viernes, 16 de agosto de 2019

ME GUSTA(S)

De la red
Me gusta que despliegues las alas cada vez que te pido un momento. Abiertas se parecen a las velas de un barco que pudiendo haber naufragado acaba acercándose a buen puerto. 

Me gusta que des voz a mis noches cuando tengo miedo al silencio. Las palabras verbalizadas a oscuras alimentan mi valentía que, presa y con hambre, sufría.

Me gusta que desgastes tu energía cuando te arrastras y vienes a contracorriente. Sé que a veces estoy rodeada de borrascas que provocan estragos a todo ser viviente. 

Me gusta que se te vayan de las manos miles de caricias hasta mi cuerpo. Yo las hago mías y las clasifico gustosamente por orden descendente.

Me gusta que recolectes las lágrimas que vierto cuando duele. Ya tenemos reservas si la tan temida sequía se presenta antes de que se traspapele.

Me gusta que guises lentamente las prisas del día a día. El olor en la cocina provoca que vaya saciándome lentamente sin darme cuenta de que no comía.


Me gusta que me gustes. 

Gustosamente,

María Con Zancos y de Puntillas.

viernes, 2 de agosto de 2019

PREGUNTÁNDOME


Inspirar y dejarse llevar. Sentir que flotas en el aire, convertirte en molécula y disfrutar de la redondez y liviandad. Sin esquinas donde esconder viejos miedos ni pesadez que te limite andar. 

Me pregunto cómo será eso de ser una cosa, un espacio ocupado con tu no vida y tus no sentimientos, pero un algo al fin y al cabo.

No te herirán las críticas ajenas ni serás dueño de un nombre propio, jamás alcanzarás grandes metas ni serás el ganador o el perdedor y, pase lo que pase, nunca tendrás derecho a réplica ya que, por desgracia, no posees labios, boca, voz, ni sistema fonador.

Vivirás sin límites, experimentarás el no dolor, viajarás de incógnito y aprenderás sin ton ni son. Serás ninguneado o respetado al máximo, según de dónde sea tu procedencia o tu sobre/infravalorada condición.

Notarás en tus no carnes el frío del invierno y el sol abrasador, evitarás sufrir sarpullidos o escalofríos pero, lamentablemente, nunca se oirá el latir de tu corazón. 

Y eso, querida pregunta, no lo cambio yo. Porque la cadencia de la sangre según pasa por las venas me señala el camino, me da una razón, me recuerda que estoy viva, que no soy cosa, que debo alicatar mis esquinas y seguir gritando mientras tenga voz.