De la red |
Soñé que era pequeñita en edad, como ayer. Regresé a la ilusión por defecto, solo tenía que mirarme los pies descalzos y comenzar a moverlos.
Y ese movimiento te llevaba a cualquier sitio, desde a bosques encantados hasta a viajes submarinos. Lo que pasa es que decidí dar un rodeo para comprobar si había algún camino por los extrarradios más desfavorecidos. Siempre he tenido pies rebeldes, son capaces de lesionarse si no están cómodos o comienzan a oler en los momentos más inoportunos como verdaderos demonios.
Pero así, con su carácter prepotente, hemos ido caminando, saltando piedras, dando patadas y perdiendo uñas. A estas últimas, habitualmente, las reparo y las maquillo. Les encanta ser femeninas a ratos, me han confesado por lo bajini que se sienten orgullosas de los triunfos obtenidos y yo les contesto a gritos que el sentimiento de orgullo es mutuo y merecido.
Seguiremos soñando sueños infantiles, apostaremos al caballo perdedor, seremos pocos y quizá seniles, al fin y al cabo, no somos más que seres humanos buscando nuestra canción.