martes, 30 de junio de 2020

SUDANDO

De la red

Nos pasamos la vida sudando en exceso, metiéndonos todo tipo de ungüentos tóxicos y sacando el líquido sobrante de dentro. 

A ratos quisiera darle la vuelta a mi cuerpo: guardar las cicatrices que tiene la piel y enseñar todos los órganos, los músculos y los huesos. Estoy convencida de que con las cosquillas al hígado también se le pone la piel de gallina.

De esta forma podría eliminar las grasas utilizando mi lavavajillas más concentrado, esculpiría las abdominales siguiendo un estricto  proceso y los tatuajes que quisiera tendrían que ser dibujados única y exclusivamente sobre el esqueleto.

Los globos oculares esconderían muchos datos, todo lo que decimos con la mirada, pero el corazón acelerado se mostraría aireado y sin poder tapar su rubor ante tu inminente llegada.

Por otro lado, la piel dejaría de exhibir su color y eso nos ahorraría problemas cotidianos. El vello crecería y, además, lunares, espinillas y pecas convivirían en armoniosa armonía.

Aprovecharía para quitarme con pinzas todos los tumores benignos y a los malignos les impondría una estricta cuarentena. Todo se irá viendo, pero tengo claro que cambiaría el vivir muriendo, por el morir viviendo.

martes, 9 de junio de 2020

LO SIMPLE

Me enfrento a la hoja en blanco temblando, principalmente porque mi mente a menudo navega entre aguas bravas o turbias y al querer pintar el cielo me asusto y lo araño con las uñas.

Al mostrar la obra a mis allegados comentan por lo bajini que siempre pinto paisajes lluviosos, que debo estar deprimida o que quizá echo de menos Galicia. Si tuviera que decirles algo, tan solo les diría que me gustan las líneas.

Cuando me expreso creando volúmenes y conformando espacios, tallo mis esculturas sin piernas ni brazos, así evito cincelar dos codos, dos rodillas y veinte dedos, ya que tiendo a estropearlos por aquello de los miedos. A cambio esculpo bloques lineales que recuerdan a edificios sin ventanas ni desagües.

Al venderlas como cuerpos la mayoría me pide la hoja de reclamaciones. En ellas escriben muy furiosos que, presuntamente, les quiero vender un bloque de cemento a precio de oro. El problema es que ellos no viven el proceso creativo, ese en el que te desnudas y todo tu ser queda esparcido.

Si edito fotografías las flores pierden color, si escribo una canción no cuadran las rimas, si diseño un vestido me equivoco con el patrón y si preparo el postre le echo demasiada vainilla.

Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que lo complejo no va conmigo, porque mire donde mire, al final gana lo simple.