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De la red |
Aquella noche se fue la luz. De repente la oscuridad lo era todo y tuvimos que hablar más de la cuenta para poder situarnos en ese espacio desconocido, sin recovecos o esquinas donde escondernos.
Lo que empezó con un grito, acabó con besos en la boca. No existía la necesidad de cerrar los ojos, pero sin querer, ellos lo hacían. Siempre he mantenido la certeza de que así se diferencia el amor del deseo, el amor se siente por dentro, el deseo sólo llega a las afueras.
Los sonidos se amplificaron y las palabras que me decías las imaginaba como nubes de algodón flotando por el aire dándose la mano y comiendo golosinas. ¡Sonaban tan bonitas!
Pero la luz volvió, y con ella la realidad. Esa rutina que nos ciega la mirada y no nos deja palpar la piel o ponerle el acento a la sílaba adecuada.
Voy a sustituir las bombillas por piñatas, así cuando anochezca, la penumbra nos ayudará a romperlas. Cogeremos lo que se desparrame por el suelo y llenaremos hasta los bordes nuestros cofres de pequeños tesoros con derecho a compartirlos.
Las mañanas serán así más luminosas, los ojos sufrirán dolores extremos, pero el corazón latirá desbocado al descubrir que lo que se vivió por la noche fue realidad, no sólo un sueño.
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De la red
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Si las ovejas supieran que la lana que alguien esquila de sus cuerpos cada primavera está destinada a formar ovillos, cargarían con el peso de su cabello hecho rastas y fumando sustancias ilegales, mientras que sus conversaciones banales no pasarían de beees en español e inglés.
Si las moscas pudieran comprender que nos hacen cosquillas al posarse sobre nuestra piel, irían volando a comprarse zapatos con tacones muy altos, a ver si así notamos más sus pisadas y las espantamos a puñetazos con un motivo serio entre las manos.
Si la vida pudiera ser leída de antemano, se evitarían muchos disgustos, muchas riñas y muchos infartos. Pero dejarían de verse las caras de sorpresa ante lo inesperado, el brillo de los ojos de los niños frente a los regalos y la palabra adrenalina desaparecería de nuestro vocabulario.
Si las cuerdas perdieran de repente la capacidad de hacer nudos a diestro y siniestro, podrían servir para unir sin ataduras, el mejor de los compromisos, la de estar juntos porque se quiere, sin papeles ni banquetes.
¿Y si las ovejas pudieran volar como las moscas, y las moscas supieran de su breve vida, y la vida se dejara de ataduras y de cuerdas y las cuerdas estuvieran hechas de lana blanca y fina?
Pues las ovejas nos harían cosquillas con sus patitas y reiríamos a carcajadas, las moscas fumarían nuestros cigarros y beberían nuestro alcohol, las cuerdas dejarían de ser cuerdas y se volverían hilos de hilvanar y la vida sería mucho más alegre, pero sobre todo, mucho más sencilla y en ocasiones, más banal.