lunes, 21 de diciembre de 2015

MENSAJES LUNARES

De la red

Esa noche algo me hizo mirar hacia la luna, estaba llena, lucía orgullosa, le hice una pregunta retórica y de repente tembló. En cuestión de segundos empezaron a desprenderse letras de las capas superficiales de su piel. 

Viajaban a velocidad de vértigo y, como si yo las atrajera con la fuerza de un imán, fueron cayendo, una a una, a mi alrededor. Algunas derraparon y formaron nubes de polvo que me hicieron toser y cerrar los ojos, de tal forma que al volverlos a abrir me encontré rodeada de cientos de palabras ininteligibles para mí.

La luna había desaparecido, se transformó en poesía desparramada por los rincones de un planeta que verdaderamente, la necesitaba.

Y mi labor fue darle forma, escuchar los gritos que se oían al fondo e ir colocando las letras para otorgar réplicas. Un trabajo con grandes dosis de responsabilidad a mi espalda, ya que quizá mis respuestas llevan mucho de mí y pierden el sentido al llegar a sus mesas.

Por lo que me esforcé mucho para ser objetiva, con paciencia vacié de mi mente toda mi vida, y sólo entonces empezó a fluir lo que buscaba: escribí cientos y cientos de poemas dirigidos a amantes furtivos, a soledades obligadas, a corazones destrozados y a esos poetas que deambulan por las calles empedradas.

Cuando sólo quedaban un montón de letras cualquiera por el suelo desperdigadas, dejaron de llegar preguntas. Alcé la vista al cielo y vi que, de nuevo, una luz nocturna brillaba. Estaba un poco más pequeña que la última vez, un poco menos brillante, un poco más gastada.

Llegué a la conclusión entonces, de que la luna nos aporta calma, nos devuelve la ilusión, pone a nuestro alcance su visión privilegiada y nos ayuda a ordenar nuestro caos cuando no somos capaces de encontrarle una función.

Guardé esas letras, hago combinaciones, les busco sitio, les doy la vuelta, estoy segura de que en cualquier momento encontraré la respuesta que espero, cuando llegue: la leeré, la memorizaré, la aceptaré y hasta que aparezca el próximo dilema, trataré de vivir mucho de día y por la noche, echar sólo un vistazo a la luna, sobre todo cuando esté llena.



martes, 8 de diciembre de 2015

ENREDO

De la red

He hecho un nudo a mi cuerpo y lo he rodeado de mucho pelo para que no se vea el enredo.

Lo cepillo cada mañana, coloco los mechones estratégicamente, corto las puntas abiertas o tiño las canas incipientes. A cambio me aporta calor y privacidad, sólo tengo que salir a la calle cerrando los ojos, sintiéndome bella, segura y capaz.

Los jóvenes me miran de reojo y como si de un reflejo se tratara, sacan su teléfono ya preparado y me hacen fotos sin permiso. Se esfuerzan en pillar el encuadre correcto, porque lo importante para ellos no es la cara, es salir con morritos de selfie junto a ese extraño y peludo cuerpo.

Si supieran lo que arrastro...  toda una vida de recuerdos...

Con fichas de un puzzle aún inacabado voy creando mi historia, cada día un nuevo hallazgo. Pero en un momento dado no coloqué una pieza en el sitio correcto, y en vez de enmendar el error, lo intenté disimular aplastándolo con mis zapatos nuevos. Aunque yo sentía una molestia lo achacaba a lo normal, ya sabéis: al reuma, a la edad, a los nervios o al exceso de Prozac.

Y resultó ser precisamente un nudo, de piezas de puzzle mal ordenadas con pelo liado en medio de ese enredo... como una joroba sin agua dentro, que me daba un aspecto de dromedario hembra yendo directita al desierto.

Cuando fui consciente de ello, cogí el teléfono, pedí cita en el fisio y después en el peluquero.

Y aquí estoy, sentada en la sala de espera ¿de quién? No sabría decirlo, las paredes son blancas, hay carteles con sonrisas, pero ¡debe ser el peluquero! Es cierto, lo estoy notando, mi pelo tiembla, se encoge, se estira, se hace trenzas, mira al fondo de la sala y después se agarra más que nunca a mi cuerpo. 

En el fondo lo entiendo, son muchos años juntos, ya nos tenemos cariño y pensándolo bien, me acabo de enterar de que se llevan de nuevo los flequillos este invierno. Me decido por una puesta a punto, un corte asimétrico, un color llamativo y mucha mascarilla aceitosa para deshacer el enredo.