miércoles, 14 de marzo de 2018

PERDICIÓN

De la red

Esta es la historia de la perdición, el destino de una palabra aguda acabada en n y con tilde en la o.

Papá Imperdible conoció el amor durante una tarde ventosa, su trabajo le llevó a enganchar aquella tela que se escapaba como seda de su obligada ocupación. Después de acomodarse en su nueva postura miró hacia los lados y allí la vio: resultó ser la imperdible por la que más tarde él perdería la razón.

Sus perfiles estaban rectos, su acabado brillante y cegador, su enganche hacía un ruidito tan diferente que provocaba miradas y cuchicheos cada vez que se unían sus extremos.

Su nombre, Adición. Era conocida en el costurero por atraer alfileres hasta su casa para sumarlas y volver a sumarlas y así calmar su ansia por añadir alimento a su vida interior.

Después de unos meses intensos, Imperdible y Adición tuvieron a Perdición, un imperdible tierno y extremadamente pequeño, que les trajo de cabeza desde el día que nació.
Cuando buscaron su nombre llegaron a un acuerdo tácito: pones cinco letras tuyas y otras cuatro las pongo yo. Creo que no se dieron cuenta de que así llegaba a sus vidas una palabra que acabaría con todo lo que tenían.

Y así sucedió, condenaron eternamente sus vidas a enganchar un par de cortinas de donde no volvieron a bajar. Mientras tanto Perdición jugaba al escondite con las agujas y las bobinas del costurero sin sentir ningún tipo de presión: sabía que nunca se perdería gracias a su padre y en la vida sólo sumaría porque su madre había sido, simplemente, la mejor.