Estiro el dedo y lo apoyo en un grano de arroz, comienzo a rodarlo porque quiero que sea redondo.
Me lleva tiempo, así que comienzo a arrastrarlo mientras hago las tareas matutinas, se le añaden restos de polvo, bolitas de bacterias, una cuerda pequeñita que llegó a casa desde no se sabe donde.
A mediodía ya tiene tamaño de pelota ¡hay que ver lo se acumula alrededor sin darnos cuenta!!
Cocinar con la mano izquierda no resulta fácil, pero no puedo dejar de hacer ese movimiento que me duele, que me cansa, pero me atrae y me engancha.
Un poco de sal, algo de harina, restos de perejil, de cebolla, de sardinas.
Por la noche lo decido, por fin la dejo aparcada, pero antes la pulo con piedra pómez amarilla, la dejo bien simétrica, le saco algo de brillo, asumo que no es lo mismo si no consigue rodar como las otras, las del vecino.
Una mano de pintura y a secarse al aire libre, una capa densa y gruesa de protección anti acoso, otra de material reflectante y una más blindada.
Y pasado el tiempo, no puedo evitarlo, me siento algo culpable ya que Arroz es su nombre, pero la llaman por su apellido.
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2 comentarios:
estoy denso...no me entero que es final de curso...
oscar
Tienes razón, pelín kafkiana la entrada. Uff, fue un momento de dejarme llevar, ja, ja.
Feliz viaje!! Suertudo!!
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