Estiro el dedo y lo apoyo en un grano de arroz, comienzo a rodarlo porque quiero que sea redondo.
Me lleva tiempo, así que comienzo a arrastrarlo mientras hago las tareas matutinas, se le añaden restos de polvo, bolitas de bacterias, una cuerda pequeñita que llegó a casa desde no se sabe donde.
A mediodía ya tiene tamaño de pelota ¡hay que ver lo se acumula alrededor sin darnos cuenta!!
Cocinar con la mano izquierda no resulta fácil, pero no puedo dejar de hacer ese movimiento que me duele, que me cansa, pero me atrae y me engancha.
Un poco de sal, algo de harina, restos de perejil, de cebolla, de sardinas.
Por la noche lo decido, por fin la dejo aparcada, pero antes la pulo con piedra pómez amarilla, la dejo bien simétrica, le saco algo de brillo, asumo que no es lo mismo si no consigue rodar como las otras, las del vecino.
Una mano de pintura y a secarse al aire libre, una capa densa y gruesa de protección anti acoso, otra de material reflectante y una más blindada.
Y pasado el tiempo, no puedo evitarlo, me siento algo culpable ya que Arroz es su nombre, pero la llaman por su apellido.
jueves, 28 de junio de 2012
miércoles, 13 de junio de 2012
VIVENCIAS
Si fuera pequeñita, esperaría sentada con las piernas colgando en un simple bordillo a que llegara una fuerte ráfaga de viento y deshiciera el "molinillo" silvestre que tengo enfrente.
Rápidamente pegaría un salto y frotándome las manos para inyectar energía, me agarraría al remolino más grande, tupido y brillante.
Soplaría y soplaría para alcanzar altura, giraría, me llorarían los ojos, comería partículas sin nombre, rozaría plumas de pájaros antes inalcanzables, tendría frío, tendría calor, notaría el cansancio en mis brazos, pero echaría el aliento durante unos segundos en las manos y volvería a empezar.
Pilotaría con arte y destreza, con mis gafas de aviadora obtendría una visión especial para diferenciar áreas limpias y áreas peligrosas.
Por la noche recogería las piernas, me haría un ocho y soñaría que vuelo, soñaría que vuelvo, soñaría que vuelvo volando, sentiría que aterrizo y que mis zancos se rompen, recogería los restos y me haría un hoguera, aprovecharía la luz para dibujar un plano, donde señalaría con círculos las zonas bonitas y con cruces las "mejor no las veo".
Y formaría de este modo el mapa de mi mundo, con parcelas de azúcar, fronteras de crocanti, personas de tocino y animales sin pelo, nubes de humo, humo de fuego, árboles con hojas de menta y pomelo.
Rápidamente pegaría un salto y frotándome las manos para inyectar energía, me agarraría al remolino más grande, tupido y brillante.
Soplaría y soplaría para alcanzar altura, giraría, me llorarían los ojos, comería partículas sin nombre, rozaría plumas de pájaros antes inalcanzables, tendría frío, tendría calor, notaría el cansancio en mis brazos, pero echaría el aliento durante unos segundos en las manos y volvería a empezar.
Pilotaría con arte y destreza, con mis gafas de aviadora obtendría una visión especial para diferenciar áreas limpias y áreas peligrosas.
Por la noche recogería las piernas, me haría un ocho y soñaría que vuelo, soñaría que vuelvo, soñaría que vuelvo volando, sentiría que aterrizo y que mis zancos se rompen, recogería los restos y me haría un hoguera, aprovecharía la luz para dibujar un plano, donde señalaría con círculos las zonas bonitas y con cruces las "mejor no las veo".
Y formaría de este modo el mapa de mi mundo, con parcelas de azúcar, fronteras de crocanti, personas de tocino y animales sin pelo, nubes de humo, humo de fuego, árboles con hojas de menta y pomelo.
lunes, 4 de junio de 2012
DE LADRONES
Como el ladrón de guante blanco, así eras, robabas sin ser descubierto, tocabas sin rozar, te apoderabas de las joyas más valiosas por placer, puro placer.
Atrás quedó la necesidad, durante años tu táctica funcionó, pero un día llegó ella y entonces todo cambió: temblaban tus dedos al acercarse, la seda del guante se empapaba de sudor, te llamaba más la atención su piel que los diamantes.
Y como hipnotizado por un profesional, la seguías sin ser visto, la observabas sin descanso, soñabas con un único y largo encuentro, robabas horas a tus días, sumabas minutos a la agonía.
Poco a poco te fuiste consumiendo, la espera amargaba tu existencia, el guante se quedó colgado en una percha, sin consuelo pelusas recogía.
Y miraras donde miraras la inventabas y la veías: sus piernas largas candelabros parecían, sus curvas perfectas se asemejaban a la botella vacía, su larga melena a la brisa suave marina.
Fue al final cuando comprendiste que te habían estafado, que el ladrón fue la víctima y el robado, sin guante, se llevó lo más buscado.
Atrás quedó la necesidad, durante años tu táctica funcionó, pero un día llegó ella y entonces todo cambió: temblaban tus dedos al acercarse, la seda del guante se empapaba de sudor, te llamaba más la atención su piel que los diamantes.
Y como hipnotizado por un profesional, la seguías sin ser visto, la observabas sin descanso, soñabas con un único y largo encuentro, robabas horas a tus días, sumabas minutos a la agonía.
Poco a poco te fuiste consumiendo, la espera amargaba tu existencia, el guante se quedó colgado en una percha, sin consuelo pelusas recogía.
Y miraras donde miraras la inventabas y la veías: sus piernas largas candelabros parecían, sus curvas perfectas se asemejaban a la botella vacía, su larga melena a la brisa suave marina.
Fue al final cuando comprendiste que te habían estafado, que el ladrón fue la víctima y el robado, sin guante, se llevó lo más buscado.
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