Como un sueño hecho realidad y vivido en primera persona, estuve entre baobabs, con la suerte de que nuestro planeta es capaz de albergar centenares de ellos sin que sus raíces lo hagan estallar...
Maravillas de la naturaleza que te hacen sentir pequeñita, pero protegida por sus ramas tan imponentes.
Sentí el calor del desierto, mis pies ardían, mi piel se abrasaba, mi cuerpo pedía agua. Quise adaptarme en un minuto, supe que es imposible hacer el cambio, se necesitan años y años.
Deseé entonces ser arena, dejarme llevar de un lado a otro por el viento, cambiar de postura, de rango y de lugar con cada ráfaga de aire.
Entré en la selva preparada de pies a cabeza, pronto me di cuenta de que no necesitaba más que mis pies para andar y mis ojos para captar cada instante, ¡¡mágico!!.
Manglares, aguas rosas, animales salvajes, aves impresionantes, abejas molestas por nuestra presencia...
Noches asfixiantes por el calor, insectos, lagartos, no luz, no agua potable, ducha a la luz de la luna, no tele, no internet, no nevera...
¡Se puede vivir con lo básico!!
Mis ojos estaban frente a lo que necesitaban, tenía prisa por desprenderme de la imagen de lo habitual, me urgía saber que hay otros modos de vida.
Destaco: sus miradas, sus sonrisas, su energía, su vitalidad, su ansia por aprender, su curiosidad, su libertad, su tranquilidad, su cordialidad...
Cuando las expectativas se superan, cuando los contratiempos se solventan, cuando superas los miedos y te desprendes de lo que no sirve, llegas a la conclusión de que, con todas las incomodidades del mundo, ha resultado ser el mejor viaje de mi vida. (No apto para sibaritas)
¡Resulta difícil explicarlo con palabras! Ahí van las imágenes.