sábado, 29 de septiembre de 2018

SUCEDÁNEO

De la red
Después de viajar durante una temporada larga subida a una nube esponjosa y acolchada, una tormenta otoñal me hizo bajar de golpe como si formara parte del conjunto de gotas aleccionadas para regar las calles, los campos o los fuegos que se formaban en los suburbios más profundos del infierno.

La caída fue dura, yo que me creía fuerte comprobé la fragilidad de los huesos. Ellas se apoyaban en sus moléculas de hidrógeno, rebotaban y daban saltitos mientras que un sucedáneo de mí misma intentaba gritar sin ser oída, porque las gotas de agua son sordas además de ser exageradamente presumidas.

Y así fue como pasé del cielo al suelo, unos cuantos segundos y tu vida se reduce a un montón de escombros. Pasas a vivir en la sombra detrás de la gota reina, la que dirige tus pasos, la que te alecciona, la que te instruye, la que te hace una permanente en el pelo y a la vez te lava con lejía el cerebro.

Perdí mi forma, mis colores, mi idioma. Me convertí en una copia de todas las copias de aquella milagrosa primera gota, la que cayó sobre la Tierra para probar su textura y dio pasó después a aguaceros, riadas, ciclones y huracanes. La que formó los ríos, los lagos, los cabos, los golfos y los meandros. Fui parte de ese fenómeno cíclico en el que de repente estás arriba, abajo, cayendo o ascendiendo. 

Soy, en definitiva, un sucedáneo de mi yo más imperfecto.


6 comentarios:

Noelplebeyo dijo...

no es poco ser gota

y dar vida

besos

María dijo...

Pequeñita pero necesaria...

Besos

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

una gota de vida... ni más ni menos...
besos

María dijo...

Tanto en algo tan efímero.

Besazos.

Recomenzar dijo...

maravilloso texto con colores de palabras que van creando lo que has escrito felicitaciones

María dijo...

Una vez más, gracias por leerme.

Besos.