Me enfrento a la hoja en blanco temblando, principalmente porque mi mente a menudo navega entre aguas bravas o turbias y al querer pintar el cielo me asusto y lo araño con las uñas.
Al mostrar la obra a mis allegados comentan por lo bajini que siempre pinto paisajes lluviosos, que debo estar deprimida o que quizá echo de menos Galicia. Si tuviera que decirles algo, tan solo les diría que me gustan las líneas.
Cuando me expreso creando volúmenes y conformando espacios, tallo mis esculturas sin piernas ni brazos, así evito cincelar dos codos, dos rodillas y veinte dedos, ya que tiendo a estropearlos por aquello de los miedos. A cambio esculpo bloques lineales que recuerdan a edificios sin ventanas ni desagües.
Al venderlas como cuerpos la mayoría me pide la hoja de reclamaciones. En ellas escriben muy furiosos que, presuntamente, les quiero vender un bloque de cemento a precio de oro. El problema es que ellos no viven el proceso creativo, ese en el que te desnudas y todo tu ser queda esparcido.
Si edito fotografías las flores pierden color, si escribo una canción no cuadran las rimas, si diseño un vestido me equivoco con el patrón y si preparo el postre le echo demasiada vainilla.
Después de mucho pensarlo he llegado a la conclusión de que lo complejo no va conmigo, porque mire donde mire, al final gana lo simple.
2 comentarios:
Lo importante es el mensaje
Besos
Más la intención 😉
Besos.
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