sábado, 23 de mayo de 2015
SHOW MUST GO ON
My adventure book ha sido diagnosticado de obesidad mórbida.
He oído no hace mucho en algún sitio algo así como que: 1 de cada 4 personas nacen con el "gen de los viajeros". Pues bien, yo creo que nací con el "gen de la aventura" + el "gen del inconformismo" + el "gen de la curiosidad" + el "gen del lánzate si hay huevos" + el "gen de esto lo hago yo porque lo digo yo" + el "gen del viajero", por supuesto.
Todo este batiburrillo junto se ha materializado en un cuerpo de mujer que se ha dedicado la vida entera a escribir: cartas, cuentos, historias, recetas, diarios, blogs y ahora, recién estrenada y con muy buenas críticas, una obra de microteatro que me está haciendo sentir grande por momentos, que me está dando la oportunidad de conocer a mucha gente, que es mi orgullo personal...
...y justo en este momento me invaden los miedos. Noto como si tanta exposición pública me estuviera poniendo en peligro. Yo, prácticamente desnuda y sin escudos, me estoy dejando conocer demasiado, me empiezan a poner nombre y apellidos, se me juzga, se me cuestiona, se me observa, se me analiza... eso que a los demás les resulta tan fácil, a mí, que soy tan compleja.
Metaforeando: de repente pelotas de tenis vienen hacia mí y tengo que mantenerme alerta para esquivarlas. Los primeros días estaba despierta y fuerte, y yo, toda chula, inventaba hasta coreografías nuevas para los bailes de cabezas.
Ahora son balones de rugby los que se me lanzan y ya me va fallando la energía. Me he llevado algún que otro balonazo en la sien que me ha producido, entre otros síntomas, fuertes dolores y calambres en las piernas.
Y en medio del caos en el que reinan mis días, me doy cuenta de que gracias a todo lo que me ocurre estoy escribiendo el libro de mi vida. Ese al que llamé "Libro de aventuras" y que sólo por cumplir a rajatabla con el título elegido, se merece plasmar uno a uno, todos los instantes de cada día. Y estos hoy ya suman 14.975, con todos sus maravillosos amaneceres claros y cada una de sus noches oscuras y frías.
viernes, 15 de mayo de 2015
MISS IVA
De la red |
En el fondo creo, que aún sigo esperando la carta que lo diga todo. Esa que se escribe a corazón abierto, sin pensar en lo rectos que queden los renglones o en las manchas de tinta que adornen algunas esquinas.
La que se elabora en soledad, quizá con música melancólica colándose por alguna rendija, que te traslada en el tiempo y te recuerda irónicamente, que es el tiempo lo que más odias en este preciso momento.
En la que percibes el temblor de sus manos porque las letras se muestran ondeantes, semi escondidas, como si estuvieran preparándose para salir corriendo y camuflarse entre el caótico abecedario de una bolsa de sopa que guardas en la despensa.
En el fondo sé, que aún sigo esperando escribir la carta que lo diga todo. La que nacerá después de haberse estado gestando durante meses y meses en el interior de mi interior, valga la redundancia, la que cobrará vida cuando tus ojos la vayan desgranado.
Imagino el momento y me lo invento de la siguiente manera: palabra leída, palabra que se levanta, palabra que salta hacia tus ojos, palabra que se integra como parte del todo, palabra que ya forma parte de ti.
Quiero pensar que cada vez queda menos para recibir tu carta y poder escribir la mía. Aunque muy en el fondo sé, que el viento se está llevando la tinta de tu pluma y que mis dedos empiezan a desgastarse con esta espera, que acrecienta, entre otras cosas, mis enormes dudas.
viernes, 1 de mayo de 2015
JUNTOS
De la red |
Tu interior crujió: porque te apreté muy fuerte, porque puse a prueba tu resistencia, porque por un instante te hice mío, porque la diferencia de temperatura te dio miedo, porque éramos dos seres vivos de diferente especie, y eso que sentimos...no era correcto ni estaba permitido.
Tú, un árbol inmenso, centenario y lleno de sabiduría. Tus raíces se extendían por debajo de la tierra y lograron alcanzar agua de ese arroyo en el que mi cuerpo se mojaba cuando el calor apretaba y yo creía que nadie me veía.
Yo, de carne y hueso, pequeña, perdida...
Probaste mi sabor sin buscarlo, me buscaste desde entonces sin quererlo. Nos unió un lazo invisible, lo sellamos con ese abrazo que hizo desaparecer todos mis complejos y mis miedos.
Yo admiraba ese don que te regaló la madre naturaleza, no dejar nunca de crecer, buscar siempre la luz, poder mantenerte a salvo estando a la intemperie durante los inviernos y las tormentas. Ser capaz de desplegar tus ramas en los días soleados para lucirte orgulloso y para cubrir, si fuera necesario, mi piel blanca y delicada, que se ha sentado junto a mis huesos a los pies de tu apoyo, para leerte un libro que guarda misteriosos cuentos de duendes y hadas.
Tú envidiabas mi libertad de movimiento, la posibilidad de acercarme al fuego, el hecho de poder llorar y de encontrar consuelo, pero sobre todo deseabas poder dormir y soñar sin restricciones, como que tus ramas crecían tanto que algún día podrían rozar el cielo.
Yo te aportaba, tú me nutrías. Éramos uno cuando estábamos juntos, éramos medio cuando la distancia se interponía.
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