en el mercado.
Con la perspectiva del tiempo todo esto se percibe como un atentado al buen gusto, pero jolín, qué felices éramos y qué orgullosos estábamos con nuestras muñequitas y nuestros tapices decorando nuestros días.