Aquella mañana decidí seguir el vuelo de las mariposas. Siempre he tenido una relación especial con ellas, las admiro porque su destino incluye un cambio brutal en un momento dado de su vida.
Si quieres volar, es necesario un tiempo para formar las alas, las condiciones de temperatura y humedad idóneas hacen lo demás.
Y me pregunto al observarlas: ¿cómo será despertar un día y haber dejado de ser tú? ¿cómo adaptarte al cambio de perspectiva, al uso de tus extremidades, a la nueva función que desarrollarás en la naturaleza?
Cierto es que el cambio es a mejor, al menos a simple vista, más belleza, más libertad, menos peso...esa ligereza, ese dejarte arrastrar por las ráfagas de viento, ese poder posarte en lo alto de una cornisa y observar, ese ser consciente de la fragilidad de tus alas, pero también de la fortaleza de tu interior.
No dejaré de buscar mi sitio en este mundo, no dejaré de apartar a mis trocitos de felicidad absoluta de todo ese bullicio que compone nuestros días, días llenos de actividades pero vacíos en contenido, días que pasan corriendo sin haberse ganado un hueco en nuestro recuerdo.
Desde ya, me propongo un reto: así en la intimidad de la noche, ponerle una etiqueta a cada día, asignarle una palabra a lo vivido, eso me obligará a estar más atenta durante la vigilia o simplemente, a multiplicar por cuatro lo acontecido.
miércoles, 25 de junio de 2014
domingo, 8 de junio de 2014
MÁGICO
Me gustaría meter la mano en la chistera y poder sacar el puño lleno de todo lo que escasea en este mundo. Subir al edificio más alto de la ciudad, abrirla para que el viento reparta de forma equitativa entre la población y conseguir que se cubran todas las carencias de la noche a la mañana.
Y es que en ocasiones hace falta un acto de fe, creer en la magia o en las casualidades, pero hay veces que la realidad supera a la ficción y en un revés de vuelta y media con doble salto mortal hacia delante y caída en una sola pierna, el destino despliega para ti una pancarta de dimensiones extraordinarias con una flecha pintada en rojo brillante, que te señala por dónde debes ir.
Me imagino tomando la decisión de seguir las señales, seguro que sería un camino como los soñados en esas noches tranquilas, senderos de arena fina, flores de colores chillones que adornan los bordes, árboles que se mueven acompasados los unos con los otros, cada huella de mis zapatos quedaría impresa para siempre dejando pistas de mi destino final. Juntas, formarían la incongruencia de ser un diario íntimo mostrado al mundo sin tapujos.
Y como si un mago cubriera tu cabeza con esos polvos mágicos que en ocasiones quisieras que te hicieran invisible, de la noche a la mañana te encuentras a la otra punta de la pancarta, desde donde todo se ve invertido, donde las flechas no tienen punta, ni hay árboles verdes, ni arena, ni camino, sólo las huellas de tus pies que tienen prisa por andar, por crear un nuevo sendero, que sea tuyo, que sea único, que sea pequeño, pero la mar de bonito.
Y es que en ocasiones hace falta un acto de fe, creer en la magia o en las casualidades, pero hay veces que la realidad supera a la ficción y en un revés de vuelta y media con doble salto mortal hacia delante y caída en una sola pierna, el destino despliega para ti una pancarta de dimensiones extraordinarias con una flecha pintada en rojo brillante, que te señala por dónde debes ir.
Me imagino tomando la decisión de seguir las señales, seguro que sería un camino como los soñados en esas noches tranquilas, senderos de arena fina, flores de colores chillones que adornan los bordes, árboles que se mueven acompasados los unos con los otros, cada huella de mis zapatos quedaría impresa para siempre dejando pistas de mi destino final. Juntas, formarían la incongruencia de ser un diario íntimo mostrado al mundo sin tapujos.
Y como si un mago cubriera tu cabeza con esos polvos mágicos que en ocasiones quisieras que te hicieran invisible, de la noche a la mañana te encuentras a la otra punta de la pancarta, desde donde todo se ve invertido, donde las flechas no tienen punta, ni hay árboles verdes, ni arena, ni camino, sólo las huellas de tus pies que tienen prisa por andar, por crear un nuevo sendero, que sea tuyo, que sea único, que sea pequeño, pero la mar de bonito.
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