lunes, 27 de julio de 2015

RECOLOCÁNDOME

De la red

Abro la maleta y meto: 50 kilos de carne y huesos, todo bien numerado y ordenado, eso sí. Cuando llegue a ninguna parte, haré el recuento.

Antes, me he puesto un bonito vestido veraniego que realza mi tímido bronceado... parece que ni el sol se atreve a dañarme, o quizá sea que cuando llega a cinco centímetros de mi piel, frena en seco, alarga la punta del rayo con cuidado y entonces detecta esa barrera infranqueable que instalé hace ya unos meses, y al no poder llegar a su objetivo produce un efecto rebote. He llegado a ver cómo las flores de mi jardín ardían por lo que yo diagnostiqué como combustión espontánea, y es posible que ahora mismo tenga la respuesta, al menos, la más poética.

Dentro de la maleta metí también un maletín de color naranja, en él guardo los tickets de todos los autobuses, trenes y aviones en los que me he embarcado a lo largo de mi vida. Cada uno de ellos me alimentó el espíritu, me abrió un poco la mente, me llevó a un anhelado destino.

Pretendo llevar además confeti de colores, serpentinas enroscadas y matasuegras de las buenas. Quiero repartirlo todo a diestro y siniestro, como el que habla a través de un megáfono y va dejando caer a tu lado las palabras sin tú buscarlas.

Lo que tengo claro que no meteré, serán zapatos que esclavicen mis pasos. Estoy acostumbrando a mis pies a andar descalzos: pisar, notar el frío, la humedad, las piedras o el barro. Quiero integrar sensaciones nuevas a mi ya reutilizado cerebro, necesito estímulos que activen zonas muertas o al menos, que le hagan el boca a boca, a ver si así empiezan a mover, aunque sea, un dedo.

Intento encajar bien todas las piezas, pero no hay forma de cerrar el bagaje. No estoy dispuesta a dejar nada fuera, son mis recuerdos, mis aprendizajes, mis experiencias, es mi felicidad, mi fiesta, son mis sorpresas.

No me queda más remedio que salir, recomponerme y cargar con la maleta. Por mucho que lo intente nunca nadie se convirtió en mero equipaje, siempre es uno mismo el que arrastra, factura y decide cuando se cierra o se abre.

Eso sí, me acredito la licencia de andar descalza y vestir de blanco. Y si el calor aprieta, me doy permiso para echarme una buena siesta rodeada de mi mundo anterior y del presente, encogida, arrugada, pero siempre dentro de una antigua, y mullida, maleta.


domingo, 19 de julio de 2015

SIN TELÓN

De la red

Ven, dame la mano, acompáñame aquí adentro. 

Ahora cierra los ojos, dibuja una sonrisa, recuerda el concierto de piano, evoca los acordes que anoche nos envolvieron por los cuatro costados y vamos a charlar.

El tiempo va pasando, sí, acumulamos cicatrices, dolores, recuerdos. Duelen los proyectos que no se cumplieron, las promesas olvidadas, las pérdidas de lo amado, los besos que mintieron...

Desde hace un tiempo te noto gris, y no me refiero a ese gris metálico que portaba orgulloso el hombre de hojalata, sino a un gris opaco, como apagado. Va cubriéndose tu pelo amarillo, tus labios rojos, tus sandalias blancas. 
Mucho me temo que comience a cubrirse tu interior: la lengua, y con ello tus palabras, el iris y tu visión, el corazón y lo mucho que él abarca...

¿Sabes que el mundo está lleno de seres grises? ¿Sabes que tú no formas parte del pelotón? Tú eres ese punto discordante que cada día elige el sitio desde donde quiere ver la salida del sol, la que pelea con uñas y dientes, la que siempre gana, a pesar del dolor. 

Mira, he traído mis pinceles y una gran paleta de colores.. Deja que me ponga las gafas de ver por dentro y comienzo a crearte de nuevo. He comprado mucha goma de borrar, típex y aguarrás.
Tengo en la mente el boceto que dibujé hace años, sólo habrá que añadir madurez, alguna cana, alguna arruga, la belleza del paso del tiempo sin retoques ni cincel.

Dale la vuelta a todos los espejos, luego los limpiaremos a fondo con vinagre y papel. Serán los portadores de tu nuevo reflejo, los que te muestren el cambio, la diferencia, lo que mereces ser: un ser único, un brillo estrellado, en definitiva, una nueva y una gran mujer.


viernes, 10 de julio de 2015

MÍO

De la red

Navegando torpemente entre mis sueños... creo reconocer a un alma limpia e inocente, de esas que nunca hallarías en este mundo de la realidad. 

La diferencio porque emite luz, pequeños rayos picudos, fluorescentes y llamativos, de hecho según anda, van cayéndose trocitos de ellos por el suelo y, todos juntos delimitan un camino.

Algo me obliga a seguirlo, una fuerza venida del hartazgo, la melancolía, los engaños, las falsedades, las amistades a medias, las palabras y los gestos que quedan relegados a un segundo plano cuando tu mente te juega malas pasadas y se estanca en ello: no hay más, únicamente ello, ello, ello...

No soy dueña de nadie en mis sueños, no soy propiedad exclusiva ni soy una proyección para ser admirada y poco más. Soy libre allí y si me apetece pasear con un elefante volador por el parque, sólo tengo que tener cuidado de que no se enganche en algún árbol.

En la vida real, cuando abro los ojos por la mañana, me cuesta una barbaridad encontrar motivos: para mirar, para hablar, para hacer, para escuchar. Busco mi elefante para asegurarme de que existía y sólo encuentro ramas secas de chopos, una abeja muerta y alguna que otra fruta podrida. 

Pequeñas señales que me devuelven la esperanza: soy mujer, soy la escritora de mi historia, soy la que adorna o desnuda mi cuerpo, la que decide, la que ríe, la que llora.       

Soy muchas cosas juntas, pero también una sola: la dueña de mi vida, mi guardiana, mi confesora. La que más me quiere y la que más me admira.



lunes, 6 de julio de 2015

TE AMO...

Prestada

...le dijo la llave al candado. 

Y se encargó desde entonces de abrirlo y cerrarlo, pero no de cualquier forma, con sumo interés: lo escuchaba antes de rozarlo, oía sus lloros desde lejos cuando el frío helaba su cuerpo metálico, se deleitaba con sus risas aquellos instantes en los que el sol aumentaba su belleza ofreciendo destellos amarillos y dorados.

La llave era feliz simplemente con mirarlo. El candado esperaba ansioso cada día el contacto físico para sentirse completo y realizado.

El tiempo fue pasando y los dos sentían que faltaba algo en su relación. "Un viaje arriesgado" -dijo él cierto día con la boca pequeña, mientras la lluvia lo azotaba durante una terrible tormenta veraniega. El plan, a priori, se presentaba complicado.

Pero el destino les tenía preparada la solución. Aquel viernes manos humanas los despojaron de sus ataduras. Horas y horas después salieron de la oscuridad y por un instante fueron conscientes de que nada volvería a ser igual.

El ambiente era húmedo, pero agradable, las vistas eran impresionantes desde allí. El candado supo que quería vivir y morir en aquel lugar... y su deseo se cumplió.

Fue todo muy rápido, garabatearon algo en él, la llave lo abrió, la llave lo cerró, y cuando empezaba a acomodarse y a respirar ese aire puro, lo supo: nunca más la volvería a ver, nunca más se sonrojaría con ella, nunca más lo besarían mientras le susurraban poesías de amor.

Ese día murió algo en él. Pero contradictoriamente, y aunque aún no lo sabía, resulta que la renuncia engrandeció aquel querer.