domingo, 24 de marzo de 2019

POSIBILIDADES

De la red
El día en que perdí adrede la consciencia fui cogida con pinzas y tendida a secar. Desde entonces estoy a merced del viento, subo, bajo, me enredo y hago piruetas sin ningún esfuerzo, físico o mental.

Los rayos del sol me están poniendo amarilla, la ropa está hecha jirones, las uñas largas, los labios se van agrietando y mi pelo ha adquirido textura de escobilla. Estoy planteándome seriamente dedicarme a la espantapajararería, esa profesión tan olvidada que ahuyentaba con su sola presencia a todo pájaro agresivo o hambriento que acechaba el cultivo. Puede que no sea una mala idea después de todo, porque pajarracos amenazantes haberlos hay y necesidad de ahuyentarlos, por desgracia, también.

Sin embargo por las noches me apetece cambiar de profesión futura y me dan ganas de probar suerte en el mundo de la papiroflexia. Poder convertirme en avión de papel y viajar por el mundo sin necesidad de repostar, dejarme dirigir por las corrientes de aire y acabar en un bosque sin tener que aprender a aterrizar...

Los días de lluvia quisiera ser paraguas, los de tormentas, pararrayos, en verano quiero ser playa y en invierno sopa de rábanos. Si te veo cerca quiero ser persona, pero cuando oigo tu voz a lo lejos, tan solo deseo ser ese último beso.

Es la libertad que te ofrece estar tendida por pinzas, que puedes inventarte tus vidas mientras esperas a estar seca y ser recogida.