Un alma tierna cierto día descubrió este paraje, la naturaleza en estado puro le brindó la ocasión de dejar a un lado los problemas y quebraderos de cabeza diarios y consiguió a base de esfuerzo diferenciar lo real de lo ficticio.
El silencio que encontró allí gritaba a voces su nombre, el agua helada susurraba apellidos, el eco de sus palabras respondía a sus preguntas con acertada precisión.
Y es que somos eso, parte del mundo, de esa pequeña porción que a veces cuesta encontrar entre tanto asfalto y tanto ladrillo.
Deseo pisar tierra, tocar nieve, oler a pino, encontrarme con osos pardos, correr montaña abajo y comer setas que recogí por el camino, beber agua pura, pescar pececillos, darte la mano si me canso y hacer así más agradable el camino.
Compartir el calor del fuego de la hoguera, quitar leña o echarla, según venga el viento, cálido o frío, desprendernos de la ropa y dar paso a lo íntimo, a poner sobre la mesa nuestra verdad sin añadir colorantes o aditivos.
Respirar a pleno pulmón y cargar una buena dosis de oxígeno, dosificarlo durante semanas o meses, para hacer más llevadero el tortuoso paseo que me espera a pesar de ser un trayecto que me tiene preparado el destino.
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4 comentarios:
Me gusta lo mismo...
Adoro el contacto con la naturaleza, allí siempre soy feliz.
Muchos besos.
esos parajes hay que atesorarlos
Coincidimos, la esencia de lo natural nos hace sentir como en casa.
Un beso
Y guardarlos en la memoria para siempre!
Besazo
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