Estaba yo tan tranquilita descansando frente a la televisión encendida, sin prestarle demasiada atención, cuando absorta en mis pensamientos me di cuenta de que si quisiera hoy en día poner una sevillana típica spanish encima de la caja tonta no podría, la tele es tan fina que no habría ley física posible que consiguiera que se sujetase con cierta estabilidad.
Me dije que esa reflexión tan extraña a esas horas de un viernes fin de mes merecía, por lo menos, un post en el blog.
Y me doy cuenta de lo que han cambiado las cosas en poco tiempo, se ha pasado de la decoración excesiva al minimalismo exagerado, del colorido y la sin razón de aquellas paredes de los años 80 a los tonos pasteles y la uniformidad de las casas de hoy en día. En ocasiones, cuando veo fotos de mi infancia me cuesta encontrarme en la habitación entre tanto cuadrado-rombo-círculo-rojo-naranja-marrón, uff, cómo podría pegar ojo por las noches, diríase que podría calificarse de cuasi sacrilegio al feng shui tan de moda hoy en día.
Quizá de ahí me venga esa obsesión por las líneas rectas, los colores suaves y la sencillez de mi casa, acepto regalos de todo tipo excepto decorativos sin haberlos elegido previamente, no soporto las figuritas o los recuerdos de Benidorm, mucho menos los adornos de las comuniones o bodas o bautizos...
Llegados a este punto debo explicar para la gente de otros países que durante los años 70-80 se impuso casi de forma general que toda casa pudiente tuviera una sevillana como la de la foto encima de la televisión y a poder ser con un tapete de ganchillo elaborado por la abuela debajo.
También había cientos de hogares con una especie de tapiz o alfombra en la pared con la imagen de unos ciervos en el bosque, que debieron de agotarse en el mercado.
Con la perspectiva del tiempo todo esto se percibe como un atentado al buen gusto, pero jolín, qué felices éramos y qué orgullosos estábamos con nuestras muñequitas y nuestros tapices decorando nuestros días.