skip to main |
skip to sidebar
|
De la red |
Quise esa tarde tan calurosa preparar un helado casero bien fresquito, y en vez de eso voy y cocino un ramo de flores viajero. De esos que se envían a cientos de kilómetros con tarjeta, lazos de colores, firma con dedicatoria y un montón de motivos escondidos.
Metí los tallos en un cucurucho de oblea salmantina, así estaban seguros, nutridos y le aportaban al ramo un aspecto de crujiente y dulce galleta suave y fina.
Avisé al cartero de que era material frágil, dentro de ese montón de flores iban mi afecto, mi cariño, mi recuerdo, algunas lágrimas saladas y un montón de dulces besos. Todo ello cubierto de hielo picado, que se sujetaba a duras penas entre un sinfín de espigados pistilos, miles de estambres y verdes sépalos.
Pasaron varias noches con sus días, el calor no me dejaba dormir bien y tenía una y otra vez recurrentes pesadillas que me obligaban a escribir relatos incongruentes, obras de teatro chiquititas, haikus y poemas variados que empezaron a empapelar los recuerdos de mi corta vida.
Cuando menos lo esperaba llegó la respuesta, el timbre sonó y allí estaba, ante ella, un ramo enorme de flores que tenía escarcha por fuera.
Alguien, en alguna parte del mundo hablaba su mismo idioma, ese en el que no hay reglas gramaticales, de ortografía o acentuación. Ese en el que los pálpitos te hacen creer en imposibles o ser mejores. Ese en el que al intentar hacer un sencillo helado, te sale un complejo ramo de flores.
|
De la red |
Pongámonos el disfraz de señora y señor y vámonos corriendo a perdernos entre la multitud...
...aunque igual nuestros andares nos delatan y resulta que vamos perdiendo piezas que no son nuestras a la vez que pegamos saltitos. Quizá queden nuestros ojos al descubierto y entonces ya no podremos esconderlo.
Es posible que sea más adecuado usar un disfraz que obligue a ponerse gafas de sol, a saber: viudos desconsolados, actriz - actor, recién operados de la esclerótica, fotofobia, detectives privados o anciano y ciego camaleón...
...pero entonces no podría mirarte en carne y hueso, vería siempre un fotograma que solo se pondría en movimiento cuando los espectadores estuvieran preparados y se apagara la luz. Me sentiría celosa porque muchos disfrutarían de la película que nos pertenece solo a los dos y no soportaría un final feliz si yo no soy la protagonista, o un trágico desenlace donde muere el actor.
Vistámonos entonces de fantasmas, de superhéroes, de espaguetis a la carbonara, de buzón de correos o de papeleta electoral. Todos ellos tienen que estar a la fuerza acompañados: de la bruja, de la chica que necesita ayuda, del bacon, de la carta de amor y de la casilla en blanco que espera tener encima un gran borrón.
Al final optamos por mimetizarnos con la naturaleza, tú serás una hoja de castaño con los ojos marrones pardo, y yo una de abedul con ojos verdes y mirada felina. Quedaremos entre el césped de ese parque que tanto nos gusta, el viento se encargará de trasladarnos y dejarnos a solas un rato. Yo llevo el vino, tú la dulzura.
|
De la red |
Así sí, junta tu piel con la mía y convirtámonos durante unos segundos en un solo ser. Te echaba de menos.
¿Sabes? Tenté la opción de coger el camino que llevaba directo a esa parcela de tierra aislada que provoca en quien la pisa una epidemia que está afectando al ser humano hoy en día y que se llama soledad.
Pero justo cuando estaba a punto de dar el primer paso me tocaste el hombro por detrás, di un respingo y tú, para protegerme del susto, me abrazaste con uno de esos abrazos tuyos que sin demasiado esfuerzo siempre han conseguido transportarme durante un instante dentro de ti.
¡Se está tan a gusto visitando tu interior!
Me deslizo por el pasillo que me va mostrando la dirección con carteles luminosos que señalan las áreas más sonrosadas. Pero nunca he sido una mujer convencional y me atrevo a investigar qué se guarda detrás de esa puerta cerrada con llave, con dos candados oxidados que muestran la herrumbre como tarjeta de visita pero que si te fijas bien, descubres que la acompaña un ligero latir junto a un sonido apagado que compone algo así como un "bum bum, bum bum".
Con un gesto casi premeditado, me quito una horquilla y se deshace parcialmente mi recogido, un mechón de pelo me cae delante de los ojos y no puedo ver cómo consigo abrir todos los estorbos que nos separaban a ti y a mí. Pero lo hago.
Abrí la puerta y entonces lo vi, su corazón estaba hecho de piedra, con las medidas exactas y la forma precisa, era un órgano digno de exposición, pero sonaba hueco y estaba frío. ¿Cómo podía un ser humano tan perfecto carecer de corazón, pero dar tanto cariño?
Entonces volteé mi cara, hurgué en mi pecho, llegué hasta él y me recorrió un escalofrío: yo también estaba hecha de piedra, era una simple estatua que pasa calor o frío.
Éramos iguales, a simple vista dos piezas separadas, pero por dentro unidas de por vida.
Ahora entiendo por qué nos queremos tanto, ahora sé que siempre será así.