lunes, 6 de abril de 2020

ÁNGULO MUERTO

De la red

Recuerdo que me situé allí después de llegar volando, posándome muy despacito sobre los escombros que alguien había tirado. Mis pies sufrían y echaban de menos el asfalto, pero eran mis ojos los que lloraban a gritos por no poder ver lo simple, lo cotidiano.

Y es que desde aquel punto de vista todo era diferente: los cuerpos no eran de carne, los coches no tenían ruedas, los perros iban sin collares y los sentimientos tenían forma y piernas.

Pude diferenciar fácilmente a la angustia pasajera, que distaba bastante de la que se incrusta y no te deja. Su silueta se parecía a una mancha de café esparcida, con bordes asimétricos, interior oscuro y un poder extra que le permitía pegarse a las espaldas descubiertas. Eso sí, la angustia pasajera no es fiable, tiende a taparte los ojos y a presionarte el pecho y cuando te vas acostumbrando te deja y se va con otro tipejo. 

La tristeza arrastraba su cuerpo e iba dejando un rastro de baba con el que escribía mensajes subliminales. Quien tenía la mala suerte de resbalarse y empaparse se sumía en un estado de subliminitis cuyo principal síntoma era un llorar parecido al que te provocan las peores conjuntivitis.

Pude ver que la alegría andaba por ahí bailando y saltando. A cada paso que daba angustia que despegaba, a cada brinco que hacía subliminitis que desaparecía. 

Y por último vi al amor. Lejos de lo que yo imaginaba resultó ser un cuerpo lleno de cuerpitos que se dispersaban y llegaban a todas partes, porque el amor es silencioso, tranquilo, tapa huecos y llena vacíos. 


Entendí entonces la simpleza de lo trivial, todo son mensajes encriptados para decirnos que quizá estar en el ángulo muerto debiera ser nuestro estado natural. 

4 comentarios:

Noelplebeyo dijo...

ahí no se ve nada

esperando a que choque ese amor tan disperso

besos

Anónimo dijo...

Joder qué bonito ����

María dijo...

Se ve, se ve, estuve allí.

Con el amor nunca se sabe.

Besos.

María dijo...

Guauuu, bonito el comentario.