De la red |
Somos dos barcos de papel navegando a la deriva. Fuimos construidos sin planos complejos ni ingenieros de por medio, solo nos doblaron y dieron forma las manos de unos niños que aquel día jugaron a ser capitanes de La Marina.
Tú estás hecho de papel reciclado, eres una mezcla de sucesos pasados que se han lavado, secado y planchado para demostrar al mundo que existen las segundas, terceras o cuartas oportunidades. Navegas erguido gracias a un mástil fuerte que sujeta a dos velas que manejas a tu antojo para elegir tu camino. La derecha te marca el destino, pero te empeñas en virar hacia la izquierda.
Yo salí de aquella casa con agujeros en las velas. Estoy hecha de papel de periódico, tengo la tinta corrida y manchas de café resecas. Me mantengo en el agua porque no he pasado aún por ninguna tormenta, voy siguiendo la luz del sol por el día y por la noche, el brillo de las estrellas.
Mi lienzo está tatuado con cientos y cientos de palabras, tiene titulares, encabezamientos, párrafos y firmas de periodistas que me aportan un aspecto de malota y provoca que no esté muy bien vista.
Tú, sin embargo, tienes cubiertas todas las antiguas noticias, solo asoma alguna letra suelta que te da un toque de distinción casi nobiliaria, por lo que a menudo te rodeas de barcas con medias de seda en sus anclas, extensiones en los timones e implantes en proa y popa, de esos que solo aguantan el peso pluma de un sombrero de copa.
Una madrugada me adelantaste sin previo aviso, una ola hizo que te balancearas y rozaste con tu súper casco mi pequeño casquito. Tuvimos que parar un momento para valorar los desperfectos y resulta que desde entonces desaparecen palabras de mi lienzo y aparecen en el tuyo, rellenando cada hueco.