De la red |
Quiero desnudarte. Te he visto tantas veces sin ropa que ya va siendo hora de que cubras un poco tu cuerpo. Pudiera parecer una incongruencia unida a reproche, pero solo es un lamento matutino que pretende alcanzar un determinado objetivo.
Y es que desabotonarte la camisa nunca fue especialmente difícil, pero yo no buscaba eso. Yo desnudo con calma, quitando capas y capas hasta tocar primero músculo y después hueso.
Tardé muchos meses en desprenderte de tu armadura cargada de celos. Te pesaba tanto que cuando me mirabas no veías lo inservible que iba a ser ella conmigo. No soy tuya, no soy suya, no somos propiedades privadas ni pretendo tener tus ojos clavados siempre en la parte baja de mi espalda o en mi ombligo.
Creo que gané a pulso deshacerme de aquella gran masa de desconfianza. Por las noches cuando dormías cogía mi cincel y el martillo y poco a poco conseguí quitarle los nudos y darle forma de piel bronceada, con sus pecas y sus arrugas estudiadas. Resulta curioso comprobar que desde entonces vivimos nuestros días de forma relajada, tú no desconfías y yo duermo del tirón casi hasta mediodía.
Ahora estoy atareada con tu capa de miedo, he intentado casi todo para ahuyentarla, desde asustarla con arañas peludas a ponerme una sábana blanca...pero esos animales no te dan pánico y a los fantasmas, lamentablemente, estás acostumbrado.
Reitero, yo seguiré desnudándote hasta llegar a tus huesos, quiero comprobar si los dos tenemos la misma fuerza de voluntad, idénticas tibias y semejantes heridas y fragmentos.