lunes, 26 de febrero de 2018

GANAS

De la red


Fuimos ganas, de esas que no pueden esperar a llegar a casa para abrir el paquete de chocolate, de las que estiran las horas haciéndolas interminables, de aquellas que consiguen cambiar el agobio de un día por la tranquilidad absoluta e infinita.

Porque viajamos juntos serpenteando por aquella inhóspita travesía, si no remábamos unidos los remolinos nos abducían. Miramos a la vez las puestas de sol tardías y descubrimos que nuestras ansias intensificaban el color de las despedidas.


Somos ganas, de estas que te obligan a dormirte en el sofá pasadas las once, de las que te llevan hasta un lugar preciso sólo porque allí venden esos croissants tan exquisitos, de las ganas tan exacerbantes que se tienen dos personas cuando se miran y se gustan sin cometer por ello ningún crimen o delito.

Porque seguimos el viaje aunque yo voy delante y tú te paraste, creo que te distrajo la niebla densa que se formó en el camino, me esfuerzo y de vez en cuando te envío mensajes en código morse para que no te olvides de las ganas que somos, de las que fuimos y de las que nos quedan por ser. Te reto a un juego o ¿a un juego ya te reté...?


miércoles, 14 de febrero de 2018

SERENDIPIA

De la red
Me encontré con la suerte de golpe un día, pero esa mañana diluviaba y tuve que ponerla a secar en la cuerda cerca de la ventana durante la comida.

Resultó que la suerte tenía nombre y apellidos, prefirió guardar el anonimato conmigo porque no se fiaba de alguien que caminaba mirándose los pies, o más bien, los tobillos.

"Me cuesta mirar hacia el cielo porque por ahí arriba vuelan pájaros, hacen nidos y grajean los cuervos", dije yo.

Eso no es excusa, por el suelo reptan los gusanos, saltan las pulgas sin dueño y a primera hora de la mañana la humedad lo cubre todo con una capa fina de falsos sueños.

"Pero gracias a mi postura te encontré, estabas tan escondida que sólo mirando hasta el fondo pude distinguir tus escurridizas patitas. Estoy muy convencida de que has sido una serendipia en mi vida".

Y entonces brotó una lágrima de su afortunado ojo clínico, llevó sus dos brazos hacia la espalda y se apretó a sí misma como lo haría un auténtico ser vivo.

Es curioso, pero al tenerla tan cerca sentí que estaba sobrevalorada, la suerte es pequeña, delgada, frágil, se la hiere fácilmente y huye si se siente presa. Más o menos es el espejo de la persona que la mira, un reflejo, una indirecta, una palabra abajo y otra arriba.

Mi suerte y yo convivimos juntas en perfecta armonía, la cuido, me cuida, le doy abrazos y a cambio ella me obliga a levantar la barbilla cada día.