miércoles, 22 de marzo de 2017
"CIÉLAME"
Cambié la postura desde dónde mirar a la vida, me tumbé en la arena y resultó sorprendente descubrir que si te pones boca arriba obtenemos información y hasta respuestas.
El cielo azul, que no sabe de muros ni de fronteras, nos rodea en un abrazo infinito sin ejercer presión o clavar huesos picudos. Nos dice que está ahí sin hablar ni hacer ruido, nos mira sin tener ojos, nos oye sin poseer oídos.
De vez en cuando necesita aguzar la mirada y para ello fabrica relámpagos que le ayudan a ver con precisión lo que sucede aquí abajo. Él toma apuntes y por las noches, mientras apaga las luces, intenta buscar soluciones.
Hay mañanas que se despierta vergonzoso, entonces saca del armario sus nubes de moda y, si tiene un buen día se pone el estrato color sepia, pero si se ha levantado con el pie torcido, agarra el nubarrón de borrasca y se tapa desde el cuello hasta el tobillo.
De vez en cuando un avión osa acercarse hasta su mejilla, entonces baja la mirada y observa por las ventanillas. Le cuesta horrores entender por qué la gente está mirando constantemente sus aparatos electrónicos, con el espectáculo que tienen fuera... que se está desperdiciando.
Al oír una canción melosa, suele llorar lagrimones de lluvia embarrada, cuando estornuda manda nieve dispersándola por las montañas, cuando se enfada, los vientos huracanados calman su alma y por las noches, se pone su pijama de estrellas luminosas y activa el despertador de la luna para levantarse temprano a vigilar nuestras vidas.
Y es que no es fácil tu tarea, caelum mihi, "cielarnos" a todos en la misma medida.
jueves, 16 de marzo de 2017
MACEDONIA
De la red |
Una tarde calurosa en una ciudad cualquiera, una persona sin nombre decidió hacerse una macedonia bien fresca.
Cortó manzanas, peras, melocotones, ciruelas, añadió zumo de naranja y unas cuantas cerezas. Picó un poquito de hielo, echó una pizca de nata, lo movió todo con mucho cuidado y con gran delicadeza.
Gracias a las manzanas depuró toxinas y eliminó el colesterol. En cuestión de horas se sintió más liviana, más guapa, se puso el bikini de flores y se fue a la playa a tomar el sol.
Las ciruelas, además de estar muy ricas, curaron su anemia y subieron su ánimo. Después de pensarlo un rato se armó de valor y así como si nada lo llamó y él contestó.
Gracias a los melocotones sintió cómo cicatrizaban sus heridas anteriores, su piel creó un pelo muy suave que tentaba ser tocado por conocidos e indeseables. Empezó a desprender un olor tan atrayente que se tuvo que bañar en el mar para oler a algas marinas, en vez de a fruta prohibida.
La pera le ayudó a hacer bien la digestión. Todo lo que le iba pasando aquel día tan surrealista lo iba digiriendo a la velocidad de la luz. No lo pensaba, sólo sentía y sintiendo como lo hacía no pudo evitar un patatús.
Menos mal que la naranja y las cerezas tienen vitamina C y antioxidantes, porque necesitó una Camilla no oxidada para salir de allí llamando la atención. Los facultativos le pusieron hielo en la frente y afortunadamente, reaccionó.
Al despertar se dio cuenta de su fallo, había olvidado poner en su macedonia fruta de la pasión. La ausencia de esa pieza tan pequeña en ese puzzle tan grande, le causó un desmayo pero también la ayudó.
martes, 7 de marzo de 2017
BUM BUM
De la red |
Bum bum, bum bum, bum bum... podría sonar así el latido monótono de mi corazón. Sin embargo, de aburrido no tiene nada. Si hurgo dentro y separo bien las capas, encuentro restos y babas, señales de que hasta allí llegan los escombros de los días y sustancias naturales reelaboradas.
Por el ventrículo izquierdo encuentro agua salada. Últimamente visito tanto la playa que una noche sin darme cuenta bebí un sorbo rápido que desapareció como si nada. En este momento entiendo dónde fue a parar, resulta que esa parte de mi corazón estaba deshidratada y ahora gracias al agua está más flexible y gracias a la sal los domingos por la tarde canta y hasta baila salsa.
En la aurícula derecha hallo una rajita de limón sin exprimir. Aunque las señales no son muy claras, creo que se ha quedado a vivir allí para dosificar gotas de zumo ácidas cada vez que mi corazón se empalaga. Es una buena forma de contrarrestar las subidas peligrosas que se dan cuando empiezas a enamorarte o cuando te dan la estacada.
La aurícula izquierda duele, un cactus con varias espinas ha causado muchas úlceras y heridas. Mis recuerdos me trasladan hasta una cocina mexicana y decido freír unos nopales, para que el cactus vea lo que puedo hacer con él si no deja de atacarme.
El ventrículo derecho está amueblado, a estas alturas creo que vive alguien dentro. No quise indagar demasiado porque estaba todo limpio y muy ordenado, para qué voy a cambiar de inquilino si no tengo queja por el perro ladrando o por la humedad del vecino.
¿Pero, qué percibo? De repente veo que un osado saltador pretende lanzarse al vacío.
Mucho me temo que sin coraza de chapa para aguantar las espinas, sin botella de oxígeno para bucear en el agua y sin papilas gustativas extirpadas, no será capaz de llegar vivo hasta la mujer oculta que habita en la casa.
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