sábado, 29 de septiembre de 2018

SUCEDÁNEO

De la red
Después de viajar durante una temporada larga subida a una nube esponjosa y acolchada, una tormenta otoñal me hizo bajar de golpe como si formara parte del conjunto de gotas aleccionadas para regar las calles, los campos o los fuegos que se formaban en los suburbios más profundos del infierno.

La caída fue dura, yo que me creía fuerte comprobé la fragilidad de los huesos. Ellas se apoyaban en sus moléculas de hidrógeno, rebotaban y daban saltitos mientras que un sucedáneo de mí misma intentaba gritar sin ser oída, porque las gotas de agua son sordas además de ser exageradamente presumidas.

Y así fue como pasé del cielo al suelo, unos cuantos segundos y tu vida se reduce a un montón de escombros. Pasas a vivir en la sombra detrás de la gota reina, la que dirige tus pasos, la que te alecciona, la que te instruye, la que te hace una permanente en el pelo y a la vez te lava con lejía el cerebro.

Perdí mi forma, mis colores, mi idioma. Me convertí en una copia de todas las copias de aquella milagrosa primera gota, la que cayó sobre la Tierra para probar su textura y dio pasó después a aguaceros, riadas, ciclones y huracanes. La que formó los ríos, los lagos, los cabos, los golfos y los meandros. Fui parte de ese fenómeno cíclico en el que de repente estás arriba, abajo, cayendo o ascendiendo. 

Soy, en definitiva, un sucedáneo de mi yo más imperfecto.


martes, 18 de septiembre de 2018

CEGUERA TRANSITORIA

De la red
Creo que la contaminación atmosférica que me rodea me provocó una ceguera transitoria. Dejé de ver las cosas con sus arrugas o sus formas y empecé a percibirlas bajo una niebla espesa que tapaba la esencia virginal de la mirada inocente que hasta entonces me acompañaba a donde quiera que miraba u oteaba.

Tuve que apropiarme entonces de una serie de aparatos que hasta entonces me eran desconocidos. Hablo de lupas, anteojos, gafas de pasta, para las cosas pequeñitas microscopios científicos y en las más grandes y complejas, enormes y caros telescopios acertadamente llamados astronómicos.

Esta situación tan engorrosa hizo que me acomplejara a cada paso que daba, en vez de pasar desapercibida las miradas ajenas me apuntaban, o eso intuía, porque iba yo muy centrada mirando donde pisaba o en qué agujero me caía.

Tan cegada, tan caída y tan acomplejada llegué hasta la puerta de un oculista especializado en casos extraños. Había rehabilitado a ciegos que no sabían que veían e incluso le dio visión a cada topo con el que se cruzaba cuando su trabajo se lo permitía.

Fue darme la mano y recuperé un porcentaje medio de visión periférica. Me desprendió con mucho cuidado de los aparatos y pude alzar por fin la cabeza. Me acompañó hasta una colina y me obligó a respirar a pleno pulmón. Fue milagroso, recobré de golpe la vista y además la adornó con confeti y brillantina a todo color.



jueves, 6 de septiembre de 2018

POLVO CÓSMICO

De la red
A unos cuantos angelitos curiosos les dio por revolver el polvo cósmico. Y yo, que últimamente no duermo por las noches a pierna suelta y me paso las horas mirando al cielo, creí ver una lluvia de estrellas furtivas.

Empecé entonces a pedir deseos con nocturnidad y alevosía un poco así a lo loco y curiosamente, según los pedía, se cumplían. Pero de inmediato llegaba el sueño y estuviera donde fuera que estaba dentro de mis deseos, caía rendida y me dormía. 

Todos los pequeños instantes de los que disfrutaba durante la noche por el día se evaporaban. Creo que se produjo el efecto contrario y empecé a notar que cada vez tenía menos deseos matutinos, menos necesidades innecesarias, más momentos simples que me nutrían y me alimentaban.

Fue así como los angelitos se fijaron en mí y después de estudiarme a fondo pasé a ser una candidata perfecta para la próxima temporada de la recolección anual de polvo interestelar, ese que se encuentra entre las estrellas, ese que es tan delicado que si estornudas lo desaceleras. 

Y de momento estoy haciendo las prácticas: texturas, colores, temperaturas, materiales inflamables, riesgos laborales... todo aquello que me sirva para entender mi trabajo y que me ayude a desear deseos concedidos por angelitos alados.