martes, 18 de abril de 2017

PIES ESPÍAS


Me encanta tener que ponerme de puntillas para llegar hasta tu oído y decirte esas palabras que tú y yo nos decimos así, en bajito.

Me gusta estar descalza y tumbarme a descifrar con los dedos de los pies las curvas de tu cuerpo. Cierro los ojos para dibujar carreteras infinitas de idas y venidas, con ríos subterráneos de sangre y cimientos de hueso. 

Deseo entonces ser una caminante perdida que vaga mirando al horizonte dejando señales por donde va pasando, para no cometer el error de volver a repetir el camino andado.

Quiero formar parte de ti durante unos segundos, me acomodo en tu axila y estiro los músculos de mi pequeño cuerpo. Entonces noto un escalofrío tuyo, creo que te hice cosquillas al moverme sin permiso.

Siendo egoísta decido quedarme una noche entera contigo. Entre lo que te dije al oído, el juego de mis dedos y el inesperado estremecimiento, ha crecido a nuestro alrededor una burbuja de jabón neutro. Si nos separamos demasiado, se romperá al instante, esta situación nos obliga a abrazarnos y a besarnos y a tocarnos como si fuéramos casi amantes.

La mañana llega rápido, despierto y vuelvo a ponerme de puntillas, al levantarme alzo los brazos y constato que la burbuja ha crecido en gran medida, ahora podemos movernos, pegar saltos y ofrecer aplausos. 

Hacemos todo eso y me pongo las zapatillas, por hoy ya hicieron su trabajo esos pies traviesos que consiguen lo que se proponen, ahora les toca dirigir los pasos de su dueña para que, en la medida de lo posible, no tropiece con grandes piedras.