Como si de un bar de tapas se tratara, unas cuantas cabras alternan subidas a un árbol de argán, sus pezuñitas abarcan lo ancho de la rama, pareciera que practican mimo, tai chi o que estuvieran jugando al escondite inglés perpetuo.
Son conscientes, o eso quiero pensar, de que el más pequeño movimiento las obligaría a tirar el lazo o soltar el paracaídas.
Y así me quedé yo, preguntándome si eran de escayola, robotizadas o peluches con movimiento, si tenían clavos o pegamento, si estaban educadas para obedecer u obligadas por el momento.
El misterio está ahí, yo tengo la respuesta: tan simple, tan triste, tan común, que prefiero dejarla abierta.
2 comentarios:
un ensayo para el belén navideño
oscar
Mmm, frío frío.
A seguir pensando. ;)
Publicar un comentario