lunes, 25 de mayo de 2020

MARIQUITA DÍAZ

De la red
Mariquita Díaz buscaba casa. Llevaba meses viajando y probando plantas, lo curioso es que terminó viviendo en un cardo borriquero, lugar con mala fama, plagado de pulgones, piojillos e insectos zapateros.

Lo primero que le atrajo fue el suelo lleno de pinchos, al llegar a casa masajeaban gratuitamente sus pies doloridos.

Lo segundo fue la zona donde estaba situado, tierras húmedas, nitratos y nitritos, la idea de poder darse un baño en primavera y la abundancia de polen de avellanos, hizo que se sintiera mejor de lo que se sienten las princesas en su palacios. 

Mariquita Díaz era muy apañada, construyó ella sola las paredes y el tejado, alzó los muros, montó el cableado, alicató el baño y pintó sus propios cuadros. 

Con la llegada del buen tiempo se planteó ser madre soltera. Dicho y hecho, se inseminó en una clínica, puso ciento cinco huevos y se mantuvo a la espera.

La duda más grande le vino después: todas serían Mariquitas Díaz y quizá no podría distinguirlas. Así que se puso manos a la obra y según iban naciendo les pintaba motas finas o gordas.

Con el otoño llegó su vejez, y desde su cardo borriquero pudo observar que educó a sus hijas para que vivieran dentro de la sencillez. Respiró profundo, sonrió por dentro, cerró los ojos y finalmente se dijo: "Creo que después de todo lo he hecho bastante bien".


4 comentarios:

Noelplebeyo dijo...

Desde luego que tuvo las cosas muy claras

Debería haber volado para alejarse de tanta prole
besos

Unknown dijo...

Q bonito relato....tanto como tú

María dijo...

No habría estado tranquila sin ver crecer a su descendencia.

Besos.

María dijo...

Relatos que alegren un poco nuestros días.

Muchos besos.