De la red |
Aquella tarde vi más de lo que quería ver, sentí menos de lo que quería sentir, agradecí a mis adentros por su capacidad de aguante y reprobé a los nervios para que no se repitan los tembleques en los momentos clave.
Como la hoja del bisturí cauterizó la visión periférica, dejé apartado lo mediocre y me centré en una zona donde había mucho movimiento, resulta que algunos órganos se habían reunido en asamblea y discutían en diferentes idiomas... culpa mía, lo sé, últimamente me comunico conmigo misma en lenguas extranjeras.
Pude oír vocecillas agudas queriendo dejar claro que debía tomarme un descanso, pero otras más graves insistían e insistían en seguir con ese ritmo frenético que casi me ha noqueado.
Lejos de sorprenderme pillé la indirecta enseguida, dejé de mirar adentro y me propuse sentir afuera. Con mucho cuidado cosí la herida, dejé el bisturí a un lado y comencé, por fin, a tomar las riendas.