Nuestras maletas están llenas de recuerdos, los míos pesan, los tuyos se fueron diluyendo. Tú eres afortunado. Como autocrítica, creo que yo tiendo a engordarnos en exceso. Y después, los acuno y les añado sucesos no inventados, sino reales, de esos que son de carne y hueso.
Aquella vez que nos plantamos en una isla perdida, conseguimos encontrarle el sentido a nuestra vida en familia. Cuando llegamos en plena noche al bullicio de aquella ciudad italiana, descubrimos que hablar el mismo idioma es, ante todo, una ventaja.
Al enfrentarnos al ladrón, al ratero o al maleante, ambos estuvimos de acuerdo en la reacción y en la respuesta que los hizo sentirse insignificantes. Sin embargo, cuando metiste los pies en el fango que me rodea, pegaste un traspié, me miraste a los ojos, saliste corriendo y cerraste la puerta.
Cada día salgo al balcón de piedra y observo el camino que te llevaría a casa. El lodo aún está presente, deseo que llegue la primavera, a ver si es posible que el calor seque lo embarrado y volvamos a encender juntos aquella hoguera.