Vuelta a mi vida, difícil, más de lo que pensaba. Se me hace cuesta arriba volver a la rutina.
Después de que mis ojos hayan visto tan de cerca su realidad, de hecho la he tocado con los dedos, me cuestiono, más que de costumbre nuestra forma de vida, nuestros objetivos, nuestra meta.
Ellos no poseen nada y sonríen, nosotros lo tenemos todo y no dejamos de llorar.
La religión es el eje de su día a día, para mí el único consuelo que les queda, pensar que después de ésta hay otra oportunidad y que será mucho mejor.
Pero llegamos al debate de siempre ¿en verdad quisieran estar en nuestra situación? Seguramente cubrirían de inmediato facetas como la alimentación, la higiene, la educación, pero la libertad, la tranquilidad que transmiten, el apego entre familias... eso es un tesoro que ellos tiene y nosotros perdimos hace tiempo.
Nunca están solos.
Sus tradiciones, su forma de mirar de frente a la muerte te dejan perplejo y hacen que lo veas todo con total naturalidad. Paseando en barca por el Ganges un amanecer, pasó un cuerpo flotando por nuestro lado y los extraños allí éramos nosotros al asombrarnos por el hecho.
Un viaje innolvidable, todo el mundo debería tener la oportunidad de verlo, de olerlo, de sentirlo. País de grandes contrastes, de un colorido excepcional, de grandes sonrisas, de saludos contínuos, de gran amabilidad, de un caos organizado...
Precisamente por ser así, en un mismo día visitabas las construcciones más perfectas que mi ojos han llegado a ver hasta ahora y las calles más desfavorecidas de las ciudades. Un choque que hay que asimilar, se muestra la realidad ante tus ojos, no puedes dejar de pensar porqué tanta desigualdad, al fin y al cabo nacer aquí o allá no es más que una lotería.
Complicado plasmar en pocas palabras tantas sensaciones, tan sólo puedo decir que mereció la pena.